Por Valentina Berdiales
Haití está atravesando una de las crisis políticas y socioeconómicas más grandes del siglo XXI. Desde el estallido de la crisis con el asesinato del expresidente Jovenel Moïse en 2021, el país está gobernado por las pandillas criminales que amenazan el bienestar de la población con violencia generalizada, hambruna y desplazamientos forzados. Este resultado es el desencadenante final ocasionado por un legado colonial y años de intervencionismo internacional que han profundizado las deudas económicas del país y su inestabilidad política.
Tan solo en 2024, 35 mil haitianos - incluidas las infancias - han sido obligados a desplazarse debido a la violencia ocasionada por las pandillas. Los niños y niñas no pueden ir a la escuela, las personas no tienen acceso a los servicios de salud y la crisis de hambruna empeora día con día (40% de la población se encuentra en situación de inseguridad alimentaria aguda). Las bandas criminales son responsables de innumerables secuestros, asesinatos, agresiones sexuales y constantes violaciones a los Derechos Humanos que han debilitado aún más la estructura política, económica y social del país.
Los programas de ayuda humanitaria han ofrecido soluciones temporales a los problemas estructurales que enfrenta Haití, como lo fue el terremoto del 2010. Sin embargo, para evitar que el país recaiga en condiciones de dependencia con otras naciones, se requiere promover una Cooperación Internacional para el Desarrollo que implique un compromiso mutuo entre los países donantes y los países receptores de la ayuda, trabajar juntos en la identificación de necesidades, la definición de objetivos comunes y la implementación de soluciones eficaces y sostenibles en el tiempo.
Para la recuperación estructural de Haití es indispensable un enfoque de construcción de paz positiva que tome como pilar principal las necesidades inmediatas y futuras de la población haitiana, al igual que el fortalecimiento de las instituciones locales. La asistencia humanitaria es fundamental en las emergencias humanitarias, pero no es sostenible a largo plazo. La paz en Haití debe ser vista como un proceso integral que trascienda la mera ausencia de conflicto armado y promueva una Cooperación Internacional que se enfoque en su desarrollo como nación para poder romper con las políticas asistencialistas y avanzar hacia un futuro más estable y próspero.