Por Guillermo Gutiérrez Nieto
El pasado 20 de julio el puerto de Hodeida, al noroeste de Yemen, fue atacado por fuerzas israelíes en represalia por el lanzamiento de un misil de largo alcance en Tel Aviv por parte de las fuerzas hutíes. El puerto es un sitio estratégico tanto por la cantidad de ayuda humanitaria que por ahí ingresa como por las actividades económicas que realiza, incluyendo el almacenamiento de petróleo y la producción de energía eléctrica.
Este acontecimiento, difundido ampliamente por medios internacionales y registrado en la opinión pública principalmente por las escenas dantescas que motivaron los incendios de los tanques de almacenamiento de combustible, confirmó el desbordamiento o regionalización del conflicto palestino-israelí en la península arábiga.
En el caso de Yemen, el ataque de Hamas en la franja de Gaza el 7 de octubre de 2023, motivó una radicalización de las acciones de la agrupación Ansar Allah, denominada en medios y en el ámbito internacional como huties.
Desde entonces, esa agrupación ha atacado y secuestrado embarcaciones que transitan por el estrecho de Bab al Mandeb, paso marítimo fundamental en el mar Rojo para las rutas que unen el océano Índico y Asia con el mar Mediterráneo y Europa a través del canal de Suez. Hasta la fecha se han registrado más de 200 ataques, algunos fallidos y otros con daños de diversa magnitud, siendo el caso más reciente el de la embarcación “Sounion”, que transporta 150 mil toneladas de petróleo crudo y está en riesgo de hundirse debido al ataque que sufrió a finales de agosto pasado.
Esas acciones, que han sido justificadas por los hutíes como actos de apoyo a Hamas, han motivado tanto la formación de una coalición militar, encabezada por Estados Unidos, con el objetivo de procurar la seguridad en la zona, como una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU condenando los ataques y demandando su cese. La acción más contundente provino del Departamento de Estado, que en enero pasado designó a Ansar Allah como un grupo terrorista global a fin de impedir su financiamiento desde el exterior.
Además de esos ataques destaca el secuestro de embarcaciones, como el navío “Galaxy Leader”, retenido por los hutíes desde el 19 de noviembre de 2023 por considerar que uno de sus propietarios es de origen israelí. La tripulación del barco está compuesta por 25 personas de diversas nacionalidades y hasta ahora los intentos por liberarlos han resultado infructuosos. Los hutíes han señalado en diversas ocasiones que la retención del buque y su tripulación es un acto de solidaridad con la causa la palestina y en represalia contra Israel y han afirmado que los retendrán hasta que Israel cese sus ataques contra Hamas en Gaza.
La captura de rehenes ha sido otra práctica de los huties desde hace varios años. Así, desde el inicio del conflicto interno en 2014 - que mantiene dividido a Yemen en dos regiones, una gobernada por los huties con capital en Saná, y la otra a cargo del Consejo Presidencial de Liderazgo, con capital en Adén- esta agrupación ha secuestrado centenares de civiles e integrantes o simpatizantes del gobierno reconocido internacionalmente, los cuales han sido canjeados por rebeldes huties cautivos en prisiones yemeníes. En época reciente sus acciones han adquirido mayor relevancia ya que los secuestros han incluido a integrantes de organismos especializados de la ONU que realizan actividades humanitarias en el país.
En este contexto, el pasado 15 de septiembre la milicia hutíe volvió a lanzar un nuevo misil, aparentemente hipersónico, contra Israel. Aunque fue incendiado antes de su estallido y no generó ningún daño, la réplica de ese país parece inminente. Esta acción confirma que, no obstante, la acometida de las fuerzas multinacionales comandadas por Estados Unidos en el mar Rojo, los hutíes seguirán intentando nuevos ataques contra los flancos descubiertos israelíes, así como desarrollando acciones contra las embarcaciones en el estrecho Bab al Mandeb y el golfo de Adén, y secuestrando ciudanos yemeníes y extranjeros que les garanticen un margen de negociación hacia el logro de sus objetivos. Todo ello, como lo ha manifestado la agrupación, hasta que concluya el embate de Israel contra Hamas.
Aunque estas acciones acontecen en Yemen y sus inmediaciones geográficas, referir un desbordamiento o regionalización del conflicto palestino-israelí en la península arábiga no es descabellado ya que varios de esos países están involucrados en el devenir de ese país. Aunque cada caso amerita explicación minuciosa, lo evidente es que Arabia Saudita encabeza una fuerza regional que apoya al gobierno internacionalmente reconocido y ha sido sede de negociaciones entre ese actor y los hutíes; Omán acompaña a representantes de la agrupación en algunas etapas de la negociación y alberga a algunos de ellos en su territorio, mientras que Emiratos Arabes Unidos proporciona apoyo y financiamiento a un enclave gubernamental al sur de Yemen.