Qué gusto y requetegusto da caminar por esos pasillos universitarios, como estudiante, digo. Es genial. Un placer sin igual. Una enorme felicidad. Un triunfo adelantado.
Y más aún cuando uno entra al aula que nos toca y en donde se compartirán sueños, ilusiones, aspiraciones, emociones y tantas ciones que sería cosa de nunca acabar: porque eso somos los estudiantes que acudimos a aprender a las escuelas de estudios superiores para ser licenciados, contadores, administradores, filósofos, escritores, doctores, abogados, astronautas, científicos de lo exacto, científicos sociales… tanto más… Y hasta periodistas de fuste.
Estar ahí en el mero ombligo del conocimiento, de la luz, de las estrellas, estrellitas y asteroides. Y ver a tantos más, como yo, como cada uno, como todos, que estamos ahí, cada año más y cada año menos, los que llegan y los que se van; todos para estudiar, para saber, para entender que la O es redonda como nos mostraron nuestros queridos maestros de primaria, pero ahora debemos aprender ¿por qué es redonda esa O?...
Y eso: no hay nada más emocionante y emotivo que llegar a la Universidad. A tantas universidades que hay en el país, públicas o privadas, y a las que llegan muchachos y muchachas para hacerse gente de bien, gente de trabajo y conocimiento, gente que verá al mundo de manera distinta a lo que era hasta hace unos meses y años. Con el conocimiento y la sabiduría todo se transforma.
Ir a una universidad es un sueño para muchos de nosotros, gente de a pie, gente de bien, de trabajo que somos y de padres que se esmeran, se esfuerzan y sacrifican lo que tienen y pueden para que “mi muchacho vaya a la universidad” …
“Porque ¿sabe usted? Mi hijita acaba de ingresar a la universidad para ser una doctora, es lo que escogió, es lo que quiere ser y nosotros, pues qué le vamos a decir, es su futuro, es su vida… pero también es nuestra ilusión, que sea algo en la vida, mucho mejor que nosotros que ya ve, apenas sabemos ‘la O por lo redondo”.
Esto es así sobre todo entre muchachos que no somos nada linajudos y ni siquiera “pequeño burgueses”. Para nosotros, los de trabajo, estar en la universidad es un reto y un mérito; es la culminación de un sueño que se hace realidad en cuanto miramos al frente, como es el caso de la Universidad Nacional Autónoma de México…:
La universidad nos forja destino y nos da herramientas para la lucha que sigue. Nos da carácter. Nos da formación humana
… Cuando vemos sus edificios emblemáticos. Pisamos por primera vez sus baldosas, su césped, sus pasillos entre facultades, cruzamos su arbolada, su floresta, sus caminos ires y venires; su enorme y prodigiosa Biblioteca, orgullo que es para todos; y su rectoría y sus distintos centros de trabajo, de investigación, de reflexión, de solaz, de alegría y de compartimiento:
Todos ahí, miles en su campus principal y en sus sedes regionales: es un mundo entero de muchachos y muchachas que caminan con los libros bajo el brazo, con los pantalones raídos, con las playeras a tono, con los audífonos aislantes de la realidad, pero sobre todo está la gran luz que nos enseña que todos tenemos derecho a ella, que el sol es redondo y colorado y nos alumbra a todos: así la educación profesional. Así, ser estudiante es un privilegio.
La universidad nos forja destino y nos da herramientas para la lucha que sigue. Nos da carácter. Nos da formación humana. Nos da la ciencia y la tecnología. Nos da las letras y el pensamiento. La filosofía que fue y la que es la filosofía de la vida. Y nos da la suavidad dúctil del médico que habrá de curar cuerpos, y almas. Y tantas carreras como vocaciones hay.
Pero sobre todo nos da emociones para ver y querer mejorar las cosas que vemos y que vivimos. Las cosas que nos detenían para avanzar en nuestras vocaciones profesionales y personales.
Y también es cierto. Miles-miles-miles de jóvenes mexicanos dotados y capaces no llegan a la universidad. Cosas de la vida y de “las clases sociales” que se dice.
Algunos porque tienen que trabajar para el sustento personal y familiar; otros porque sienten que sus capacidades no les alcanzan para llegar ahí -aunque no siempre es cierto, las capacidades, como la gimnasia, hay que ejercitarlas para estar en forma-.
Ser estudiante es cosa de cada uno, y de la emoción con que se tome el llegar ahí
Otras veces porque los muchachos y muchachas viven en un entorno de difícil solución y no están en condiciones para alejarse del lugar o de la familia porque hoy el camino para vivir en México está lleno de piedras, pedruscos, piedrotas. Porque alguien de la familia requiere su atención permanente. O el negocio familiar… Hoy también porque el crimen organizado acecha comunidades, pueblos, villas, municipios, estados… capital del país…
O también: simple y sencillamente porque algunos muchachos y muchachas no quieren estudiar más. Y también se da el caso de estudiantes que se inscriben en su universidad y no concluyen los estudios: son varias las razones por las que el globo de retención es grande en la UNAM. Pero qué se le va a hacer: la oportunidad es para todos.
Ser estudiante es cosa de cada uno, y de la emoción con que se tome el llegar ahí, a la universidad, como es el caso de la UNAM, que es la universidad de todos los mexicanos, la mejor universidad del mundo y del universo (¡Claro que sí) y que nos abre sus puertas de par en par, para caminar con los libros abiertos o bajo el brazo; con las libretas de apuntes, plumas y lápices, pero sobre todo para llenar la maceta de sabiduría e ideas.
Ser estudiante es, por otro lado, una enorme responsabilidad. La es con uno mismo. Porque es para uno mismo que se estudia y se quiere diseñar el camino para el futuro éxito… o acaso fracaso; esto depende de cada uno de nosotros, de la vida y del destino…
Pero independiente de ese ‘fatum’ está el que como estudiantes aprendamos a utilizar esas herramientas con que se nos dota para abrir caminos y veredas y apretar tuercas y máquinas en el camino que sigue. Todo será éxito si esas herramientas son bien utilizadas y mejor aprovechadas. Y nuestra historia seguirá, pero por otros derroteros y otros paisajes, ya maravillosos y coloridos… o acaso para algunos tenebrosos y espesos de obscuridad.
¿Y por qué el rollo mareador sobre el estudiante y sus estudios y su universidad y su futuro feliz? Pues simple y sencillamente porque el jueves 23 de mayo es el “Día Internacional del Estudiante”. Si. Eso mero. Ese día se celebra que hay estudiantes y hay estudiosos, que hay gente en el mundo que quiere saber y que quiere ser feliz por medio del trabajo arduo que es el estudio.
Ser estudiante es, por otro lado, una enorme responsabilidad
Y conviene en todo caso hacer una pequeña precisión: El alumno está matriculado y ya es parte de la numeralia de la fundación educativa a la que se inscribió, con eso es suficiente: Ya es un alumno.
¡Ah, pero el estudiante es algo más que un simple alumno! El estudiante es parte de la misma institución, pero la variable radica en que con este carácter fortalece su estancia universitaria, su identidad educativa; el aprendizaje y conocimiento; la intensidad de la enseñanza y el discernimiento universal del pensamiento y la sabiduría.
Se es estudiante cuando se estudia. Se es estudiante cuando se quiere aprender de los maestros milagrosos y de nuestros compañeros queridos en la universidad, y el entorno que nos diseña también.
Todo aquello que despierta en nuestra conciencia y en el alma y en el corazón ese ánimo por querer ser ese profesionista que un día habrá de cambiar al mundo en la disciplina que cada uno de los estudiantes elija. Esa será nuestra revolución: La propia y la externa.
“Querido señor Germain: He esperado a que se apagase un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted.
“Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto.
“No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su estudiante agradecido. Le mando un abrazo de todo corazón.” Albert Camus. (Carta a su maestro luego de recibir el Premio Nobel de Literatura en 1957).