Cynthia Ramírez Manríquez. Directora de comunicación de AMIIF
¿Estás protegida? Ponte todas tus vacunas, con este lema se celebrará este año la Semana Mundial de Inmunización del 23 al 30 de abril. La elección de este slogan no es casualidad. En el mundo la pandemia por covid-19 impactó gravemente los programas de vacunación rutinaria. En agosto del año pasado Save The Children estimaba que, en México, 8 de cada 10 menores de un año de edad no estaban protegidos contra enfermedades para las que ya existen vacunas, el peor nivel de vacunación de los últimos 18 años.
Las vacunas no solo salvan vidas y mejoran la salud, sino que también liberan el potencial de una comunidad, pues la vacunación no solo protege a las personas vacunadas, sino que indirectamente protege a las personas no vacunadas a través de la protección de la “protección de rebaño”.
La vacunación es una de las intervenciones costo -efectividad que más impacto en términos de salud y años de vida ganados ha generado en la historia. Por lo menos desde el siglo XVI, en China e India se inoculaba a los niños pequeños contra la viruela, y desde entonces ha habido temores, dudas y renuencia a las vacunas. Desde sus inicios, la vacunación ha existido en el límite entre la elección personal y la salud pública; entre la autonomía y la cooperación y muchas veces el temor a las vacunas se basa, sobre todo, en la preocupación por los riesgos que entrañan, especialmente para los niños. Pero decir que estas preocupaciones son irracionales solo sirve para alejarnos y antagonizarnos de la ciencia.
Es duro de admitir, pero tenemos que aceptar que los rumores y la desinformación no se mueren, ¡a veces ni siquiera se sonrojan!, a la luz de los datos de la ciencia. Domar rumores, dice Heidi Larson, directora del Proyecto de confianza en las vacunas, implica “entender y manejar las emociones que los alimentan, no juzgar si son verdaderos o falsos”.
Y a veces la comunidad científica, la salud pública y los entusiastas de las vacunas como yo, estamos tan ocupados en el acto de vacunar, de contar, de alcanzar metas numéricas, que se nos olvidan los esfuerzos por entablar contacto y conversaciones significativas con las personas que muestran un atisbo de duda respecto a las vacunas. Debemos recordarnos todos los días, no solo durante las campañas mundiales de vacunación, dos cosas: 1) La vacunación es un continuo a lo largo de nuestra vida (hay vacunas para recién nacidos, niños, niñas, embarazadas, adultos, y adultos mayores) y 2) No se vacuna a cifras, sino a individuos dentro de sociedades complejas. Tener esto en mente puede marcar la diferencia entre un futuro de enfermedades fuera de control o un futuro donde las vacunas conserven el lugar central que han tenido como herramientas de salud pública.