Es tradición entre los presidentes mexicanos, más o menos de Echeverría para acá, el apoyar su sexenio en una figura ilustre de nuestra historia. El próximo parece que escogerá a Benito Juárez como ícono. Por lo pronto ya se empieza hablar de austeridad juarista entre los iniciados, y nadie olvida que el VPE se cruzó una banda con el águila del oaxaqueño cuando quiso hacerle al Zúñiga y Miranda. Además, en 2022, se celebrará el sesquicentenario de la muerte del Benemérito, buena oportunidad para que, ya consumidos dos tercios de vida, la administración distraiga a la raza con alguna celebración patriótica ( aunque esperemos que el entusiasmo no se desborde y llegue a proclamar la República Juariana de México).
En fin. El pasado miércoles 18 se celebraron los 146 años de la muerte de don Benito y el doctor José Narro, secretario de Salud, encabezó la ceremonia luctuosa en la universidad de San Luis Potosí. Dijo un discurso que funcionaría espléndidamente como manual de instrucciones para sobrevivir en las épocas que se avecinan.
Dijo Narro, por ejemplo, que las tareas nacionales son generacionales y que los cambios no son instantáneos: las grandes transformaciones responden a procesos y trabajo colectivo.
Dijo también que el poder político se construye en la confianza, solidaridad, optimismo y esperanza, en la unidad e inclusión, no en ambición, amargura, resentimiento, odio, enfrentamiento o revanchismo.
Ojalá los diseñadores y constructores de la Cuarta Transformación, lean, digieran y apliquen estas reflexiones.
El Alipacosur se forja en Vallarta
A partir de hoy, y hasta el martes 24, estarán reunidos en Puerto Vallarta, Jalisco, los presidentes de los países que forman la Alianza del Pacífico – México, Colombia, Perú y Chile – y de los que forman el Mercosur – Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay –
que eran dos bloques que se contraponían, buscando alinearse para formar uno solo y tener así mayor liderazgo económico en el mundo.
Si se logra el bloque comercial único, se habrá dado un paso gigantesco hacia el añejo proyecto de una América Latina unida, con políticas coordinadas para completar sus economías, y compartir metas de crecimiento y desarrollo.
Cientos, quizá miles de personas de buena voluntad han cultivado ese sueño durante dos siglos. Irónicamente, si se consigue, el artífice de una Unión Latina no será alguien que la promueva con ideales de fraternidad y progreso para nuestra raza y nuestra cultura, sino alguien que demuestra odio y desprecio por todo eso.
Buenos días. Buena suerte.
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