Excelente decisión de otorgarle a Julia Carabias la Medalla Belisario Domínguez
Cada vez que queremos comparar a México, lo hacemos en relación con lo que acontece en países de América del Norte, de la Unión Europea, o con algún otro que signifique lo que hemos avanzado o en qué estamos peor. Casi siempre fuera de nuestro entorno más inmediato.
Esta es una buen ejemplo no para compararnos otra vez, sino para notar desde ahora, cuál podría ser uno de los escenarios electorales que vamos a vivir en 2018, visto y observado en lo que llevamos de las aún no formales precampañas y campañas.
Honduras es una nación del Istmo Centroamericano cuya población, territorio y condiciones económicas son diferenciables a toda luz de las mexicanas. Sin embargo, en su estructura política tenemos grandes similitudes. Pero lo que hoy debe hacernos voltear los ojos a ese país es sus recientes comicios presidenciales del 26 de noviembre y de lo acontecido hasta hoy, después de los resultados oficiales dados a conocer por el Tribunal Supremo Electoral (TSE): votó un poco más del 50 por ciento de los electores; hubo un número muy representativo de jóvenes que por primera vez participaron; el voto del exterior no incidió en los resultados por la baja participación; la mayoría fueron mujeres. Estos datos no son novedosos, pero siguen una tendencia que se aprecia en muchos lugares.
Lo que sí hoy nos llama la atención de lo que podrá ser un anticipo a la edición mexicana, es que en Honduras participaron 9 candidatos de 10 partidos: uno por el oficialista Partido Nacional, Juan Hernández (el actual presidente) uno por la Alianza de Oposición(o llámelo Frente) Salvador Nasralla, y otro por el Partido Liberal, Luis Zelaya. Entre los 2 primeros, acumularon aproximadamente el 84 por ciento de los 3.1 millones de personas que salieron a las urnas. Los otros 6 no llegaron ni al medio por ciento cada uno, varios de ellos independientes que resultaron “caros” y con nulas posibilidades. De todos, sólo una es mujer.
La noche de ese día electoral, se suspendió el conteo y no se pudieron dar resultados pues los dos punteros se declararon ganadores. Por supuesto hubo acusaciones de fraude por parte del segundo lugar que en un momento del conteo se encontraba en el primero.
Hasta apenas hace dos días -una semana después en la que se dieron toda una serie de actos de violencia- el TSE publicó los resultados, dando por vencedor al actual Presidente, con el 42.98 frente al 41.39 del aliancista; o sea apenas rozando el 1.59% de diferencia. Si lo vemos en términos de la población que debía haber votado, el ganador gobernará con menos de una tercera parte. Pero esto lo decidirá el Tribunal después de las impugnaciones. Al final, el proceso se judicializó y en días por venir los aliancistas pedirán revisión de votos y actas en algunos municipios. No se vislumbra un cambio de resultados.
No cabe duda que estamos ante a un panorama que se anuncia para México, con una serie de similitudes. Ojalá que pese a sus dificultades, podamos avanzar en paz; deseo que deberíamos todos buscar hacerlo realidad.