/ domingo 13 de mayo de 2018

“La fuerza de una madre es más grande que las leyes de la naturaleza.”

“LA FUERZA DE UNA MADRE ES MÁS GRANDE QUE LAS LEYES DE LA NATURALEZA.”

Barbara Kingsolver.


Gabriela Mora Guillén.

Abusando del espacio y la oportunidad que semanalmente me brinda este medio, en esta ocasión me tomaré la libertad de referirme un poco a asuntos personales que verdaderamente han cimbrado el ánimo de la familia. El pasado jueves celebramos el Día de Las Madres, festejo por demás honroso y satisfactorio –comparable únicamente quizá con la celebración del cumpleaños, dado que éste implica un año más de vida-, para quienes hemos tenido la fortuna de ser madres.

Sin embargo, este comúnmente Gran Festejo del 10 de Mayo, esta vez se ha visto francamente ensombrecido ante la muerte de dos muy queridos seres que en el lapso de las dos últimas semanas, se nos han adelantado en el camino; muy doloroso para quienes los conocimos y gozamos de su presencia muy cerquita pero, más aún para sus respectivas mamás para quienes definitivamente no tenemos palabras que puedan consolar su contrariado corazón…

En definitiva, la muerte de un ser querido afecta muchos de los aspectos en nuestra vida; no obstante, el fallecimiento de un hijo es algo muy difícilmente comprensible para la mente humana, se trata de romper con una ley de vida: no hay término que pueda describir a quienes han sufrido la pérdida de un hijo; sin importar su edad ni la cantidad de hijos engendrados, los sentimientos son devastadores dado que cada uno de ellos es único e irremplazable; se trata de un amor incondicional cuya ausencia rompe la razón de ser, cuesta solo pensar aprender a vivir con esta pérdida.

Difícil, muy complicado intentar entender la situación y más aun, la posición de estas muy queridas mamás –ni siquiera lo intentaré-, aunque como madre y habiendo conocido historias de mujeres que han enfrentado esta terrible experiencia, coincidiendo todas en que no hay nada en la vida capaz de prepararlas para enfrentar dicho momento, aunque he aquí algunos de los consejos compartidos para lidiar –en la manera de lo posible-, con la pena:

Confianza en Dios. Conforme a las creencias de la religión, Él es un ser superior con una visión más amplia que la nuestra, tiene un motivo para todo lo que hace o permite: quienes parten de este mundo son como ángeles, que regresan al lado del Creador.

Déjate querer. Se trata de no estar solo ni encerrarse en el dolor, permitir a los allegados acercarse: la carga es más liviana cuando se tiene con quien compartirla.

No busques culpables. Lo primero que tendemos a hacer, cuando enfrentamos una situación como esta, es preguntarnos: "¿por qué a mí?". Enseguida comenzamos la búsqueda de culpables, pero eso sólo nos lleva a llenarnos de ira y rabia, lo que nos impide ubicar que lo importante ahora es salir adelante mientras la vida siga.

Llora. Deja salir tu sufrimiento, permite que las lágrimas sirvan para limpiar tu corazón de los sentimientos negativos que lo inundan: Llorar es sano, no guardes la pena.

Piensa positivo. Se puede creer que esto es absurdo, pero Dios no nos pone obstáculos que no podamos superar, ni nos entrega más de lo que podemos manejar: Quienes han partido se encuentran en el mejor lugar, en donde no hay maldad, enfermedad, penas y mucho menos dolor: Ahora es él quien se prepara para recibirte.

Es cierto, con su cuerpo, una parte de ti también ha sido sepultada; sin embargo, se lleva el amor, el cariño, la alegría y la fuerza que en familia aprendió. No pienses en lo que no le diste, alégrate por lo que él te entregó a ti; recuerda que hay quienes te aman y te esperan para cuando estés lista.

El tiempo para vivir el duelo es indeterminado, se trata de llorar su partida y aunque parezca que la tormenta permanecerá por siempre, llegará un momento en que los rayos del sol brillarán en quienes se quedan, mostrando que la vida continúa y vale la pena vivirla.

Fácil decirlo, muy complicado entenderlo. Hoy Ma. Aurora Mora Ortiz y Guillermo Vidaurri González en paz descansen. Abrazo solidario a mis queridas Aurora Ortiz y Doña Cristina González, así como a las atribuladas familias que han dejado y de las que formo parte…

gamogui@hotmail.com

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