/ lunes 22 de enero de 2018

INE, participación y elecciones

Desde las últimas décadas del siglo XX, la democracia electoral mexicana ha pasado por grandes transformaciones, a fin de consolidar un sistema electoral que regule las relaciones de la competencia por el poder público en el país, mediante la legitimidad de los procesos electorales.

Sin embargo, ningún estado democrático, aun con autoridades electorales robustas, podría negar el reto que representa la organización de cualquier elección por pequeña o grande que sea.

Para el caso mexicano, el reto en el 2018 se ha vuelto mayúsculo, pues viviremos la elección más grande de la que tengamos registro.

Adicionalmente, el contexto social y político que vivimos exigirá al máximo al INE (ya lo está haciendo), debido a que el escenario político se ha hecho más competitivo. Y al calor de las discusiones que se desarrollan en dicho escenario, se suma un factor desalentador: México pasa por niveles de apoyo a la democracia muy bajos y se encuentra ante una crisis de confianza en las instituciones.

Por eso, veo necesario mencionar que hoy más que nunca debemos convencernos de que nuestro voto tiene sentido, no sólo porque existen las garantías necesarias para que se lleve a cabo un proceso democrático auténtico, sino porque los trabajos hasta ahora realizados por el INE, en el marco del proceso electoral 2017-2018, han sido contundentes, y así se ha visto en los preparativos como en la supervisión de cada etapa (una muestra de lo anterior es el reciente informe que se dio a conocer a la ciudadanía sobre las irregularidades en los registros de apoyos ciudadanos para aspirantes a candidaturas independientes).

Nunca las y los mexicanos habíamos tenido una oportunidad como la que nos ofrece este año inusitado, para definir el rumbo del país mediante la renovación de tantos órganos legislativos y ejecutivos; jamás se nos había presentado la ocasión de ejercer un poder de decisión en tales dimensiones.  Y ese panorama debería ser un aliciente para hacer a un lado la apatía y decidirnos por lo que es mejor para todas y todos como sociedad.

Sabemos que la democracia no se limita al sufragio, y con el sufragio tampoco se resuelven los problemas nacionales, pero votar, y sobre todo en las elecciones más grandes, más competidas y más ciudadanizadas de nuestra historia, forma parte de las decisiones que impactan más a una nación, y que consolidan la institucionalización de la renovación del poder público mediante la mejor vía pacífica que hasta ahora ha practicado la humanidad.

La ciudadanía puede tener la certeza de que el INE cumplirá, como lo ha hecho antes y como mejor lo sabe hacer, todas y cada una de sus atribuciones para garantizar los derechos político-electorales de las y los mexicanos, tanto de actores políticos como de las y los votantes, y lo garantizará a través de la vigilancia de elecciones competitivas, con procesos electorales justos, y otorgando facilidades para que todas y todos los ciudadanos ejerzan su derecho a votar el próximo 1 de julio.

Concejera Electoral del INE

Desde las últimas décadas del siglo XX, la democracia electoral mexicana ha pasado por grandes transformaciones, a fin de consolidar un sistema electoral que regule las relaciones de la competencia por el poder público en el país, mediante la legitimidad de los procesos electorales.

Sin embargo, ningún estado democrático, aun con autoridades electorales robustas, podría negar el reto que representa la organización de cualquier elección por pequeña o grande que sea.

Para el caso mexicano, el reto en el 2018 se ha vuelto mayúsculo, pues viviremos la elección más grande de la que tengamos registro.

Adicionalmente, el contexto social y político que vivimos exigirá al máximo al INE (ya lo está haciendo), debido a que el escenario político se ha hecho más competitivo. Y al calor de las discusiones que se desarrollan en dicho escenario, se suma un factor desalentador: México pasa por niveles de apoyo a la democracia muy bajos y se encuentra ante una crisis de confianza en las instituciones.

Por eso, veo necesario mencionar que hoy más que nunca debemos convencernos de que nuestro voto tiene sentido, no sólo porque existen las garantías necesarias para que se lleve a cabo un proceso democrático auténtico, sino porque los trabajos hasta ahora realizados por el INE, en el marco del proceso electoral 2017-2018, han sido contundentes, y así se ha visto en los preparativos como en la supervisión de cada etapa (una muestra de lo anterior es el reciente informe que se dio a conocer a la ciudadanía sobre las irregularidades en los registros de apoyos ciudadanos para aspirantes a candidaturas independientes).

Nunca las y los mexicanos habíamos tenido una oportunidad como la que nos ofrece este año inusitado, para definir el rumbo del país mediante la renovación de tantos órganos legislativos y ejecutivos; jamás se nos había presentado la ocasión de ejercer un poder de decisión en tales dimensiones.  Y ese panorama debería ser un aliciente para hacer a un lado la apatía y decidirnos por lo que es mejor para todas y todos como sociedad.

Sabemos que la democracia no se limita al sufragio, y con el sufragio tampoco se resuelven los problemas nacionales, pero votar, y sobre todo en las elecciones más grandes, más competidas y más ciudadanizadas de nuestra historia, forma parte de las decisiones que impactan más a una nación, y que consolidan la institucionalización de la renovación del poder público mediante la mejor vía pacífica que hasta ahora ha practicado la humanidad.

La ciudadanía puede tener la certeza de que el INE cumplirá, como lo ha hecho antes y como mejor lo sabe hacer, todas y cada una de sus atribuciones para garantizar los derechos político-electorales de las y los mexicanos, tanto de actores políticos como de las y los votantes, y lo garantizará a través de la vigilancia de elecciones competitivas, con procesos electorales justos, y otorgando facilidades para que todas y todos los ciudadanos ejerzan su derecho a votar el próximo 1 de julio.

Concejera Electoral del INE