por Dámaso Morales Ramírez
El conflicto en Ucrania ha entrado en su decimoctavo mes, y el tablero de la guerra continúa en constante movimiento, diseñándose nuevas tácticas y estrategias militares y diplomáticas. En las últimas semanas, la atención se ha centrado en la reunión cumbre de Rusia con África, la reunión del G-20 y la próxima reunión de Vladimir Putin y el líder norcoreano Kim Jong-un. Estos eventos se enmarcan en una nueva estrategia de Putin, que se suma a una visión de guerra a largo plazo que favorezca su posición militar y le asegure mejores condiciones de negociación.
El análisis de la situación en Ucrania muestra que, a pesar de algunos avances recientes, la contraofensiva ucraniana no ha sido tan efectiva como se esperaba. Varias razones contribuyen a esta situación, incluido el entrenamiento de la OTAN que no se adapta completamente a las condiciones de guerra en Ucrania y la provisión lenta de armas por parte de los aliados. Occidente debe organizar mejor la contraofensiva frente al mejoramiento de tácticas de Rusia. Al menos los países aliados deben organizar estrategias conjuntas, con equipo adecuado, robotización para destruir minas, contraofensiva a la guerra electrónica (en la que los rusos han sido efectivos), dotación de equipo y armas militares, y adaptación a la doctrina militar de Ucrania.
El presidente ruso, Vladimir Putin ha aprendido de sus primeros fracasos militares y ha organizado una ofensiva más efectiva, la cual señala que la guerra puede alargarse mucho más. Putin espera que occidente se desgaste en su ayuda a Ucrania, esperando que algunos gobiernos de extrema derecha arriben al poder en Europa y posiblemente Trump a la presidencia de los Estados Unidos de América. Todo ello podría generarle un ambiente más favorable. La guerra prolongada puede modificar el tablero mundial y sus poderes, favoreciendo las alianzas rusas en África y América Latina. En efecto. Rusia ha implementado una estrategia de globalización de la guerra en múltiples dimensiones. Esto incluye esfuerzos para integrar a Rusia en redes comerciales, de defensa y financieras no occidentales, lo que busca dividir a occidente.
En ese sentido, Putin prevé una guerra más sangrienta, con un mayor peso de artillería que amedrente a la población civil ucraniana. Que disminuya su moral, su fuerza y su unidad. En este contexto es clave la próxima reunión con Corea del Norte para el suministro de munición de artillería, lo que permitirá mantener la presión sobre Ucrania con ataques de proyectiles letales, incluso a blancos civiles.
De igual manera el retiro de Rusia del acuerdo de granos busca un efecto negativo en el mercado de alimentos a nivel global, no sólo con el incremento de precios, lo cual tiene efectos negativos sobre otros sectores, generándose una mayor inflación global. También se incrementarían las presiones por alimentos en ciertos países que demandarían un enfoque diferente a la guerra. Putin estaría acercándose a países que podrían tomar una posición aliada o mantenerse fuera de las políticas de occidente, a cambio de acuerdos favorables de suministros de alimentos. Rusia hay que recordar es un gran productor de granos y su posición mundial e ingresos mejorarían. En este punto hay que recordar que los esfuerzos del presidente de Turquía (Recep Tayyip Erdogan) en su reciente reunión con Putin no tuvieron éxito para reactivar el acuerdo.
Putin ha modificado su visión militar, diplomática y de recursos estratégicos, visión en la que las naciones del mundo, desde su perspectiva, pueden acercarse a su posición en contra de occidente.
Miembro de la Unidad de Estudio del COMEXI sobre la crisis Rusia-Ucrania. Profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.