/ domingo 28 de julio de 2024

Información y percepción

Las cifras explican tendencias y modificaciones en los actos humanos con base en porcentajes, estadísticas y distribución de cantidades, que permiten tomar decisiones sobre una base más objetiva que el de las opiniones y la manera en que percibimos la realidad. Sin embargo, los números que no se traducen en evidencia no ayudan a cambiar la forma en que la mayoría ve y siente lo que le sucede.

Pero ¿qué ocurre cuando esa mayoría percibe lo que los números señalan? Eso nos daría certeza de que estamos ante la realidad y que coinciden la razón y la emoción social en un momento determinado.

Mucho se publica y de discute acerca de la seguridad pública, uno de los reclamos ciudadanos permanentes en nuestro país. Esta semana, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) correspondiente al segundo trimestre del año con datos que vale la pena compartir.

Primero, la percepción de inseguridad en las 91 áreas urbanas en las que se llevó a cabo a medición descendió otra vez, en promedio, a un 59.4%, lo que significó el descenso más pronunciado para un mes de junio en una década. La barrera de seis de cada diez ciudadanos que no se siente seguros en su localidad se rompe y con ello, se confirma una tendencia, tomando en cuenta que hace seis años ese indicador estuvo en más del 80%. Es decir, solo dos personas de cada diez encuestadas afirmaba sentirse seguro en su localidad.

Por su parte, los factores del aumento en la percepción de seguridad en la mayoría de los centros urbanos del país (que son los que mide la encuesta) siguen manteniéndose iguales. Una confianza alta en la Guardia Nacional y en nuestras Fuerzas Armadas; un despliegue histórico de atención social en municipios y estados; así como la inclusión de jóvenes en programas de educación y capacitación que los retira de la reserva de recursos humanos de la delincuencia.

A pesar de que todavía menos de seis de cada diez se sienten inseguros en el lugar donde viven, la tendencia refleja que, de seguir por esta ruta, pronto podríamos observar que la mitad de los mexicanos mantienen esa percepción contra la otra mitad que siente que vive seguro en su hogar. Unos porcentajes que no hemos visto en tres décadas en el país.

En un entorno en el que las noticias sobre seguridad dominan sobre cualquier otro tema y que la industria del entretenimiento ha explotado una veta de contenido por medio de un falso retrato sobre cómo opera el crimen, la impresión de los encuestados es distinta trimestre con trimestre, aunque las películas, las canciones, y los videos en redes sociales que romantizan la vida delincuencial continúan en los primeros lugares de la atención general.

Comprender este fenómeno es de la mayor importancia para el diseño de las siguientes políticas públicas sobre la pacificación y la seguridad en México. Los estímulos que resaltan la violencia, particularmente los que buscan enganchar a las y los jóvenes siguen siendo poderosos, pero también lo es una acción desde el Estado Mexicano en su conjunto para que las personas consideren que sus colonias y vecindarios se han vuelto más seguros. Otros, tristemente, no mejoran, como lo son los municipios de Fresnillo, Zacatecas; y Naucalpan, Estado de México; ambos en la lista principal desde hace varios años de lugares en los que su población mantiene una alta percepción de inseguridad.

¿Qué factores tienen en común Fresnillo y Naucalpan para que su gente se sienta así? Es un buen caso de estudio para revelar el comportamiento de la percepción en dos municipios que, en otros indicadores utilizados para medir el desarrollo, son muy diferentes. Encontrar esas coincidencias abre una oportunidad de analizar científicamente la situación de falta de inseguridad en comunidades que antes la tenían y la perdieron, tanto en los hechos como en la sensación popular.

En el mismo sentido, la ENSU reflejó este trimestre que casi un tercio de los encuestados (28.7%) piensa que la seguridad en su lugar de residencia mejorará en los siguientes meses, contra un 18% que estima que será lo opuesto y empeorará. Este optimismo creciente debe tener un origen de fondo y debemos conocerlo.

Ahora, destaquemos las conductas delictivas que más observan los ciudadanos que opinaron en este ejercicio: el 60.3% señaló el consumo de alcohol en la calle; 47.8% los robos y asaltos; y 39.9% el vandalismo. Tanto el primero como el tercero, confirman que, más allá de los delitos cometidos con el propósito de obtener dinero, son las malas conductas sociales no atendidas durante mucho tiempo -porque no surgieron apenas- las que lastiman con mayor fuerza la percepción de seguridad de la ciudadanía.

Si bien estos números brindan esperanza acerca del rumbo que lleva la pacificación del territorio nacional, vale la pena enfocar estrategias y acciones hacia el consumo responsable del alcohol y la organización de actividades sociales que reduzcan las diferentes formas de vandalismo. Ambos elementos pueden ser impulsados por la sociedad civil en colaboración con las autoridades desde el nivel municipal. Se ha hecho antes y con buenos resultados. Puede que sea el momento de hacerlo de nuevo y mejor. Compartiré con ustedes en próximas colaboraciones varias experiencias que tuve la oportunidad de encabezar hace algunos años y que hicieron una diferencia en materia de seguridad y de convivencia ciudadana.

Las cifras explican tendencias y modificaciones en los actos humanos con base en porcentajes, estadísticas y distribución de cantidades, que permiten tomar decisiones sobre una base más objetiva que el de las opiniones y la manera en que percibimos la realidad. Sin embargo, los números que no se traducen en evidencia no ayudan a cambiar la forma en que la mayoría ve y siente lo que le sucede.

Pero ¿qué ocurre cuando esa mayoría percibe lo que los números señalan? Eso nos daría certeza de que estamos ante la realidad y que coinciden la razón y la emoción social en un momento determinado.

Mucho se publica y de discute acerca de la seguridad pública, uno de los reclamos ciudadanos permanentes en nuestro país. Esta semana, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) correspondiente al segundo trimestre del año con datos que vale la pena compartir.

Primero, la percepción de inseguridad en las 91 áreas urbanas en las que se llevó a cabo a medición descendió otra vez, en promedio, a un 59.4%, lo que significó el descenso más pronunciado para un mes de junio en una década. La barrera de seis de cada diez ciudadanos que no se siente seguros en su localidad se rompe y con ello, se confirma una tendencia, tomando en cuenta que hace seis años ese indicador estuvo en más del 80%. Es decir, solo dos personas de cada diez encuestadas afirmaba sentirse seguro en su localidad.

Por su parte, los factores del aumento en la percepción de seguridad en la mayoría de los centros urbanos del país (que son los que mide la encuesta) siguen manteniéndose iguales. Una confianza alta en la Guardia Nacional y en nuestras Fuerzas Armadas; un despliegue histórico de atención social en municipios y estados; así como la inclusión de jóvenes en programas de educación y capacitación que los retira de la reserva de recursos humanos de la delincuencia.

A pesar de que todavía menos de seis de cada diez se sienten inseguros en el lugar donde viven, la tendencia refleja que, de seguir por esta ruta, pronto podríamos observar que la mitad de los mexicanos mantienen esa percepción contra la otra mitad que siente que vive seguro en su hogar. Unos porcentajes que no hemos visto en tres décadas en el país.

En un entorno en el que las noticias sobre seguridad dominan sobre cualquier otro tema y que la industria del entretenimiento ha explotado una veta de contenido por medio de un falso retrato sobre cómo opera el crimen, la impresión de los encuestados es distinta trimestre con trimestre, aunque las películas, las canciones, y los videos en redes sociales que romantizan la vida delincuencial continúan en los primeros lugares de la atención general.

Comprender este fenómeno es de la mayor importancia para el diseño de las siguientes políticas públicas sobre la pacificación y la seguridad en México. Los estímulos que resaltan la violencia, particularmente los que buscan enganchar a las y los jóvenes siguen siendo poderosos, pero también lo es una acción desde el Estado Mexicano en su conjunto para que las personas consideren que sus colonias y vecindarios se han vuelto más seguros. Otros, tristemente, no mejoran, como lo son los municipios de Fresnillo, Zacatecas; y Naucalpan, Estado de México; ambos en la lista principal desde hace varios años de lugares en los que su población mantiene una alta percepción de inseguridad.

¿Qué factores tienen en común Fresnillo y Naucalpan para que su gente se sienta así? Es un buen caso de estudio para revelar el comportamiento de la percepción en dos municipios que, en otros indicadores utilizados para medir el desarrollo, son muy diferentes. Encontrar esas coincidencias abre una oportunidad de analizar científicamente la situación de falta de inseguridad en comunidades que antes la tenían y la perdieron, tanto en los hechos como en la sensación popular.

En el mismo sentido, la ENSU reflejó este trimestre que casi un tercio de los encuestados (28.7%) piensa que la seguridad en su lugar de residencia mejorará en los siguientes meses, contra un 18% que estima que será lo opuesto y empeorará. Este optimismo creciente debe tener un origen de fondo y debemos conocerlo.

Ahora, destaquemos las conductas delictivas que más observan los ciudadanos que opinaron en este ejercicio: el 60.3% señaló el consumo de alcohol en la calle; 47.8% los robos y asaltos; y 39.9% el vandalismo. Tanto el primero como el tercero, confirman que, más allá de los delitos cometidos con el propósito de obtener dinero, son las malas conductas sociales no atendidas durante mucho tiempo -porque no surgieron apenas- las que lastiman con mayor fuerza la percepción de seguridad de la ciudadanía.

Si bien estos números brindan esperanza acerca del rumbo que lleva la pacificación del territorio nacional, vale la pena enfocar estrategias y acciones hacia el consumo responsable del alcohol y la organización de actividades sociales que reduzcan las diferentes formas de vandalismo. Ambos elementos pueden ser impulsados por la sociedad civil en colaboración con las autoridades desde el nivel municipal. Se ha hecho antes y con buenos resultados. Puede que sea el momento de hacerlo de nuevo y mejor. Compartiré con ustedes en próximas colaboraciones varias experiencias que tuve la oportunidad de encabezar hace algunos años y que hicieron una diferencia en materia de seguridad y de convivencia ciudadana.