/ sábado 28 de septiembre de 2024

La adolescencia, transformación y vida

Por Angélica Eliosa Hernández


Durante años, la adolescencia ha sido vista con una connotación negativa, como una etapa difícil. Esta percepción ha generado estereotipos y fragmentado los vínculos entre el adolescente que, por un lado demanda ser reconocido y validado en su búsqueda de identidad y por otro, los adultos que a su vez desarrollan una especie de ambivalencia frente a la intensidad de las respuestas emocionales y conductuales del adolescente, a la vez que desean acercarse y seguir influyendo positivamente en su vida.

Es importante eliminar los estereotipos acerca de la adolescencia. Si bien es cierto que esta etapa se caracteriza por una serie de cambios físicos, emocionales, cognitivos, conductuales y sociales, es esencial en el desarrollo humano, ya que durante esta etapa se sientan las bases para una vida saludable, tanto física como mental dentro de un entorno positivo y seguro.

Un entorno saludable, según la Organización Mundial de la Salud, es aquel que protege a las personas de las amenazas del medio ambiente y permite el desarrollo de sus capacidades y autonomía. En este sentido, promover entornos saludables que beneficien la salud mental del adolescente implica atender y minimizar los factores de riesgo, sin impedir que el adolescente desarrolle su autonomía, lo cual será la base para la vida adulta.

De acuerdo con la etapa de vida y desarrollo cognitivo, el adolescente todavía enfrenta dificultades en la toma de decisiones, por lo que el adulto puede influir positivamente en él, resaltando la importancia de la responsabilidad y vinculando las consecuencias de manera directa con su conducta. Para lograrlo, es necesario que exista un canal de comunicación abierto, en el cual el adulto modele el respeto y la aceptación incondicional, a través de la escucha empática.

No se trata de eliminar la autoridad parental, sino de ejercerla con la consciencia de que el adolescente ahora busca tener voz y voto; es decir, ser escuchado, aprobado y sentirse perteneciente. La familia puede representar ese espacio en el que el adolescente se permite explorarse así mismo.

Mantener una relación saludable con el adolescente permitirá observar los cambios, tanto los considerados naturales y esperados, como aquellos que podrían representar una señal de alerta ante un problema de salud mental. Entre estos últimos se encuentran el aislamiento, hablar acerca de la muerte, la pérdida de interés en las cosas que antes disfrutaba, esconder cortes en brazos o piernas, la deserción escolar y la presencia de objetos asociados al consumo de sustancias o conductas que podría relacionarse con dicho consumo.

Una vida saludable, tanto física como mental se construye día a día. En el caso de las y los adolescentes tenemos la oportunidad de acompañarlos respetuosamente y ser testigos de esta transformación vital. No nos perdamos de esta valiosa oportunidad.

Líder de Proyecto de la Coordinación de Salud Mental y Adicciones del IMSS

Por Angélica Eliosa Hernández


Durante años, la adolescencia ha sido vista con una connotación negativa, como una etapa difícil. Esta percepción ha generado estereotipos y fragmentado los vínculos entre el adolescente que, por un lado demanda ser reconocido y validado en su búsqueda de identidad y por otro, los adultos que a su vez desarrollan una especie de ambivalencia frente a la intensidad de las respuestas emocionales y conductuales del adolescente, a la vez que desean acercarse y seguir influyendo positivamente en su vida.

Es importante eliminar los estereotipos acerca de la adolescencia. Si bien es cierto que esta etapa se caracteriza por una serie de cambios físicos, emocionales, cognitivos, conductuales y sociales, es esencial en el desarrollo humano, ya que durante esta etapa se sientan las bases para una vida saludable, tanto física como mental dentro de un entorno positivo y seguro.

Un entorno saludable, según la Organización Mundial de la Salud, es aquel que protege a las personas de las amenazas del medio ambiente y permite el desarrollo de sus capacidades y autonomía. En este sentido, promover entornos saludables que beneficien la salud mental del adolescente implica atender y minimizar los factores de riesgo, sin impedir que el adolescente desarrolle su autonomía, lo cual será la base para la vida adulta.

De acuerdo con la etapa de vida y desarrollo cognitivo, el adolescente todavía enfrenta dificultades en la toma de decisiones, por lo que el adulto puede influir positivamente en él, resaltando la importancia de la responsabilidad y vinculando las consecuencias de manera directa con su conducta. Para lograrlo, es necesario que exista un canal de comunicación abierto, en el cual el adulto modele el respeto y la aceptación incondicional, a través de la escucha empática.

No se trata de eliminar la autoridad parental, sino de ejercerla con la consciencia de que el adolescente ahora busca tener voz y voto; es decir, ser escuchado, aprobado y sentirse perteneciente. La familia puede representar ese espacio en el que el adolescente se permite explorarse así mismo.

Mantener una relación saludable con el adolescente permitirá observar los cambios, tanto los considerados naturales y esperados, como aquellos que podrían representar una señal de alerta ante un problema de salud mental. Entre estos últimos se encuentran el aislamiento, hablar acerca de la muerte, la pérdida de interés en las cosas que antes disfrutaba, esconder cortes en brazos o piernas, la deserción escolar y la presencia de objetos asociados al consumo de sustancias o conductas que podría relacionarse con dicho consumo.

Una vida saludable, tanto física como mental se construye día a día. En el caso de las y los adolescentes tenemos la oportunidad de acompañarlos respetuosamente y ser testigos de esta transformación vital. No nos perdamos de esta valiosa oportunidad.

Líder de Proyecto de la Coordinación de Salud Mental y Adicciones del IMSS