/ sábado 27 de julio de 2024

Hacer tribu: convivir en familia

por Marco Antonio Lôme Soriano


Hace un tiempo tuve la oportunidad de trabajar en Brasil y recuerdo que visitando una de las ciudades del Sur, una de las personas con las que reflexionaba sobre los aspectos culturales del país, me dijo: “lo que más nos gusta es hacer tribu”. Me llamó la atención esta expresión y le pregunté: “¿Qué es eso de hacer tribu?”. A lo que me respondió: “convivir en familia”. ¡Wow! Esta expresión se me quedó muy grabada porque cuando me pongo a pensar en los recuerdos más felices que tengo de mi infancia son esos momentos de “tribu”: juegos, vacaciones, reuniones familiares, salidas al bosque, etc.

Experiencias que cada vez que vuelvo a ellos mi corazón se regocija: son las huellas de felicidad que hay en mi corazón. Todos ellos en familia. Esto me llama mucho la atención, porque si hoy damos un vistazo a la actualidad, debido al trabajo y a ciertas necesidades reales o creadas, suele ser difícil pasar tiempo de cantidad y calidad en familia que a veces no se le da la importancia que se merece. Sabemos que el exceso de tecnología y el mal uso de redes sociales, terminan por absorber un tiempo importante y de calidad para la convivencia familiar. Nos están llevando a perdernos unos a otros. Cada uno va con un slogan inconsciente de “sálvese quien pueda”, lo que lleva a la esclerocardia del corazón: la dureza de corazón.

Las estadísticas en torno a la reflexión social nos muestran que una de las causas de la fragmentación familiar es la falta de convivencia (espacios donde se generan comunicación y conocimiento). Esta ausencia impide experiencias humanizadoras que no sólo dejan huellas de felicidad en las personas, sino que enseñan a convivir socialmente para hacer un mundo más humano. La desintegración familiar se manifiesta con la ruptura de estos lazos principales que unen el núcleo familiar.

Hoy la solución es volver a tocar ese corazón que tiene toda familia: convivir para crear vínculos valiosos. Esta es una tarea que todos tenemos que trabajar, pero especialmente los padres quienes deber abrir y buscar eso espacios humanizadores con todos los miembros de la familia. La familia es un don y el pasar tiempo en familia se convierte en una tarea que todos los miembros de la familia debemos buscar. Volver a mirarnos, saber que nos existimos unos a otros, salir de nosotros mismos para encontrarnos mutuamente, conectar a través de la convivencia familiar para conocernos, aceptarnos, respetarnos, consolarnos, potenciarnos... Es decir, crear auténticos vínculos que se fortalecen en la convivencia.

Recientemente vi un video de un experimento social de Oreo, donde a unos niños se les da elegir un juguete nuevo o pasar más tiempo con sus papás. A lo que los niños anhelaban más tiempo con sus papás. Los niños decían que los juguetes siempre se pueden recuperar, pero el tiempo de jugar con sus papás es un tiempo que no se puede recuperar. Hoy frente a la sociedad de los hijos huérfanos de padres vivos, es necesaria la presencia física de los padres con sus hijos y también de los hijos con sus padres. Es decir, recuperar la convivencia familiar porque es un tiempo que no se puede recuperar y que son esos momentos que crean recuerdos valiosos. A veces se sabe más del mundo exterior y poco de lo que sucede en el interior de nuestras familias.

Pasar tiempo en familia crea un ambiente estable y sano que ayuda a ser personas más seguras, confiadas en nosotros mismos, amables y respetuosas, capaces de relacionarnos y desarrollarnos con los demás miembros de la familia. El convivir favorece que la relación familiar se fortalezca. La esencia no radica sólo en divertirse juntos, sino en generar lazos de confianza y fortalecer el cariño entre todos: ponerse en existencia. La convivencia familiar permite “mirarnos”, que somos valiosos, que no somos invisibles, que no somos indiferentes, que la existencia de cada uno de la familia tiene sentido porque cada uno es un don para los demás.

Hace unos años tuve la oportunidad de participar en una investigación donde observábamos a familias por una hora (sin teléfonos móviles) poniéndolos a jugar juegos de mesa (de destreza, creatividad, competencia, colaboración). Además de observar cómo se relacionaban, quién era tolerante a la frustración o quien sabía ganar o perder… Descubrimos que ese momento provocaba diálogos espontáneos entre ellos, hablaban de sus gustos, de sus frustraciones, de lo que les había pasado en el día, se contaban anécdotas, se revelaban secretos o necesidades y la mayor parte del tiempo se desvelaban sonrisas y carcajadas. Después de este momento, las familias salían motivadas a poner en sus rutinas familiares tiempos de convivencia. Les daba una grata experiencia que tocaba el corazón.

Esta experiencia nos llevó a la conclusión que el tener actividades familiares no sólo fortalecía la unión familiar, sino que se abrían espacios de confianza y que esto más adelante abría un camino que las personas ante las dificultades pudieran darse cuenta que la familia es el lugar donde uno puede sentirse apoyado, escuchado, aceptado, respetado, impulsado… amado.

Se dice que pasar tiempo en familia da una mayor estabilidad emocional porque al vivir momentos de calidad con quienes amamos los vínculos afectivos se fortalecen, la comunicación mejora, se libera el estrés y la tensión, se favorece el conocimiento mutuo, se crean ambientes de apoyo, comunicación, comprensión y colaboración.

El tiempo en familia no es buscar viajes costosos o invertirle una gran cantidad de dinero. Es compartir y buscar actividades en las que se despierte la imaginación y la creatividad para que puedan disfrutar todos. La clave es encontrar actividades que todos disfruten y que se ajusten a los intereses y horarios de cada miembro de la familia. Incorporar estas actividades en la rutina familiar puede tener un impacto positivo significativo en la dinámica familiar.

He aquí algunas ideas que favorecen la convivencia familiar: ver y analizar una película juntos (con palomitas), compartir historias familiares, ver fotos familiares, noches de juegos de mesa (para grande y pequeños), hacer días de picnic, armar un rompecabezas, jugar a las escondidas, visitar un museo o un lugar histórico, ir a un parque de diversiones, pasear, armar legos, andar en bicicleta, cocinar, decorar una habitación, hacer voluntariado (limpiar un parque, recolectar alimentos…), realizar proyectos de arte y manualidades, acompañar a los hijos a hacer las tareas, asistir a sus encuentros deportivos o presentaciones artísticas, etc. Lo importante aquí es que juntos se pongan de acuerdo sobre qué cosas harán en familia como parte de una rutina.

Finalmente, el pasar tiempo juntos es propiciar la comunicación familiar. Algunos han hecho un juego de cartas en las que vienen preguntas acerca de los gustos, pasiones, lecturas, películas, personalidad, experiencias o anécdotas de los miembros de la familia. Se trata de descubrirse unos a otros acerca de lo que se vive, se siente, se aprende, se anhela… Estos espacios son muy valiosos porque lo tendrán presente a lo largo de su vida. La cantidad de tiempo que puedan repetir estas experiencias y la constancia de estos espacios serán los que marquen la continuidad de la presencia de los miembros de la familia en sus vidas. Quedarán marcados como sus momentos felices a los cuales podrán recurrir cuando los necesitan.

Hacer tribu es lo que hoy puede salvar a la sociedad, pero en especial a la familia porque son como lecciones de vida en la gran escuela de amor que es la familia. ¡Hagamos tribu y salvemos el mundo!



Director del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las ciencias del

Matrimonio y Familia, plantel Guadalajara.