/ jueves 26 de septiembre de 2024

La amnesia de Claudia

Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.

Jorge Luis Borges

Nadie podría imaginarse que aquella joven que gritaba y protestaba contra el aumento de cuotas en la UNAM en 1987, hoy está a punto de ser la titular del Poder Ejecutivo Federal.

En aquellos tiempos hubo la insurrección de una generación que logró organizarse teniendo como centro una lucha de derechos por la educación, pero en realidad fue la expresión del hartazgo a las decisiones unilaterales de la cúpula universitaria y a la remisa mecánica de la gobernabilidad autoritaria en el país.

Los muchachos del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) tomaron la vibrante demanda estudiantil del 68: “diálogo público”. Lograron sentar en una mesa a las autoridades universitarias para un diálogo abierto, gracias a ello, junto a las movilizaciones, evitaron las reformas del rector Jorge Carpizo.

Pasado el tiempo, esa joven que pertenecía al grupo dominante del CEU, hoy le da la espalda al espíritu libertario de aquel movimiento y avala la ola de iniciativas autoritarias que su mentor le ha heredado.

Hoy la ex activista festina los métodos mafiosos para lograr la mayoría calificada en el Congreso de la Unión; aquella estudiante que se oponía a la represión, ahora aplaude que el país se militarice; la joven que militaba en una corriente contestaría y cuestionaba la injusticia del capitalismo ha declarado que no habrá reforma fiscal y, que, en consecuencia, seguirá la orgía de ganancias de la minoría de ultra ricos; esa universitaria que, junto a sus dirigentes (Imaz, Ordorica y Santos) le exigían “cuentas claras” a Carpizo, apoya la iniciativa para desaparecer al INAI y con ello garantizar la opacidad en el manejo de los recursos públicos.

Al calor del triunfo en las urnas y su festejo embriagador, Sheinbaum revive las prácticas del desprecio a los distintos, cuya divisa fue usada contra aquel movimiento juvenil en el que participó, no como cabeza, pero sí como activista. Sus desplantes cotidianos perfilan una presidencia intolerante y sectaria.

De igual manera, por la ratificación a la hegemonía castrense podemos vislumbrar una administración incapaz de aminorar las violencias que envuelven al conjunto del país. El desastre seguirá, sin el cinismo de AMLO.

En efecto, Claudia Sheinbaum renunció a su historia y aceptó ser la cabeza de un proceso regresivo, autoritario, opaco y contrario a la pluralidad. La amnesia de Sheinbaum pisoteó a la activista y se transformó en lo que de joven combatió: cambió el diálogo por la imposición, la verdad por la retórica y la libertad por la obediencia. El poder fragmenta la memoria.

@pedro_penaloz

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