/ viernes 5 de julio de 2024

Hojas de papel | 8 de julio no se olvida

A la media tarde del 8 de julio de 1976, un grupo de periodistas salía apresurado de su periódico en el Paseo de la Reforma del entonces Distrito Federal. Iban en un grupo nutrido. Hombro con hombro. Concentrados. Caminaban firmes. Definitivos. Apesadumbrados. Indignados. Tristes. Unidos. Orgullosos, sí.

Atrás quedaba un periódico que por muchos años había sido emblema mexicano de buen periodismo. Uno de los periódicos más importantes de América Latina. Un periódico de su tiempo cuyo sello era el de la innovación. El equilibrio. Pluralidad.

… Con crítica indispensable, justificada siempre. Investigación periodística. Alta calidad en el trabajo de sus reporteros y su equipo editorial y de diseño. En él se encontraban la básica nota informativa bien informada; reportajes de gran calado; crónicas supremas; entrevistas reveladoras; artículos de opinión con muchas de las mejores plumas y firmas del país.

Si. Era un gran periódico. Y por lo mismo sus observaciones críticas indignaban aún más al presidente de entonces, Luis Echeverría Álvarez, y a quien se le retorcían las tripas cada vez que el periodismo le mostraba errores y le hacían observaciones mostrándole escenarios distintos a los suyos como opción. El populismo rampante estaba ahí, a la vista, dañino como siempre.

Los periodistas que caminaban esa tarde por Paseo de la Reforma sabían que en ese momento dejaban a sus espaldas la larga historia de un periódico que había nacido en marzo de 1917. Su fundador fue el empresario Rafael Alducín Bedoya, y a su periódico lo llamó “Excélsior”.

Excélsior” que es un adjetivo latino, comparativo de "excelsus"; traducido a menudo como "superior" o "más alto": "siempre ascendente".

En principio fue una Sociedad Anónima. Y así funcionó algunos años. Pero al morir su fundador en 1924 pasó a manos de su esposa Consuelo Thomalen, sin éxito. Y a punto de la quiebra, la empresa entregó el periódico y sus derivados a sus trabajadores. Estos se organizaron en una cooperativa y así funcionó a partir de esa fecha.

En 1968 asumió la dirección general del periódico Julio Scherer García, un periodista que había reporteado para el diario desde 1946. Llegaba ahora con la intención de incrementar el prestigio y la fortaleza impulsados por Manuel Becerra Acosta cuando fue director años antes.

Los periodistas que caminaban esa tarde por Paseo de la Reforma sabían que en ese momento dejaban a sus espaldas la larga historia de un periódico que había nacido en marzo de 1917

Así, el 18 de marzo de 1969, ante mil cooperativistas, el director del Excélsior informó:

Excélsior cumple su misión de informar y educar. Tiene un objetivo, una meta: La verdad. Para alcanzarla ha adoptado una actitud: la buena fe. Nuestro trabajo tiene, más que un contenido político, una razón moral: la lucha incesante por la verdad sólo comparable a un fenómeno de la naturaleza: imposible de ocultar, imposible de contener.”

Y para llevar a cabo su tarea se hizo de un grupo de periodistas de altísimo rango en distintas tareas editoriales: Por supuesto Miguel Ángel Granados Chapa, Francisco Ortiz Pinchetti, Miguel López Azuara, Francisco Fe Álvarez, Enrique Maza, Rafael Rodríguez Castañeda, Samuel del Villar, Froylán López Narváez y tantos más, así como muchos y excelentes reporteros, entre los que destacaban Carlos Ferreyra Carrasco, Carlos Marín…

Entre los analistas estaban José Emilio Pacheco –en cultura-, Gastón García Cantú, Ricardo Garibay, Juan José Hinojosa, Jorge Ibargüengoitia, Armando Labra, Pablo Latapí, Carlos Monsiváis, Ángeles Mastretta, Samuel Máynez, Rogelio Naranjo –cartonista- José Emilio Pacheco, Carlos Pereyra, Abel Quezada –cartonista-, Esther Seligson, Abelardo Villegas, Heberto Castillo, Alejandro Avilés, José Antonio Alcaraz, Antonio Delhumeau, Salvador Elizondo, Daniel Cosío Villegas… muchos más.

Pero las cosas no estaban nada bien para el país, y por tanto el periodismo tenía que destacar los grandes problemas nacionales. Y esto generaba rispidez entre el gobierno y “Excélsior” que día a día recibía mensajes admonitorios desde la presidencia de México. Pero seguía en su tarea.

Como es usual, el gobierno en el poder quiere inflar lo que considera buenos actos de su mandato en tanto que busca ocultar sus errores; le indigna que la prensa de a conocer estos, no en un afán de contraposición, pero sí en un afán de informar a los ciudadanos lo que pasa y lo que ocurre.

Para 1976, casi al término de la gestión de Echeverría, el país estaba en crisis. El gobierno incrementó el gasto público en infraestructura e impulsó la operación de empresas paraestatales sin el respaldo de ingresos tributarios y obligando a mantener la paridad cambiaria.

El incrementado déficit público fue financiado mediante incrementos sucesivos del encaje legal del Banco de México, deuda pública y aumento del dinero en circulación sin respaldo de la Casa de Moneda. Como consecuencia hubo una enorme fuga de capitales del país.

El 31 de agosto de ese 1976, Banxico se retiró del mercado de cambios y el peso quedó en flotación, es decir su valor era ahora determinado por la oferta y la demanda. Esta medida no sólo ocasionó la devaluación del peso, también la contracción de la economía y esa mayor inflación.

Echeverría orientó sus esfuerzos a la construcción de infraestructura petrolera: la solución –decían- está en el petróleo. En 1976 la deuda externa fue del orden de 25,716 millones de dólares lo que significaba el aumento del 29.1% con relación a 1970.

En las calles había inquietud. La gente se mostraba inconforme con el estado de su propia economía doméstica y la inseguridad laboral. La guerra de guerrillas era una realidad casi incontrolable. La represión también estaba en el ambiente.

Era natural que “Excélsior”, buscara el punto de equilibrio informativo sin dejar de mostrar el deterioro en la economía, la política, la inquietud social. La educación navegaba en manos sindicales. La salud era una promesa pero faltaba mucho para ser una solución. Y tanto más.

Una cosa es cierta: el golpe a la Libertad de Expresión en México ese 8 de julio, día que no se olvida, fue fatal. Cargado de venganza. Cargado de resentimiento.

Agobiado por la crítica, Echeverría urdió un plan para terminar con su crítico más firme. Se alió con un grupo de cooperativistas de “Excélsior” a quienes prometió el control de la Cooperativa, la dirección del diario y el apoyo gubernamental. Bajo estas circunstancias se llevó a cabo una Asamblea de cooperativistas el 8 de julio de 1976. El grupo adverso a la dirección de Julio Scherer García iba con todo. Y con mucha violencia.

“La misma madrugada de ese día, a punto de imprimirse en los talleres la página 22 del rotativo ―donde 49 colaboradores denunciaban, bajo el título “¡Libertad de Expresión!”, la cercanía de una agresión de Estado hacia la libertad de prensa en México--, decenas de trabajadores ingresaron y tomaron las instalaciones. Después vino el fingimiento, la simulación de legalidad: una asamblea exaltada y agresiva decidió la expulsión de Julio Scherer, Miguel Ángel Granados Chapa y Hero Rodríguez Toro, entre otros…”

El ambiente estaba exaltado. Los aliados del gobierno estaban decididos a tomar el diario. Los directivos no tenían más apoyo que su propia dignidad y el periodismo que habían hecho durante los ocho años recientes a ese 1976. Imposible dialogar. La decisión estaba tomada. Las agresiones se convertían en amenazas.

A través de un mensajero, los cooperativistas oficialistas dieron quince minutos de plazo para abandonar el inmueble bajo la amenaza de “fatídicas consecuencias”. Pese al gran apoyo de la sociedad civil, Julio Scherer y su gente estaban en vilo. Al final sí, decidieron salir. Tenían que salir. “Excélsior” había quedado en manos del gobierno a través de sus aliados internos.

Por supuesto hay versiones sobre lo ocurrido. Y justificaciones o críticas. Pero una cosa es cierta: el golpe a la Libertad de Expresión en México ese 8 de julio, día que no se olvida, fue fatal. Cargado de venganza. Cargado de resentimiento.

Salían de “Excélsior” los que impulsaron un nuevo periódico y ese periodismo nuevo, novedoso, responsable y ético.

Aquellos periodistas de su tiempo vivieron el interminable abuso del poder político y de los recursos públicos para acallarlos, para silenciarlos, para anularlos…

Pero no fue tanto así, porque ese día surgió una nueva etapa del periodismo mexicano; quienes salieron de aquel “Excélsior” ese día, fundaron: “Proceso”; “Razones”; “UnomásUno”; “La Jornada”… Y muchos nuevos periodistas que ya tendrían espacios para ese nuevo mundo aunque, de tiempo en tiempo, el vicio del poder quiera someter a la verdad. Nunca lo conseguirá.

Las noticias, señor”.

A la media tarde del 8 de julio de 1976, un grupo de periodistas salía apresurado de su periódico en el Paseo de la Reforma del entonces Distrito Federal. Iban en un grupo nutrido. Hombro con hombro. Concentrados. Caminaban firmes. Definitivos. Apesadumbrados. Indignados. Tristes. Unidos. Orgullosos, sí.

Atrás quedaba un periódico que por muchos años había sido emblema mexicano de buen periodismo. Uno de los periódicos más importantes de América Latina. Un periódico de su tiempo cuyo sello era el de la innovación. El equilibrio. Pluralidad.

… Con crítica indispensable, justificada siempre. Investigación periodística. Alta calidad en el trabajo de sus reporteros y su equipo editorial y de diseño. En él se encontraban la básica nota informativa bien informada; reportajes de gran calado; crónicas supremas; entrevistas reveladoras; artículos de opinión con muchas de las mejores plumas y firmas del país.

Si. Era un gran periódico. Y por lo mismo sus observaciones críticas indignaban aún más al presidente de entonces, Luis Echeverría Álvarez, y a quien se le retorcían las tripas cada vez que el periodismo le mostraba errores y le hacían observaciones mostrándole escenarios distintos a los suyos como opción. El populismo rampante estaba ahí, a la vista, dañino como siempre.

Los periodistas que caminaban esa tarde por Paseo de la Reforma sabían que en ese momento dejaban a sus espaldas la larga historia de un periódico que había nacido en marzo de 1917. Su fundador fue el empresario Rafael Alducín Bedoya, y a su periódico lo llamó “Excélsior”.

Excélsior” que es un adjetivo latino, comparativo de "excelsus"; traducido a menudo como "superior" o "más alto": "siempre ascendente".

En principio fue una Sociedad Anónima. Y así funcionó algunos años. Pero al morir su fundador en 1924 pasó a manos de su esposa Consuelo Thomalen, sin éxito. Y a punto de la quiebra, la empresa entregó el periódico y sus derivados a sus trabajadores. Estos se organizaron en una cooperativa y así funcionó a partir de esa fecha.

En 1968 asumió la dirección general del periódico Julio Scherer García, un periodista que había reporteado para el diario desde 1946. Llegaba ahora con la intención de incrementar el prestigio y la fortaleza impulsados por Manuel Becerra Acosta cuando fue director años antes.

Los periodistas que caminaban esa tarde por Paseo de la Reforma sabían que en ese momento dejaban a sus espaldas la larga historia de un periódico que había nacido en marzo de 1917

Así, el 18 de marzo de 1969, ante mil cooperativistas, el director del Excélsior informó:

Excélsior cumple su misión de informar y educar. Tiene un objetivo, una meta: La verdad. Para alcanzarla ha adoptado una actitud: la buena fe. Nuestro trabajo tiene, más que un contenido político, una razón moral: la lucha incesante por la verdad sólo comparable a un fenómeno de la naturaleza: imposible de ocultar, imposible de contener.”

Y para llevar a cabo su tarea se hizo de un grupo de periodistas de altísimo rango en distintas tareas editoriales: Por supuesto Miguel Ángel Granados Chapa, Francisco Ortiz Pinchetti, Miguel López Azuara, Francisco Fe Álvarez, Enrique Maza, Rafael Rodríguez Castañeda, Samuel del Villar, Froylán López Narváez y tantos más, así como muchos y excelentes reporteros, entre los que destacaban Carlos Ferreyra Carrasco, Carlos Marín…

Entre los analistas estaban José Emilio Pacheco –en cultura-, Gastón García Cantú, Ricardo Garibay, Juan José Hinojosa, Jorge Ibargüengoitia, Armando Labra, Pablo Latapí, Carlos Monsiváis, Ángeles Mastretta, Samuel Máynez, Rogelio Naranjo –cartonista- José Emilio Pacheco, Carlos Pereyra, Abel Quezada –cartonista-, Esther Seligson, Abelardo Villegas, Heberto Castillo, Alejandro Avilés, José Antonio Alcaraz, Antonio Delhumeau, Salvador Elizondo, Daniel Cosío Villegas… muchos más.

Pero las cosas no estaban nada bien para el país, y por tanto el periodismo tenía que destacar los grandes problemas nacionales. Y esto generaba rispidez entre el gobierno y “Excélsior” que día a día recibía mensajes admonitorios desde la presidencia de México. Pero seguía en su tarea.

Como es usual, el gobierno en el poder quiere inflar lo que considera buenos actos de su mandato en tanto que busca ocultar sus errores; le indigna que la prensa de a conocer estos, no en un afán de contraposición, pero sí en un afán de informar a los ciudadanos lo que pasa y lo que ocurre.

Para 1976, casi al término de la gestión de Echeverría, el país estaba en crisis. El gobierno incrementó el gasto público en infraestructura e impulsó la operación de empresas paraestatales sin el respaldo de ingresos tributarios y obligando a mantener la paridad cambiaria.

El incrementado déficit público fue financiado mediante incrementos sucesivos del encaje legal del Banco de México, deuda pública y aumento del dinero en circulación sin respaldo de la Casa de Moneda. Como consecuencia hubo una enorme fuga de capitales del país.

El 31 de agosto de ese 1976, Banxico se retiró del mercado de cambios y el peso quedó en flotación, es decir su valor era ahora determinado por la oferta y la demanda. Esta medida no sólo ocasionó la devaluación del peso, también la contracción de la economía y esa mayor inflación.

Echeverría orientó sus esfuerzos a la construcción de infraestructura petrolera: la solución –decían- está en el petróleo. En 1976 la deuda externa fue del orden de 25,716 millones de dólares lo que significaba el aumento del 29.1% con relación a 1970.

En las calles había inquietud. La gente se mostraba inconforme con el estado de su propia economía doméstica y la inseguridad laboral. La guerra de guerrillas era una realidad casi incontrolable. La represión también estaba en el ambiente.

Era natural que “Excélsior”, buscara el punto de equilibrio informativo sin dejar de mostrar el deterioro en la economía, la política, la inquietud social. La educación navegaba en manos sindicales. La salud era una promesa pero faltaba mucho para ser una solución. Y tanto más.

Una cosa es cierta: el golpe a la Libertad de Expresión en México ese 8 de julio, día que no se olvida, fue fatal. Cargado de venganza. Cargado de resentimiento.

Agobiado por la crítica, Echeverría urdió un plan para terminar con su crítico más firme. Se alió con un grupo de cooperativistas de “Excélsior” a quienes prometió el control de la Cooperativa, la dirección del diario y el apoyo gubernamental. Bajo estas circunstancias se llevó a cabo una Asamblea de cooperativistas el 8 de julio de 1976. El grupo adverso a la dirección de Julio Scherer García iba con todo. Y con mucha violencia.

“La misma madrugada de ese día, a punto de imprimirse en los talleres la página 22 del rotativo ―donde 49 colaboradores denunciaban, bajo el título “¡Libertad de Expresión!”, la cercanía de una agresión de Estado hacia la libertad de prensa en México--, decenas de trabajadores ingresaron y tomaron las instalaciones. Después vino el fingimiento, la simulación de legalidad: una asamblea exaltada y agresiva decidió la expulsión de Julio Scherer, Miguel Ángel Granados Chapa y Hero Rodríguez Toro, entre otros…”

El ambiente estaba exaltado. Los aliados del gobierno estaban decididos a tomar el diario. Los directivos no tenían más apoyo que su propia dignidad y el periodismo que habían hecho durante los ocho años recientes a ese 1976. Imposible dialogar. La decisión estaba tomada. Las agresiones se convertían en amenazas.

A través de un mensajero, los cooperativistas oficialistas dieron quince minutos de plazo para abandonar el inmueble bajo la amenaza de “fatídicas consecuencias”. Pese al gran apoyo de la sociedad civil, Julio Scherer y su gente estaban en vilo. Al final sí, decidieron salir. Tenían que salir. “Excélsior” había quedado en manos del gobierno a través de sus aliados internos.

Por supuesto hay versiones sobre lo ocurrido. Y justificaciones o críticas. Pero una cosa es cierta: el golpe a la Libertad de Expresión en México ese 8 de julio, día que no se olvida, fue fatal. Cargado de venganza. Cargado de resentimiento.

Salían de “Excélsior” los que impulsaron un nuevo periódico y ese periodismo nuevo, novedoso, responsable y ético.

Aquellos periodistas de su tiempo vivieron el interminable abuso del poder político y de los recursos públicos para acallarlos, para silenciarlos, para anularlos…

Pero no fue tanto así, porque ese día surgió una nueva etapa del periodismo mexicano; quienes salieron de aquel “Excélsior” ese día, fundaron: “Proceso”; “Razones”; “UnomásUno”; “La Jornada”… Y muchos nuevos periodistas que ya tendrían espacios para ese nuevo mundo aunque, de tiempo en tiempo, el vicio del poder quiera someter a la verdad. Nunca lo conseguirá.

Las noticias, señor”.

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