/ viernes 15 de noviembre de 2024

Jano y la relación México – EU

Pensar que las continuidades absolutas existen en las relaciones internacionales impide considerar la irrupción de eventos capaces de modificarlas. La relación México-Estados Unidos es un ejemplo hoy de que, aun en la continuidad, se pueden dar rupturas que moldean el actuar de los países. De ahí que la relación México-EU se sienta constantemente como una obra inacabada.

Donald Trump será el 47º Presidente de los Estados Unidos. Se trata del segundo mandato de una persona de 78 años, sin la posibilidad de reelección y con amplios deseos –y compromisos– de dejar un legado. No es una ociosidad situar la relación bilateral en este nuevo contexto.

Aun cuando la relación bilateral México-EUA es asimétrica, esta asimetría viene revestida de múltiples “sensibilidades recíprocas” –como Carlos Rico Ferrat brillantemente denominó a los intereses comunes entre ambos países–, lo mismo en el tema migratorio, la cooperación en seguridad o la integración económica. Por ello, no es exageración decir que la compenetración entre México y EU ha hecho que la seguridad nacional o los intereses vitales de ambos países hayan llegado a entrelazarse. En su libro seminal Politics Among Nations, Hans Morgenthau señala que la geografía es el componente más estable, tangible, permanente y natural del poder nacional. Al respecto, la vecindad que México tiene con EU es hoy por hoy uno de sus principales activos como país.

No obstante, nuevas dinámicas ponen a prueba la resiliencia de la relación bilateral. Menciono tres variables: la transición geopolítica global, la regionalización económico-comercial en Norteamérica y la polarización social en EU. Aunque corren en distinto nivel de análisis, se trata de tres rupturas profundamente interrelacionadas y que se están dando simultáneamente, algo que probablemente no se había manifestado de esta forma en los 200 años de relación bilateral México-EU.

Lo comento porque será fundamental analizar cómo EU conciliará su política interna con la realidad geopolítica. Concretamente, ¿cuál será el actuar de EU en su relación con México en medio, por una parte, de proteccionismo comercial, desbalances políticos y polarización social, y por otro lado, una competencia estratégica con China, el desacoplamiento tecnológico y la relocalización en las cadenas de suministro. Vistas desde distintos ángulos, se trata de dos fuerzas que tiran en sentido opuesto.

En este momento histórico de la relación entre México y EU, nuestro país no puede darse el lujo de pasar de noche las peculiaridades que actualmente influyen en la relación bilateral. Las diferencias que México y EU tengan en el camino, no tienen por qué convertirse en desencuentros. Sólo una relación bilateral basada en el diálogo, la negociación y la prevalencia de los intereses compartidos podrá abonar a que Norteamérica, en su conjunto, sea una de las regiones más prósperas que el mundo haya visto jamás.

Para los romanos, el dios Jano no sólo simbolizaba la dicotomía entre el pasado y el futuro, sino también era la puerta, la llave y el comienzo. Se trata, pues, de un nuevo comienzo.

“Esto también pasará”.

Discanto: Apreciable lector(a), su servidor tomará un receso –quisiera pensar que merecido–, para además cumplir con los compromisos de cierre de año. Nos leeremos de nuevo, Dios mediante, el 10 enero de 2025. Aprovecho para desearle una inmejorable Navidad y un gran Año Nuevo.


Senior Advisor en riesgo político y seguridad en Miranda Partners

Pensar que las continuidades absolutas existen en las relaciones internacionales impide considerar la irrupción de eventos capaces de modificarlas. La relación México-Estados Unidos es un ejemplo hoy de que, aun en la continuidad, se pueden dar rupturas que moldean el actuar de los países. De ahí que la relación México-EU se sienta constantemente como una obra inacabada.

Donald Trump será el 47º Presidente de los Estados Unidos. Se trata del segundo mandato de una persona de 78 años, sin la posibilidad de reelección y con amplios deseos –y compromisos– de dejar un legado. No es una ociosidad situar la relación bilateral en este nuevo contexto.

Aun cuando la relación bilateral México-EUA es asimétrica, esta asimetría viene revestida de múltiples “sensibilidades recíprocas” –como Carlos Rico Ferrat brillantemente denominó a los intereses comunes entre ambos países–, lo mismo en el tema migratorio, la cooperación en seguridad o la integración económica. Por ello, no es exageración decir que la compenetración entre México y EU ha hecho que la seguridad nacional o los intereses vitales de ambos países hayan llegado a entrelazarse. En su libro seminal Politics Among Nations, Hans Morgenthau señala que la geografía es el componente más estable, tangible, permanente y natural del poder nacional. Al respecto, la vecindad que México tiene con EU es hoy por hoy uno de sus principales activos como país.

No obstante, nuevas dinámicas ponen a prueba la resiliencia de la relación bilateral. Menciono tres variables: la transición geopolítica global, la regionalización económico-comercial en Norteamérica y la polarización social en EU. Aunque corren en distinto nivel de análisis, se trata de tres rupturas profundamente interrelacionadas y que se están dando simultáneamente, algo que probablemente no se había manifestado de esta forma en los 200 años de relación bilateral México-EU.

Lo comento porque será fundamental analizar cómo EU conciliará su política interna con la realidad geopolítica. Concretamente, ¿cuál será el actuar de EU en su relación con México en medio, por una parte, de proteccionismo comercial, desbalances políticos y polarización social, y por otro lado, una competencia estratégica con China, el desacoplamiento tecnológico y la relocalización en las cadenas de suministro. Vistas desde distintos ángulos, se trata de dos fuerzas que tiran en sentido opuesto.

En este momento histórico de la relación entre México y EU, nuestro país no puede darse el lujo de pasar de noche las peculiaridades que actualmente influyen en la relación bilateral. Las diferencias que México y EU tengan en el camino, no tienen por qué convertirse en desencuentros. Sólo una relación bilateral basada en el diálogo, la negociación y la prevalencia de los intereses compartidos podrá abonar a que Norteamérica, en su conjunto, sea una de las regiones más prósperas que el mundo haya visto jamás.

Para los romanos, el dios Jano no sólo simbolizaba la dicotomía entre el pasado y el futuro, sino también era la puerta, la llave y el comienzo. Se trata, pues, de un nuevo comienzo.

“Esto también pasará”.

Discanto: Apreciable lector(a), su servidor tomará un receso –quisiera pensar que merecido–, para además cumplir con los compromisos de cierre de año. Nos leeremos de nuevo, Dios mediante, el 10 enero de 2025. Aprovecho para desearle una inmejorable Navidad y un gran Año Nuevo.


Senior Advisor en riesgo político y seguridad en Miranda Partners