No podemos confiarnos en que la democracia es irreversible o inmune a las ambiciones extremistas. El mundo se encuentra en un momento complicado, donde las históricas luchas por la libertad y la democracia se ven amenazadas por personajes con pretensiones totalitarias. Algunos líderes políticos, aprovechando el descontento social, la crisis económica, la pandemia o el miedo, han intentado socavar las instituciones democráticas, difundir el odio y la división, imponer su voluntad sobre la ley y silenciar a sus críticos. Estos personajes representan un grave peligro para la convivencia pacífica y el respeto a los derechos humanos.
Este fenómeno de erosión de la democracia ha generado una alarma mundial, que ha movilizado a diversas autoridades, críticos y líderes. La gente, desesperanzada por la situación actual, es más vulnerable a caer en el engaño y la manipulación de quienes ofrecen soluciones fáciles y autoritarias. Esto nos hace correr el riesgo de repetir los episodios más oscuros de la historia de la humanidad, donde las dictaduras, el fascismo y el totalitarismo causaron sufrimiento a millones de personas. Por eso, es urgente recuperar la confianza en la democracia y sus instituciones, y rechazar cualquier intento de vulnerarla o socavarla.
México no es la excepción ante estas amenazas. En nuestro país también ha crecido la amenaza de perder lo mucho que hemos ganado durante décadas de lucha por la democracia. Algunos grupos políticos y sociales, con agendas radicales y populistas, han buscado deslegitimar a las instituciones democráticas, como el Instituto Nacional Electoral, el Poder Judicial, los organismos autónomos, los medios de comunicación y las organizaciones de la sociedad civil.
Estos grupos pretenden imponer una visión única y hegemónica del país, que excluye y descalifica a quienes piensan diferente. Con ello, ponen en riesgo la pluralidad, la tolerancia, el diálogo y el equilibrio de poderes que caracterizan a una democracia. Por eso, es necesario que los ciudadanos seamos conscientes de este peligro y que defendamos nuestro derecho a elegir libremente a nuestros representantes y a expresar nuestras opiniones. La democracia es nuestra, y depende de nosotros preservarla y mejorarla.
Afortunadamente, también son muchas las manifestaciones a lo largo de todo el país, que demuestran que millones de mexicanos tienen esperanza en un país libre y democrático, donde se respete la voluntad de las mayorías y se refuercen los mecanismos de intercambios de ideas y de representación efectiva de la sociedad. Estas manifestaciones se expresan en diversas formas, como marchas, foros, debates, publicaciones, organizaciones civiles, entre otras.
Todas ellas buscan participar activamente en la construcción de un México mejor. Estas manifestaciones son la prueba de que la democracia está viva y que no se dejará arrebatar por los intereses de unos pocos. Son la muestra de que la sociedad mexicana es diversa, crítica, creativa y solidaria.
Por eso, hoy más que nunca, tenemos la responsabilidad de ejercer nuestra libertad con conciencia y compromiso. Tenemos la oportunidad de defender nuestra democracia por la vía institucional. No podemos permitir que se nos arrebate lo que hemos construido con tanto esfuerzo y sacrificio. Si nos quedamos de brazos cruzados, quizás mañana pueda ser muy tarde para recuperar lo que hemos perdido