Por Alberto Sotomayor
La vacunación es ante todo un derecho humano, es también la base del sistema salud, así como la mejor inversión y estrategia para combatir enfermedades prevenibles. Cada año salvan la vida a millones de personas en el mundo y de manera particular a los niños más pequeños. Sin embargo, durante los últimos años se ha observado un estancamiento e incluso un retroceso en la política de vacunación, agravado por la pandemia que provocó la interrupción de los servicios de inmunización, lo cual representa una amenaza a los enormes avances logrados durante décadas, que se traduce en una alerta roja por el incremento de niñas y niños expuestos a enfermedades devastadoras, pero prevenibles y en consecuencia el alto riesgo de brotes de enfermedades y pérdida de vidas sobre todo en la población infantil.
En México existe un largo proceso de institucionalidad en materia de vacunación, que llegó a posicionarlo como referente a nivel mundial por los avances en coberturas de vacunación, la introducción creciente de biológicos y la autosuficiencia en la producción de vacunas. Sin embargo, hoy la situación es diametralmente diferente, desafortunadamente para el país y dolorosamente para las niñas y niños. En 2019 formó parte de los 10 países con mayor número de niños sin inmunizar contra algunas enfermedades: décimo para el caso de difteria, tétanos y tosferina; así como octavo en sarampión; en tanto que, en 2021 se colocó como uno de los 20 países con mayor número de niños sin vacunas (dosis cero).
Ante este panorama, el Pacto por la Primera infancia realizó el estudio “Diagnóstico de la vacunación infantil en México, 2010-2022: Un llamado a la acción”, con el propósito de identificar la magnitud y causalidades de la disminución en las coberturas de vacunación en niñas y niños menores de 6 años, los riesgos de brote de enfermedades con potencial epidémico y en consecuencia abonar a la construcción de recomendaciones para fortalecer el programa de vacunación.
Los resultados del estudio demuestran que independientemente de la metodología empleada para estimar las coberturas de vacunación y de quien la realiza, todas apuntan a un abrupto desplome y que no se cumple el compromiso de alcanzar y mantener el 90% de cobertura de vacunación en el esquema completo para menores de 1 año y al año de edad, ni tampoco el 95% de cobertura de vacunación en cada uno de los biológicos que lo conforman; además de que se advierte un preocupante incremento en los casos de enfermedades prevenibles como tuberculosis, tosferina, hepatitis, enteritis debido a rotavirus y enfermedad invasiva por neumococo, por solo mencionar algunas.
El derrumbe en las coberturas de vacunación también ha implicado que México, de ocupar las primeras posiciones en el ranking internacional, hoy se ubique en los últimos lugares: para la vacuna contra la tuberculosis, de ocupar el lugar 21 en 2016 pasó al sitio 155 en 2020; para la vacuna contra la difteria, tosferina y tétanos en tercera dosis, de estar dentro del grupo de los 20 países con mayor cobertura en 2012 transitó a ocupar el lejano sitio 165 en 2020. Para la vacuna contra la hepatitis B, de formar parte de los 10 países con mayor cobertura en 2012, a ocupar el sitio 179 en 2019. Para la vacuna contra neumococo, de la posición 5 en 2012 al sitio 106 en 2020. En cuanto a la vacuna contra la rubéola, transitó de ocupar el lugar 12 en 2012 al sitio 158 en 2019. En tanto que, para la vacuna contra rotavirus, de ocupar el primer lugar en el ranking mundial en 2012 al sitio 82 en 2020.
Desde el Pacto por la Primera Infancia estamos convencidos que ningún niño debe enfermar o morir por una causa prevenible, y todos deben poder alcanzar su máximo potencial en materia de salud y bienestar. Con el fin de abonar a la solución a este grave el problema proponemos un conjunto de recomendaciones, entre las que destacan:
Diseñar e implementar un plan extraordinario e inmediato para atender a los miles de niñas y niños que no han sido vacunados o con esquemas incompletos.
Asegurar los recursos presupuestales para incrementar la capacidad e infraestructura actual del Programa.
Elaborar e implementar un plan integral para atender las causalidades de las oportunidades perdidas de vacunación, el cual debe incluir acciones permanentes para mejorar los servicios de inmunización, como es la reducción de tiempos de espera, horarios y días ampliados para vacunar, la suficiencia de vacunadores, así como el abasto de vacunas y otros insumos.
Mejorar y asegurar los procesos de adquisición de vacunas de manera oportuna y suficiente para evitar desabastos de las mismas y retrasos en las entregas en todas las unidades médicas del país, considerando los tiempos de las compras internacionales.
Incrementar la inversión en mejorar la red de frío en todo el país, a partir de un diagnóstico preciso de las necesidades nacionales y por entidad federativa para asegurar que las vacunas sean conservadas debidamente y no pierdan su poder inmunológico.
Ampliar la promoción en la aplicación de vacunas a fin de incrementar la demanda e incentivar la corresponsabilidad para completar el esquema de vacunación de sus hijos.
Tenemos la convicción de que, si podemos solucionar el problema, pero necesitamos todos como sociedad tomar acciones aquí y ahora, de no hacerlo estaremos ante un escenario epidemiológico sin precedentes del que será muy difícil salir.
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Coordinador de Investigación del Pacto por la Primera Infancia | @Pacto1aInfancia