/ miércoles 9 de octubre de 2024

Hablar de Tlalpan es hablar de la ciudad

El panista Rafael Moreno Valle, fue el primer gobernante en concretar una infraestructura ciclista elevada. No entiendo cómo fue que Clara Brugada se inspiró en él para hacer el planteamiento de un segundo piso de movilidad activa en Calzada de Tlalpan, pero en todo caso esta propuesta puede servir para calar el talante democrático de la Jefa de Gobierno, no sólo por retomar una agenda panista, sino además para aceptar una deliberación pública al respecto.

La Calzada de Tlalpan, en efecto, es un gran divisor de la ciudad. Al oriente, el equipamiento urbano es más débil y los ingresos menores; al poniente, en cambio, tiende a haber prosperidad material. Si el proceso no empezó con la apertura del metro en 1969, por lo menos se reforzó. La elección de 2021 lo retrató a la perfección.

Hace unos días, justamente, en mi canal (youtube.com/@RobertoRemes), reflexionaba acerca de qué hacer con Calzada de Tlalpan. En mi visión, la línea 2 del metro debe crecer no sólo hacia el Estadio Azteca sino hasta Caminero para mejorar la conectividad de los teleféricos de Contreras, Tlalpan y Xochimilco, pero además, hay que buscar algunos soterramientos tanto del transporte público como de los carriles de automóvil, para lograr la integración urbana.

En mi análisis, podemos lograr una buena conectividad oriente - poniente a la altura de la Álamos, la Portales, Ciudad Jardín, San Pablo Tepetlapa y Santa Úrsula. Yo no sugiero enterrar todo, pero sí tramos de un kilómetro. No obstante, en distintos momentos, desde hace una década, he analizado la posibilidad que anunció Clara Brugada para un andador elevado por Calzada de Tlalpan. Mi conclusión es la que expreso: trabajar paulatinamente en la integración por tramos, porque una calzada elevada sólo ofrece conectividad norte - sur, pero mantiene la barrera de este a oeste.

En Puebla, la pasarela elevada es un gran fracaso, no entiendo por qué Brugada se inspiró en un proyecto panista con pocos usuarios, inseguridad, alto costo de mantenimiento y con impactos relevantes en la construcción.

En el caso de un elevado sobre Tlalpan me preocupan muchos detalles: los accesos, los cambios de nivel para librar tanto las estaciones como el paso a desnivel de Chabacano y eventualmente el de Tasqueña.

Reconozco que tiene un riesgo muy positivo: si funciona, la ciudad terminará conformando una red con estas infraestructuras en el Viaducto, Zaragoza, Río Consulado y otras vías, lo que facilitará el uso de la bicicleta en grandes distancias; por el contrario, si no funciona, puede convertirse en un elefante blanco que retrase el crecimiento en el uso de la bicicleta. Me preocupa que no sólo no ayude a mejorar la integración del oriente con el poniente, sino que la dificulte, reforzando la división urbana entre ambas márgenes de Tlalpan.

En conclusión, si bien ya lo prometió, esperaría una discusión más profunda sobre el proyecto, el análisis de la experiencia de Puebla, que el Congreso de la Ciudad de México convoque a algún foro sobre las barreras urbanas antes de asignar fondos al proyecto. En general, me parece que es la oportunidad de demostrar que hay vocación democrática abriendo la reflexión sobre las soluciones a las barreras que representan Tlalpan y otras avenidas, o también la oportunidad de demostrar que no hay tal vocación.