/ viernes 15 de noviembre de 2024

Filosofía felina. Los gatos y el sentido de la vida de John Gray.

Mónica B. Ramírez Solís y José Antonio Beltrán Morales

En la vida siempre ha habido perros como acompañantes de la familia. Ellos tuvieron hegemonía como la mascota de cualquiera y, por lo tanto, se convertían en los grandes amores. Pero en algún momento de la vida y por alguna extraña razón, llegaron gatos a vivir en casa y con ellos, la conquista del corazón y un interés por entenderlos, por develar su ser tan genuino y distinto al de los perros o cualquier otra especie doméstica. Quien tiene un gato como habitante de su hogar sabe que esta especie es singular, única, cautivadora, autodeterminada, misteriosa. John Gray, filósofo inglés, profesor en Oxford y la London School of Economics, es capaz de transmitirnos con este libro lo fascinante que resulta la posibilidad de encontrar relación entre la filosofía y los gatos.

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El libro de Gray está conformado por seis capítulos y en cada uno de ellos va abordando temas filosóficos a partir de pensadores que han reflexionado y escrito sobre el tema en cuestión. Posteriormente lleva la explicación a la vida felina y a justificar por qué los gatos son como son, siempre con una carga de comedia que te roba al menos una sonrisa. Así, el primer capítulo que se titula “Los gatos y la filosofía” nos invita a aprender de los felinos, pero para ello debemos dejar de lado nuestro complejo de superioridad, “tal vez lleguen a entender cómo a los gatos les puede ir bien en la vida sin plantearse, angustiados, cuál es el modo correcto de vivir” (p. 10).

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Con planteamientos como el anterior va introduciendo autores y corrientes filosóficas para exponer posturas y analizar el tema, como en este caso, a Arthur Schopenhauer, de quien dice que: “se valió de sus mascotas para corroborar su teoría de que la mismidad es una ilusión” (p. 13). O al antifilósofo que amaba los gatos: Michel de Montaigne; y así, introduce filósofos y su relación con los animales. Después narra una historia de un gato.

El capítulo dos, que lleva por título, “Por qué a los gatos no les cuesta ser felices”, diserta sobre la felicidad y cómo esta es un fin último para algunos, como un proyecto futuro, pero nos explica cómo para los animales no es preocupación e incluso que para los gatos es su condición natural. Aquí recupera a Freud, quien entendió que “en los seres humanos es normal una extraña forma de sufrimiento” (p. 45), sin definirla pensó que el psicoanálisis podría curarla. Lo que sí confirma el autor es que cada vez más a los humanos les encanta estar con gatos (p. 46). Y es que los gatos no dejan de ser gatos, interactúan a su manera, pero no se vuelven parte humana como los perros. Dice Gray: “al sacarnos de nuestro ensimismamiento, podemos aprender de ellos por qué nuestra convulsa búsqueda de la felicidad está abocada al fracaso” (p. 47).

El autor selecciona a algunos filósofos para hablar de la felicidad. Comienza con los epicúreos, quienes procuraban la ataraxia (tranquilidad y ausencia de pasiones) y la paz espiritual. Relaciona el pensamiento de estos helenísticos con Buda y encuentra que “ambos prometen una liberación del sufrimiento por medio de la renuncia al deseo” (p. 48). Concluye que se trata de una concepción ‘neurasténica’ de la felicidad. Enseguida expone a los estoicos, de los que nos recuerda que buscaron el mismo fin, aunque por una ruta distinta: creían que controlando sus pensamientos “serían capaces de aceptar todo lo que les sucediera” (p. 50). Esta escuela, tan de moda hoy, en aquellos tiempos tuvo también muchos seguidores; entre ellos el emperador Marco Aurelio. El autor expone cómo este filósofo entendió el camino de la felicidad a la manera en que Séneca entendía el estoicismo.

Pascal es otro filósofo al que le dedica varias páginas quien centra su idea en la diversión, como una forma de remedio a la muerte, la miseria, la ignorancia, etc. Y termina el apartado con la historia del novelista inglés del periodo ilustrado, Samuel Johnson y su gato Hodge, “los gatos no planifican su vida, la viven como se les presenta” (p.64).

“Ética felina” es el nombre del tercer capítulo. Aquí comienza con el término moral y por supuesto con el padre de la ética, Spinoza. Los gatos son amorales. “No obedecen a mandamiento alguno y carecen de ideales. No evidencian señales de sentir culpa o arrepentimiento como tampoco de esforzarse por ser mejores de lo que son. […] ni le dan vueltas a cuál es el modo recto de actuar”. (p. 73). En este capítulo se discute sobre el bien y el mal, sobre la idea de que una vida buena que vale la pena vivir debe ir conforme a la moral, a la justicia como el núcleo de la moral, de cómo la moral puede ser confundida con las emociones y cómo intervienen en ello los valores. Ideas que recorre con los antiguos griegos y chinos, en quienes la idea de moral no figuraba –lo que se planteaba era vivir conforme a la naturaleza, a la diké o al tao hasta llegar a Spinoza y sus planteamientos científicos sobre la mente y el cuerpo, adelantados a su tiempo, según Antonio Damasio; además de hacer conversar a otros pensadores como Montaigne, Hampshire, Descartes, Nietzsche, Hobbes, Comte, Jon Wetlesen y, por supuesto a Aristóteles y Sócrates. Este es sin duda uno de los capítulos más enriquecedores.

El cuarto capítulo, intitulado “Amor humano contra amor felino”, es un tanto distinto a los tres anteriores porque aquí nos expone diversas obras y sus autoras y autores que narran justamente el choque entre el amor de humano y de los gatos, como La gata escrita en 1933; La mayor presa de Ming de la novelista Patricia Highsmith; Amada Lily, del novelista japonés Tanizaki; Gattino desaparece, de Mary Gaitskill que narra la vida y muerte de un gato real. Resulta muy interesante redescubrir cómo la literatura puede abordar cualquier tema y cómo los gatos y sus vidas pueden ser tan interesantes de escribir y leer.

En el capítulo cinco, “El tiempo, la muerte y el alma felina” se aborda, inicialmente, con un filósofo ruso, Nikolái Berdiáev y su narración extraordinaria sobre la muerte de su gato Muri, de quien se expresa como si fuera otro humano. Y el autor aprovecha para narrarnos la maravillosa y sui generis vida de este pensador. En un subapartado que titula “La civilización como negación de la muerte”, introduce al antropólogo cultural Ernest Becker, quien pensaba que “el ansia humana por huir de la muerte ha sido la fuerza motora de la civilización. El miedo a morir es también la fuente del ego…” (p. 144). El capítulo termina con el subtítulo de “Los gatos como dioses”, en el que explica por qué los gatos eran considerados dioses en el antiguo Egipto, a través de las letras de Jaromir Malek.

En el último y sexto capítulo de este extraordinario texto, “Los gatos y el sentido de la vida”, John Gray afirma que “si los gatos pudieran entender la búsqueda humana de sentido, ronronearían deleitados por semejante absurdidad” (p. 161). La disertación sobre qué es el sentido y a qué nos referimos cuando hablamos acerca de la búsqueda del sentido de la vida, y cómo este es intrínseco a la conciencia de la muerte como consecuencia de la autoconciencia humana. “Atemorizados por la finitud de sus vidas, los seres humanos inventaron religiones y filosofías en las que el sentido de sus vidas no se interrumpía tras éstas” (p. 161). Compara entonces la naturaleza gatuna con la humana y aquí intervienen los filósofos posmodernos Jean Baudrillard y Richard Rorty (entre otros, como Sartre) en la que una idea general es que los seres humanos fabrican naturalezas que les roban la libertad. Para terminar, ofrece “diez pistas felinas sobre cómo vivir bien”. Algunas de ellas son: nunca trates de convencer a los seres humanos de que sean razonables; es mejor ser indiferente con otros que sentir que tienes la obligación de amarlos; la vida no es un relato y si no puedes aprender a vivir un poco más como un gato: regresa al mundo humano de la diversión y no te sientas culpable.

Es posible imaginar un puñado de sonrisas o dejos de melancolía al trazar las líneas de este texto reseñado. Lectores, no se pierdan este texto exquisito, escrito de manera magistral, amena y llena de sabiduría, anécdotas y literatura.

Referencia

Gray, John (2021) Filosofía felina. Los gatos y el sentido de la vida de John Gray (Trad. Albino Santos Mosquera), México: Sexto Piso.

Fotografías: cortesía de Mónica B. Ramírez Solís.