/ martes 17 de septiembre de 2024

Ignorar los problemas no hace que desaparezcan 

Por Pablo Bejarano Torrecillas

Entre más avanza el tiempo, más me convenzo de que la apatía de la gente ante el acercamiento a la información no va exclusivamente ligado a la indiferencia sino a la sobresaturación de información negativa, que como personas nos lleva a un nivel de estrés que no queremos agregar a las preocupaciones individuales del día a día, una especie de mecanismo de supervivencia, si lo queremos ver así.

Abrir cualquier portal de noticias significa inmediatamente leer temas de economía y la mala distribución de la riqueza; es decir, la pobreza en todas sus variantes. Seguridad o, más bien, la falta de esta, y no solo en el país. Salud física y la falta de acceso a tratamientos y medicamentos. Educación y sus modelos obsoletos, todo esto dirigido por ideologías políticas que distan de un beneficio hacia la población en general.

No puede haber una economía creciente, una seguridad real, una salud digna ni una educación fuerte si nosotros, las personas que creamos la realidad de la sociedad no estamos bien física, pero, sobre todo, mentalmente. Analizar la salud mental, desde su ideal, es una necesidad, y desde su realidad, un problema, debería ocupar un lugar prioritario en las agendas políticas.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), “la salud mental es un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, aprender y trabajar adecuadamente e integrarse en su entorno”, esto dentro de un contexto individual, familiar y social que puede favorecer o no a la salud mental de la persona.

Desde hace décadas, la sociedad ha estado inmersa en una crisis de salud mental que por mucho que decidamos ignorar y no priorizar, el no hablar de esto no hará que el problema desaparezca sino todo lo contrario, dicho desconocimiento aumentará la estigmatización y minimizará las consecuencias reales de una salud mental mal atendida.

Es necesario empezar a tratar la salud mental como un problema real y dejar de lado los discursos conmemorativos, las publicaciones aparentemente empáticas y el abanderamiento de calendario cada 10 de septiembre y octubre. ¿El problema? es políticamente poco rentable reconocer que el sistema creado para “cuidar” y “garantizar” el bienestar de la persona es el mismo sistema que está orillando a la persona a vivir bajo estrés crónico, que, de acuerdo con estudios médicos recientes, puede ser causa de enfermedades autoinmunes y cronicodegenerativas y en casos más extremos orillar a las personas a quitarse la vida.

De acuerdo con la OMS, se estima que 3.8% de la población mundial experimenta trastorno depresivo (o depresión), incluido 5% de los adultos (4% entre los hombres y 6% entre las mujeres) y 5.7% adultos mayores de 60 años aproximadamente 280 millones de personas. Por otra parte, la misma organización calcula que 4% de la población mundial padece de algun trastorno de ansiedad; es decir, más de 300 millones de personas en el mundo. Finalmente, una de cada cien muertes en el mundo son por suicidio, es decir, 800 000 al año, una cada 40 segundos. Todo esto con un costo económico cercano al 4% del PIB mundial.

El primer paso en la solución del problema es reconocer que tenemos un problema y así continuar por eliminar la estigmatización que, de acuerdo con un artículo de The Lancet pueden tener un impacto en el bienestar, subsistencia y posible discriminación de la persona. Hablar y tratar la salud mental es en beneficio de todos.


Por Pablo Bejarano Torrecillas

Entre más avanza el tiempo, más me convenzo de que la apatía de la gente ante el acercamiento a la información no va exclusivamente ligado a la indiferencia sino a la sobresaturación de información negativa, que como personas nos lleva a un nivel de estrés que no queremos agregar a las preocupaciones individuales del día a día, una especie de mecanismo de supervivencia, si lo queremos ver así.

Abrir cualquier portal de noticias significa inmediatamente leer temas de economía y la mala distribución de la riqueza; es decir, la pobreza en todas sus variantes. Seguridad o, más bien, la falta de esta, y no solo en el país. Salud física y la falta de acceso a tratamientos y medicamentos. Educación y sus modelos obsoletos, todo esto dirigido por ideologías políticas que distan de un beneficio hacia la población en general.

No puede haber una economía creciente, una seguridad real, una salud digna ni una educación fuerte si nosotros, las personas que creamos la realidad de la sociedad no estamos bien física, pero, sobre todo, mentalmente. Analizar la salud mental, desde su ideal, es una necesidad, y desde su realidad, un problema, debería ocupar un lugar prioritario en las agendas políticas.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), “la salud mental es un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, aprender y trabajar adecuadamente e integrarse en su entorno”, esto dentro de un contexto individual, familiar y social que puede favorecer o no a la salud mental de la persona.

Desde hace décadas, la sociedad ha estado inmersa en una crisis de salud mental que por mucho que decidamos ignorar y no priorizar, el no hablar de esto no hará que el problema desaparezca sino todo lo contrario, dicho desconocimiento aumentará la estigmatización y minimizará las consecuencias reales de una salud mental mal atendida.

Es necesario empezar a tratar la salud mental como un problema real y dejar de lado los discursos conmemorativos, las publicaciones aparentemente empáticas y el abanderamiento de calendario cada 10 de septiembre y octubre. ¿El problema? es políticamente poco rentable reconocer que el sistema creado para “cuidar” y “garantizar” el bienestar de la persona es el mismo sistema que está orillando a la persona a vivir bajo estrés crónico, que, de acuerdo con estudios médicos recientes, puede ser causa de enfermedades autoinmunes y cronicodegenerativas y en casos más extremos orillar a las personas a quitarse la vida.

De acuerdo con la OMS, se estima que 3.8% de la población mundial experimenta trastorno depresivo (o depresión), incluido 5% de los adultos (4% entre los hombres y 6% entre las mujeres) y 5.7% adultos mayores de 60 años aproximadamente 280 millones de personas. Por otra parte, la misma organización calcula que 4% de la población mundial padece de algun trastorno de ansiedad; es decir, más de 300 millones de personas en el mundo. Finalmente, una de cada cien muertes en el mundo son por suicidio, es decir, 800 000 al año, una cada 40 segundos. Todo esto con un costo económico cercano al 4% del PIB mundial.

El primer paso en la solución del problema es reconocer que tenemos un problema y así continuar por eliminar la estigmatización que, de acuerdo con un artículo de The Lancet pueden tener un impacto en el bienestar, subsistencia y posible discriminación de la persona. Hablar y tratar la salud mental es en beneficio de todos.