/ miércoles 26 de junio de 2024

Gabinete presidencial: promesas, retos y oportunidades en Secretaría de Economía

La primera tanda de integrantes del próximo gabinete presidencial tuvo una recepción favorable y transversal en la opinión pública, con valoración de su preparación, experiencia y competencias para las áreas que estarán a su cargo. Incluso pudo haberse visto reflejada en el tipo de cambio. Perfiles de carácter más técnico y profesional, de expertos o con currículums idóneos, en vez de políticos de corte partidista, propensos a la improvisación, o con una orientación ideologizada, inclinada a la cerrazón y la imposición.

Esto ha inspirado confianza en los sectores involucrados. Ojalá el resto de los integrantes tenga ese perfil que faltó en áreas clave en los últimos años, con efectos visibles no sólo en la gestión, sino en una erosión o, de plano, cancelación de la interlocución con múltiples sectores de la sociedad, la política y la economía.

En esa medida, hay una luz de esperanza para un diálogo más institucional, de apertura y colaboración. De que más allá de las diferencias políticas y de visión haya disposición para encontrar acuerdos, sumar y, de entrada, escuchar a todas las partes y posiciones. Eso se percibe en las entrevistas que han dado. Incluso han remarcado como prioridad el conciliar y reconciliar donde haya fracturas.

Todo esto es saludable para la República, ahora que estamos ante una concentración de poder como no se ha visto en décadas, y fundamental frente a los enormes desafíos que enfrentamos como nación en cada una de las áreas para las que la Presidenta electa ha designado a titulares de secretaría de Estado. Me concentro en esta oportunidad en la Secretaría Economía.

El próximo Secretario, Marcelo Ebrard, ha señalado la revisión del TMEC con Estados Unidos y Canadá, programada para 2026, como el principal reto en su gestión. Sin duda lo es, tanto por lo que representa el tratado para la economía como por el contexto en que se dará.

Como ha destacado el CCE, aporta al menos 55% del PIB. En 2023 México se convirtió en el principal socio comercial de Estados Unidos: en intercambio, 738 mil millones de dólares. Casi 439 mil millones en exportaciones, 88% de todo lo que vendimos al mundo. No podemos poner en peligro este pilar estructural de nuestra economía, y hay múltiples flancos débiles.

Especialmente en la política en Estados Unidos, de cara a las elecciones presidenciales de noviembre, y donde hay, como en otras partes del mundo, un resurgimiento de inclinaciones proteccionistas. Además, un creciente antagonismo contra nuestro país en sectores de la política y la sociedad. Por si fuera poco, con diferendos comerciales sensibles procesándose bajo el marco institucional del tratado: maíz transgénico y energía. Ahora se suman las preocupaciones por los cambios que pueden darse en México en el Poder Judicial y el Estado de derecho, en general.

Ebrard tiene el perfil más político de los miembros del gabinete presentados, pero cuenta con experiencia, capacidad de interlocución y competencias como funcionario y de diplomacia idóneas para acometer éste y otros retos. Fue protagonista de la negociación del TMEC y tiene una red de relaciones considerable tanto en México como Estados Unidos y Canadá, a nivel político, lo mismo con el partido Republicano que del Demócrata, y también con el sector empresarial.

Ha mostrado que tiene bien ubicados los retos, las oportunidades, el contexto político y comercial de la relación bilateral y en el mundo: la retracción o ralentización de la globalización, la relocalización de cadenas productivas, la confrontación de Estados Unidos-China, la polarización política en Estados Unidos, los problemas en los organismos multilaterales de regulación e interlocución económica, como la misma Organización Mundial de Comercio, con varios años de estancamiento.

Desde luego, se requiere un soporte técnico y un nivel de consulta con las empresas a la altura. Para la revisión del TMEC es crucial conformar con el sector privado un “cuarto de junto” competente para las negociaciones. Trabajar en línea permanentemente, con expertos en comercio internacional y bilateral, conocedores del tratado.

Lo mismo aplica en otras prioridades que el próximo Secretario ha delineado, en el sentido correcto: atracción de inversiones estratégicas; política industrial o de fomento, que debe ser planeada e implementada con visión de largo plazo, similar a lo que han hecho países de Asia para acelerar su crecimiento; la propuesta de 10 polos de desarrollo; consolidación del corredor logístico e industrial del Istmo e integración del Sur al espacio TMEC; TLC con la Unión Europea; impulso a la multiplicación y crecimiento de las empresas, con énfasis en las pymes y el emprendimiento.

Lo que se haga o deje de hacer en los primeros dos años del sexenio, incluso en el primero, definirá si se materializa la promesa extraordinaria del nearshoring, con una ola de inversiones sin precedentes por la relocalización de cadenas de suministro, o que nos quedemos en el andén, viendo irse otro tren de desarrollo. Dependerá de acometer la oportunidad con visión, estrategia, pragmatismo.

De que trabajemos en conjunto Gobierno y empresas. De precisar prioridades y que se tomen las decisiones consecuentes, oportunamente, evitando lo que lesiona la confianza y la inversión.

Por un lado, dar pie al desarrollo de infraestructura de energías limpias, transmisión eléctrica, autopistas, puertos, ferrocarriles, gas, agua. Con sinergias entre el sector público y el privado.

Por otro, mejorar la seguridad pública y fortalecer el Estado de derecho. Socavar en este momento la certidumbre para la inversión con una disrupción tan radical como improvisada como la que algunos políticos quieren hacer en fast track al Poder Judicial puede hacer que acabemos por perder, también en fast track, ese tren del nearshoring y su potencial de generar un círculo virtuoso de desarrollo sin precedentes.


La primera tanda de integrantes del próximo gabinete presidencial tuvo una recepción favorable y transversal en la opinión pública, con valoración de su preparación, experiencia y competencias para las áreas que estarán a su cargo. Incluso pudo haberse visto reflejada en el tipo de cambio. Perfiles de carácter más técnico y profesional, de expertos o con currículums idóneos, en vez de políticos de corte partidista, propensos a la improvisación, o con una orientación ideologizada, inclinada a la cerrazón y la imposición.

Esto ha inspirado confianza en los sectores involucrados. Ojalá el resto de los integrantes tenga ese perfil que faltó en áreas clave en los últimos años, con efectos visibles no sólo en la gestión, sino en una erosión o, de plano, cancelación de la interlocución con múltiples sectores de la sociedad, la política y la economía.

En esa medida, hay una luz de esperanza para un diálogo más institucional, de apertura y colaboración. De que más allá de las diferencias políticas y de visión haya disposición para encontrar acuerdos, sumar y, de entrada, escuchar a todas las partes y posiciones. Eso se percibe en las entrevistas que han dado. Incluso han remarcado como prioridad el conciliar y reconciliar donde haya fracturas.

Todo esto es saludable para la República, ahora que estamos ante una concentración de poder como no se ha visto en décadas, y fundamental frente a los enormes desafíos que enfrentamos como nación en cada una de las áreas para las que la Presidenta electa ha designado a titulares de secretaría de Estado. Me concentro en esta oportunidad en la Secretaría Economía.

El próximo Secretario, Marcelo Ebrard, ha señalado la revisión del TMEC con Estados Unidos y Canadá, programada para 2026, como el principal reto en su gestión. Sin duda lo es, tanto por lo que representa el tratado para la economía como por el contexto en que se dará.

Como ha destacado el CCE, aporta al menos 55% del PIB. En 2023 México se convirtió en el principal socio comercial de Estados Unidos: en intercambio, 738 mil millones de dólares. Casi 439 mil millones en exportaciones, 88% de todo lo que vendimos al mundo. No podemos poner en peligro este pilar estructural de nuestra economía, y hay múltiples flancos débiles.

Especialmente en la política en Estados Unidos, de cara a las elecciones presidenciales de noviembre, y donde hay, como en otras partes del mundo, un resurgimiento de inclinaciones proteccionistas. Además, un creciente antagonismo contra nuestro país en sectores de la política y la sociedad. Por si fuera poco, con diferendos comerciales sensibles procesándose bajo el marco institucional del tratado: maíz transgénico y energía. Ahora se suman las preocupaciones por los cambios que pueden darse en México en el Poder Judicial y el Estado de derecho, en general.

Ebrard tiene el perfil más político de los miembros del gabinete presentados, pero cuenta con experiencia, capacidad de interlocución y competencias como funcionario y de diplomacia idóneas para acometer éste y otros retos. Fue protagonista de la negociación del TMEC y tiene una red de relaciones considerable tanto en México como Estados Unidos y Canadá, a nivel político, lo mismo con el partido Republicano que del Demócrata, y también con el sector empresarial.

Ha mostrado que tiene bien ubicados los retos, las oportunidades, el contexto político y comercial de la relación bilateral y en el mundo: la retracción o ralentización de la globalización, la relocalización de cadenas productivas, la confrontación de Estados Unidos-China, la polarización política en Estados Unidos, los problemas en los organismos multilaterales de regulación e interlocución económica, como la misma Organización Mundial de Comercio, con varios años de estancamiento.

Desde luego, se requiere un soporte técnico y un nivel de consulta con las empresas a la altura. Para la revisión del TMEC es crucial conformar con el sector privado un “cuarto de junto” competente para las negociaciones. Trabajar en línea permanentemente, con expertos en comercio internacional y bilateral, conocedores del tratado.

Lo mismo aplica en otras prioridades que el próximo Secretario ha delineado, en el sentido correcto: atracción de inversiones estratégicas; política industrial o de fomento, que debe ser planeada e implementada con visión de largo plazo, similar a lo que han hecho países de Asia para acelerar su crecimiento; la propuesta de 10 polos de desarrollo; consolidación del corredor logístico e industrial del Istmo e integración del Sur al espacio TMEC; TLC con la Unión Europea; impulso a la multiplicación y crecimiento de las empresas, con énfasis en las pymes y el emprendimiento.

Lo que se haga o deje de hacer en los primeros dos años del sexenio, incluso en el primero, definirá si se materializa la promesa extraordinaria del nearshoring, con una ola de inversiones sin precedentes por la relocalización de cadenas de suministro, o que nos quedemos en el andén, viendo irse otro tren de desarrollo. Dependerá de acometer la oportunidad con visión, estrategia, pragmatismo.

De que trabajemos en conjunto Gobierno y empresas. De precisar prioridades y que se tomen las decisiones consecuentes, oportunamente, evitando lo que lesiona la confianza y la inversión.

Por un lado, dar pie al desarrollo de infraestructura de energías limpias, transmisión eléctrica, autopistas, puertos, ferrocarriles, gas, agua. Con sinergias entre el sector público y el privado.

Por otro, mejorar la seguridad pública y fortalecer el Estado de derecho. Socavar en este momento la certidumbre para la inversión con una disrupción tan radical como improvisada como la que algunos políticos quieren hacer en fast track al Poder Judicial puede hacer que acabemos por perder, también en fast track, ese tren del nearshoring y su potencial de generar un círculo virtuoso de desarrollo sin precedentes.