En todo país, en toda nación o Estado hay un espacio reservado para el recuerdo, para el testimonio de verdad o mentira, para el resguardo de nuestra memoria, sin olvido.
Son lugares en los que los seres humanos queremos mantener con orden, bien clasificados y bajo resguardo, las claves de lo que fuimos, hemos sido y la letra de lo que por entonces queríamos ser… hoy sabemos si se consiguió o no…
Pero todo, o casi todo está ahí, en los Archivos nacionales, estatales, municipales. Están cartas, están documentos fundacionales y fundamentales, están aspiraciones, planes nacionales, mapas de cómo fuimos, están, en los archivos de fotografía el cómo eran nuestros abuelos y abuelas, nuestros padres y madres… Están sus misivas, ya políticas, estratégicas, de guerra, de amor y testimonios tangibles del camino de los hombres en distintas etapas de la vida humana.
… Están fotografías, aun en daguerrotipo, de cómo era el lugar en el que vivían nuestros abuelos y sus abuelos y sus más abuelos; cómo era su espacio de vida y de forma de ser y de vestir y mirar con ojos azorados el instante mismo de la fotografía que luego pasará a formar parte del archivo familiar, para el recuerdo…o para los archivos de la imagen o documentales.
En los archivos vive el recuerdo. En los archivos está el aroma del tiempo transcurrido. Y está la señal exacta que guiaron a una sociedad o a unos hombres para seguir el camino que consideraron apropiado para vivir y para heredar a sus nietos-nietos y más nietos lejanos.
No. No son un lugar muerto. No es un lugar sombrío y mucho menos temible. Un archivo institucional es el lugar luminoso en el que están los que vivieron y que aún viven y gritan su presencia en nuestras vidas y cantan y se regocijan porque ahí están en letra y el papel. Son el testimonio de una vida, de muchas vidas, de muchas rutas y senderos…
Como también los errores de los seres humanos; sus bajezas, sus traiciones (“Nunca una traición” exclamó Cándido Aguilar, el revolucionario veracruzano); la hondura de sus hechos y sus pasiones. El gusto y el solaz están ahí. La historia de sus alegrías y sus tristezas y sí, también aquí: la sangre, el sudor y las lágrimas de una nación.
En los archivos vive el recuerdo. En los archivos está el aroma del tiempo transcurrido
Precisamente para renovar el conocimiento histórico y para dar luz a documentos guardados en archivos históricos de México, en 1987, el entonces presidente de la Gran Comisión del Senado de la República en su LIII legislatura, Antonio Riva Palacio López, y con el apoyo de Miguel Montes y de Carlos Ferreyra Carrasco, promovieron la investigación y publicación en once tomos de los “Planes en la Nación Mexicana”.
Son documentos básicos que regían el proyecto de nación para unos o para otros en una lucha por construir a esa Nación mexicana y comienza la obra con el
Plan independentista del fraile Melchor de Talamantes en 1808, dos años antes del inicio de la lucha por la independencia encabezada por Miguel Hidalgo e Ignacio Allende. Y así, en adelante hasta la fecha de publicación.
En su compilación, como en su interpretación, estuvieron historiadores de gran prestigio en México, como don Ernesto de la Torre Villar, Josefina Zoraida Vázquez, Victoria Lerner, Manuel Villa, Bertha Ulloa… en una coordinación del Senado con El Colegio de México…
Pero lo importante aquí es precisamente que la historia, que no es esa tía buena que todo lo ve y todo lo perdona, todo esto surgió en gran parte de los archivos históricos de México.
Los historiadores son gente de archivos, de documentos y acostumbrada a mirar al pasado a través de esas huellas táctiles que luego serán sometidas a las pruebas de la historiografía, a las pruebas de verdad o mentira, al difícil y sinuoso camino de leer-leer-leer hasta encontrar, ahí mismo, la verdad de la historia, ya de un país en general o de episodios de su vida; o personajes, o instantes, o motivos, o razones, o todo eso que es el retrato escrito de nuestra sombra lejana.
Recuerdo las emocionadas palabras de don Luis González y Gonzáles cuando refería la forma en la que tuvo que investigar en archivos que estaban –por entonces- en bodegas sucias y malolientes, con bichos de toda especie. Eran pacas de documentos que contenían la historia de su pueblo de origen, San José de Gracia, en Michoacán.
Nadie daba dos pesos por aquellos documentos ahí perdidos, ya en Sahuayo o en Jiquilpan o en… Él, historiador de fuste como fue, nos heredó muchas obras históricas esenciales para la historia de México surgidas de archivos nacionales o fuera del país…
Pero sobre todo de esos archivos históricos municipales –hoy ya puestos en orden- surgió una obra magna de la microhistoria, la historia de los pequeños lugres que pueblan al país, que son lugares inimaginables, de pequeño espacio, de distancias cortas, pero de enorme memoria… de ahí surgió “Pueblo en vilo”, la ‘Historia universal de San José de Gracia’. Una obra de lectura indispensable.
Los historiadores son gente de archivos, de documentos y acostumbrada a mirar al pasado a través de esas huellas táctiles que luego serán sometidas a las pruebas de la historiografía
Friedrich Katz, el gran historiador austriaco especializado en la historia de México, visitó infinidad de ocasiones distintos archivos históricos de México y de Europa en donde se resguardan documentos de la historia mexicana.
Fue él quien nos aportó una de las biografías más completas y rigurosas de Francisco Villa. Y distintos ensayos sobre tema mexicano de intachable factura historiográfica. Y todo, sí, gracias a que están esos archivos y están a disposición de quien mejor los use y, por supuesto, está el trabajo arduo del historiador y sus herramientas de trabajo.
Fuera de México hay muchos archivos que contienen documentos de relevante importancia para la historia mexicana, es el caso la Colección Benson en el archivo de la Universidad de Texas, en Austin. Y está el Archivo de Indias, en Sevilla, España, en donde están distintos documentos importantes para el conocimiento de la conquista de México.
Con todo, los archivos son nuestro hogar histórico. Y lo dicho, hay muchos en distintos estados de la República. En México está nuestro gran Archivo General de la Nación que resguarda lo que ha sido este país y sus documentos fundacionales. La UNAM tiene un enorme archivo, una hemeroteca y distintos resguardos de tema mexicano. Y está bien, requetebién. En Oaxaca, mi tierra del sol, lo hay.
Y lo dicho: Gran parte de la vida de seres humanos dedicados a la investigación ocurre en archivos, esas fortalezas del conocimiento. Históricos, ya de lo económico, lo agrario, lo administrativo, la salud… la educación de un país y sus avatares… todo… o casi todo está en los archivos en donde están nuestras esencias.
Estar en un archivo hecho y derecho es un momento solemne. Es un instante en el que nos acercamos a lo que se hizo y se dijo, se creó o se destruyó… Todo se resguarda en un espacio en el que se acude para estar en silencio, o con la voz muy baja, por dos razones:
La primera de ellas por el respeto que merecen cada uno de esos testimonios de vida ahí guardados, pero también porque quien acude ahí para leer, ver, estudiar y obtener las guías de lo que se ha caminado requieren concentración y sí, silencio… ‘que están durmiendo, los nardos y las azucenas…’.
Estar en un archivo hecho y derecho es un momento solemne. Es un instante en el que nos acercamos a lo que se hizo y se dijo, se creó o se destruyó
A muchos nos gustan los archivos históricos. A mí me gustan mucho. Sobre todo porque en ellos está la manifestación nítida de las aspiraciones de una nación, de su gente a lo largo de la construcción de su país, de su entorno; sus luchas y sus quebrantos, pero también sus motivos de regocijo… “y es un regocijo vivir en paz”, se lee ahí…
Y todo esto viene al caso porque el 9 de junio de cada año se celebra el “Día Internacional de los Archivos”. Proclamado en 2008 por el Consejo Internacional de Archivos o International Council on Archives, en el año 2008. La elección de esta fecha se debe a que el 9 de junio de 1948 la UNESCO estableció la creación de este Consejo para defender la protección y conservación del patrimonio documental.
Así que ya sabe: cuando abra un libro o un documento de historia, de sociología o de ciencia política, por ejemplo, que esté fundamentado y trabajado con las herramientas serias y seguras de la academia, tenga por seguro que en gran medida proviene de algún archivo frente al cual usted ha pasado comiéndose un helado de limón sin darse cuenta de que ahí adentro de ese edificio está usted bajo resguardo, estamos todos, está nuestra esencia y nuestro destino. ¡Y hágale como quiera!