Por: Brenda Jaramillo R.
Con frecuencia hablamos de Inteligencia Artificial, de avances tecnológicos sin precedentes, pero la semana pasada nos llegó un mensaje claro y poderoso: la naturaleza es más fuerte y, en última instancia, siempre tendrá la última palabra.
Los habitantes de Guerrero se vieron sorprendidos sin previo aviso cuando la Tormenta Tropical "Otis" se transformó en cuestión de horas en un devastador huracán de categoría 5. Al día siguiente, las imágenes y los informes llegaron a cuentagotas. La energía eléctrica fue suspendida, y tanto los servicios de telefonía fija como móvil quedaron inoperativos.
Las horas transcurrían y la desesperación crecía entre las personas que no podían comunicarse ni ubicar a sus seres queridos. Las carreteras hacia el puerto de Acapulco estaban bloqueadas, y hasta el presidente de la República quedó atrapado en el lodo mientras intentaba llegar a la zona afectada.
Es innegable que se trató de un evento extraordinario, ya que el huracán Otis se fortaleció de manera vertiginosa. En palabras del Centro Nacional de Huracanes, fue un "escenario de pesadilla". Esta pesadilla se intensificó debido a las altas temperaturas de la superficie del mar, que alcanzaron los 30-31 grados Celsius, un aumento vinculado al reciente aumento de las temperaturas en México. La respuesta es clara: Otis es una consecuencia directa del calentamiento global.
Es importante destacar que Otis no impactó sin previo aviso. La mayoría de la costa de Guerrero recibió alertas de huracán a las 15 horas del lunes. Sin embargo, nadie podía imaginar la fuerza y la rapidez con la que se intensificaría. No obstante, la respuesta lenta y descoordinada de los tres niveles de gobierno también es un fenómeno sin precedentes.
Este desastre natural nos recuerda que, aunque nuestra tecnología y conocimientos avancen, la naturaleza sigue siendo una fuerza incontenible. Es esencial que tomemos en serio la necesidad de la preparación y la adaptación al cambio climático, así como la importancia de una respuesta gubernamental ágil y efectiva en situaciones de emergencia.
El huracán Otis nos ha brindado una lección dolorosa sobre la fragilidad de nuestras vidas frente a la furia de la naturaleza y la urgencia de actuar en consecuencia.