Por: Michelle Kawa
Desde hace varios años, las causas que generan la corrupción a nivel global han sido un tema de estudio entre varios autores. Entre ellos, Heather Marquette y Caryn Peiffer (2015), quienes argumentan que, en ocasiones la corrupción no es el problema per se, sino una respuesta a un problema mayor y puede actuar como una solución, quizás no deseada, y probablemente hasta incómoda. Este punto es importante ya que nos ayuda a visualizar por qué, en situaciones desafiantes, la corrupción es una herramienta a la que recurren diversas personas para lograr objetivos más amplios.
Las autoras, destacan una serie de escenarios en los que la corrupción funciona como una solución a un problema dado. Primero, en estados en los que las instituciones son débiles y a menudo disfuncionales, el desarrollo de redes con fuertes lazos de lealtad puede ser vital para ayudar a mantener la estabilidad. Segundo, el cual está relacionado con lo anterior mencionado, la incapacidad de los gobiernos para brindar servicios básicos, lleva a los ciudadanos a recurrir a acciones corruptas con tal de satisfacer sus necesidades.
Como señala Grant Walton (2012), la corrupción puede ofrecer una forma o un camino de protección social para cuando llegue el momento y uno necesite recurrir a alguno de los servicios irregulares y, a menudo, ineficientes que ofrece el Estado. Su trabajo de grupo focal en Papúa Nueva Guinea (PNG) es un buen ejemplo de esto. Encontró que los ciudadanos de las zonas rurales de PNG percibían la corrupción cotidiana a pequeña escala, como funcional y como una forma de salir adelante en un país donde no se podía confiar en que el Estado brindara servicios públicos de buena calidad para todos.
Los hallazgos de Walton ilustran que los esfuerzos de anticorrupción deben pensar detenidamente sobre quiénes se verán afectados por las reformas y cómo es probable que respondan. Eso es cierto en todas partes, pero es particularmente el caso en los estados con poca capacidad para prestar servicios públicos. Una política de tolerancia cero en PNG o hasta en México, por ejemplo, probablemente conducirá a un problema mayor para aquellas personas que dependen de esos servicios y que ya son profundamente escépticos de la política y los procesos políticos.
Esto no hace que la corrupción sea “buena” o “correcta”, pero nos ayuda a entender cómo es un proceso mucho más amplio que va de la mano con problemas más profundos, y por qué es un mecanismo de supervivencia más o menos utilizado alrededor del mundo. Estos ejemplos nos muestran una cara diferente de la corrupción que en países como México se habla todos los días, pero lamentablemente se ve a diario.