El gasto público en el ámbito gubernamental destinado al sector cultural acentuó en este régimen cuatroteista su carácter traumático para la comunidad que lo aspira. Veníamos de un sexenio que, a pesar de transformar el Conaculta en secretaría, registró un bajón considerable de fondos con respecto al periodo de 2007 a 2012.
Sus efectos tocaron a los estados, municipios, universidades públicas, organismos no gubernamentales y a un abanico de empresas del mercado cultural.
Lo que ha hecho el gobierno federal amloista ha sido profundizar la precariedad heredada. Es decir, al término de su gestión en septiembre de 2024, se habrán acumulado doce años de rezagos.
Cuantificar el monto de esas pérdidas no es tarea sencilla. Sin embargo, para este indispensable proceso de valoración se ha carecido de empeño en el cumplimiento, aun cuando la Ley de Planeación, entre otras disposiciones legales, lo ordena: la posibilidad ha estado por lustros en el cajón de las leyes que estorban a la improvisación del poder presidencial y del titular del despacho cultural.
La contabilidad pública nunca será económicamente exacta. Pero existen algunas fórmulas para tener por cuenta propia un panorama de los miles de millones de pesos que dos gobiernos han quitado al desarrollo cultural.
Son periodos y cifras que perfilan el desfalco. Quitas bajo el pretexto de destinar esos dineros a otros programas más urgentes o por estimar que con aumentos inerciales se resuelven las necesidades consagradas en la Constitución.
Es un monto aproximado, al menos en lo que toca al ámbito del presupuesto federal, a través del conjunto de organismos que dan forma a la Secretaría de Cultura.
Cuando las condiciones permitan acceder de manera rápida y confiable a los datos financieros de otros organismos e instancias públicas, sociales y privadas que se han visto afectadas por las reducciones de los flujos del gasto público en cultura, la cifra será, sin duda, sorprendente.
Todo esto viene a cuento por lo propuesto en mi artículo anterior “Grilla cultural ¿entonces con Xóchitl?” (https://www.elsoldemexico.com.mx/analisis/grilla-cultural-entonces-con-xochitl-10379904.html) en el que sugiero que la comunidad cultural, en bloque, ponga ciertas condiciones a quienes sean los candidatos a la presidencia de México. Entre ellas, justamente, el reponer lo perdido como condición básica para dar apoyo, activismo y voto.
Las cuentas
En lo que va del siglo XXI, fue el año de 2012 cuando se alcanzó el monto más alto de presupuesto, vía Conaculta, con 16 mil 663 millones de pesos (mdp). Esa cantidad, como las demás que citaremos, incluye todo lo canalizado a través de diversidad de programas federales y asignaciones desde el Congreso.
Para el 2016, llegó al tope de todo el sexenio de Peña Nieto con 13 mil 199 mdp. Esto se lee también como una diferencia de 3 mil 464 mdp con respecto a 2012.
El sexenio de AMLO arrancó con una asignación de 12 mil 894 mdp para 2019. En ese momento no había proyecto Chapultepec.
Es 2021 el de más baja asignación a la Secretaría de Cultura, sin considerar la tajada anual del proyecto Chapultepec, con 10 mil 477 mdp. Esta cifra es cercana a la que se tuvo en 2008, que fue de 10 mil 123 mdp.
Para este 2023, sin Chapultepec, serán ejercidos alrededor de 12 mil 300 mdp, monto que remite al año de 2013, cuando fueron 12 mil 723.
Desagregamos lo de Chapultepec ya que no impacta la estructura central de la Secretaría de Cultura, por ser una obra en curso y que operativamente de manera integral se verá reflejada hasta el presupuesto de 2025.
Como sabemos, a partir de la irrupción del amloismo, se fueron suprimiendo diversidad de fuentes de financiamiento para el sector cultural.
En el ciclo peñista, lo que coloquialmente se conoció como “recursos etiquetados”, sumaron 11 mil 735 mdp. En otra bolsa, destinada a los estados hasta 2018, sumaron 4 mil 650 millones de pesos. Eso da 16 mil 385 mdp.
Por otro lado, en lo que refiere a los donativos vía donatarias culturales, entre 2019 y 2021 dejaron de captar 540 millones de pesos; se espera que sumen mil millones en 2024.
Vienen entonces dos insensateces. Primero la del Poder Ejecutivo como del Legislativo del último PRI (2013-2018), ya que debió asumir que lo alcanzado como presupuesto federal vía Conaculta de Felipe Calderón no era reducible ya que generó tanto necesidades como crecimiento. La segunda fue del mandatario López y del Congreso, ya que no sólo no repusieron, sino que quitaron más dinero.
En las cuentas, a partir de lo que no debió dejar de existir, se dejó de suministrar la cantidad de 32 mil 103 mdp. Hablamos de un promedio de 3 mil 200 mdp por año en el ciclo 2013-2023.
Bien. Entre 2019 y 2022 he realizado diversas solicitudes de información a organismos culturales de los estados como a universidades públicas en torno a la actividad sustantiva de difusión de la cultura. Con esa información, dichas instancias han perdido alrededor del 40% de sus presupuestos con relación a los del 2018.
Hipotéticamente cifré la reducción en 200 millones de pesos por entidad federativa por año en el ciclo 2019-2023. Esto arrojó el monto de 6 mil 400 mdp (que por cinco años) suman 32 mil mdp.
Van hasta ahora 64 mil 103 millones de pesos. Si agregamos los diferenciales que surgen del costo del dinero, la inflación, los precios de bienes y servicios a los que recurre el sector cultural, el impacto de la reducción de las compras de gobierno, la cotización del dólar en las importaciones, las mermas fiscales, lo que dejaron de gastar otras dependencias federales como Relaciones Exteriores y largo etcétera, habrá que sumar otros miles de millones de pesos.
Ante este panorama ¿cuál debería ser el presupuesto de la Secretaría de Cultura en este año? A partir de lo descrito y pensando en la tendencia de siempre en los diseños del gasto, es decir aumentos inerciales, debería rondar los 26 mil millones de pesos, es decir, un mínimo de mil millones por año del 2013 al 2023 considerando el extraordinario crecimiento del 2012.
Si se hubiera respetado el nivel alcanzado hace más de una década, reorganizando su despliegue con visión sectorial y eliminando el clientelismo que se criticó, argumento que, por cierto, retomó AMLO para extinguir miles de millones de pesos, otro gallo nos cantaría.
Por lo anteriormente expuesto, lo que la comunidad del sector cultural debería pedir a los aspirantes a presidente de la república y a los futuros legisladores es el compromiso de poner al día lo que como política económica y de financiamiento público demanda el sector. Sacarlo del enorme retraso acumulado donde lo que cuenta para lograrlo es el dinero.
¿Cómo hacer efectiva una suerte de devolución de efectivo al sector cultural y garantizar su ejercicio como sus efectos? La solución es cambiar el paradigma tanto de política cultural como de modelo institucional y generar un Sistema Nacional de Desarrollo Cultural. De eso nos ocuparemos en la siguiente entrega.