/ miércoles 4 de diciembre de 2024

La guerra en Gaza y los desafíos para Egipto

por Alessia Ramponi


Egipto, situado en una región marcada por la inestabilidad crónica, atraviesa una situación crítica a raíz de la guerra en Gaza. A medida que el conflicto se intensifica, las repercusiones no solo se sienten en los territorios palestinos, sino también al otro lado de la frontera en Egipto.

Como vecino inmediato y mediador clave en las negociaciones de paz, el gobierno egipcio se enfrenta a una encrucijada: mantener su histórica solidaridad con el pueblo palestino sin comprometer sus intereses nacionales.

El cierre del cruce de Rafah, tras la toma del control israelí del lado palestino en mayo, ejemplifica esta encrucijada. Este corredor humanitario era la única vía para que los civiles palestinos pudieran huir hacia Egipto. Aunque el gobierno egipcio declaró que no reabrirá el cruce hasta que vuelva a estar bajo control palestino, el verdadero trasfondo de esta decisión radica en el temor a una llegada masiva de refugiados desde Gaza.

El cierre también responde a riesgos de seguridad relacionados con la posible infiltración de grupos extremistas a través de la frontera. Desde entonces, miles de palestinos han quedado atrapados en Gaza sin una salida segura, lo que reforzó su aislamiento y agravó la crisis humanitaria.

Uno de los riesgos más evidentes para Egipto tras la guerra en Gaza es la afluencia significativa de personas que buscan seguridad en su territorio. Aunque históricamente ha sido reconocido como un país receptor de refugiados, la magnitud de la crisis actual sobrepasa sus capacidades y amenaza con desbordar un sistema agobiado por desafíos internos.

Este escenario pone aún más presión sobre los recursos limitados del país, que ya lidiaba con una crisis económica caracterizada por alta inflación, deuda externa y desempleo. Además, el impacto de la guerra ha agravado sectores claves de la economía como el turismo, las exportaciones de gas natural y el tránsito por el Canal de Suez.

Por otro lado, los palestinos que lograron escapar a Egipto antes del cierre del cruce de Rafah se encuentran en un limbo, transitando de una prisión al aire libre a otra. En Egipto, carecen de acceso a educación, empleo y atención médica, y su imposibilidad de regresar a Gaza les confiere un estatus irregular.

Así, Egipto se ha convertido en un lugar de inmovilidad, donde la falta de oportunidades y la incertidumbre limitan sus perspectivas. El cierre prolongado de Rafah representa un desafío adicional que amenaza con aumentar las tensiones en ambos lados de la frontera y cuestiona el compromiso del gobierno egipcio con la asistencia humanitaria.

El apoyo a la causa palestina ha sido un pilar constante de la política exterior egipcia, pero enfrenta desafíos internos que limitan su capacidad de acción. Las barreras al refugio, la restricción de asistencia humanitaria, la condena a la inmovilidad y la falta de oportunidades para los refugiados evidencian una desconexión entre la solidaridad declarada y las políticas implementadas.

Las medidas restrictivas, además de responder a preocupaciones de seguridad nacional, también intentan evitar que Israel transfiera la carga de los desplazados palestinos a Egipto, un problema que el país prefiere considerar ajeno.

La guerra en Gaza no solo representa una catástrofe humanitaria de magnitudes inéditas, sino que también constituye un riesgo para la estabilidad y seguridad de Egipto. La prolongación del conflicto amenaza con sumergir al país en una crisis más profunda y comprometer su papel como actor decisivo en la región.


Lic. en Relaciones Internacionales por el ITAM, Especialista en Migración Internacional por el COLEF y Maestra en Derechos Humanos y Democracia por la Universidad de San José de Beirut en el Líbano.

Twitter: @aleramponi

por Alessia Ramponi


Egipto, situado en una región marcada por la inestabilidad crónica, atraviesa una situación crítica a raíz de la guerra en Gaza. A medida que el conflicto se intensifica, las repercusiones no solo se sienten en los territorios palestinos, sino también al otro lado de la frontera en Egipto.

Como vecino inmediato y mediador clave en las negociaciones de paz, el gobierno egipcio se enfrenta a una encrucijada: mantener su histórica solidaridad con el pueblo palestino sin comprometer sus intereses nacionales.

El cierre del cruce de Rafah, tras la toma del control israelí del lado palestino en mayo, ejemplifica esta encrucijada. Este corredor humanitario era la única vía para que los civiles palestinos pudieran huir hacia Egipto. Aunque el gobierno egipcio declaró que no reabrirá el cruce hasta que vuelva a estar bajo control palestino, el verdadero trasfondo de esta decisión radica en el temor a una llegada masiva de refugiados desde Gaza.

El cierre también responde a riesgos de seguridad relacionados con la posible infiltración de grupos extremistas a través de la frontera. Desde entonces, miles de palestinos han quedado atrapados en Gaza sin una salida segura, lo que reforzó su aislamiento y agravó la crisis humanitaria.

Uno de los riesgos más evidentes para Egipto tras la guerra en Gaza es la afluencia significativa de personas que buscan seguridad en su territorio. Aunque históricamente ha sido reconocido como un país receptor de refugiados, la magnitud de la crisis actual sobrepasa sus capacidades y amenaza con desbordar un sistema agobiado por desafíos internos.

Este escenario pone aún más presión sobre los recursos limitados del país, que ya lidiaba con una crisis económica caracterizada por alta inflación, deuda externa y desempleo. Además, el impacto de la guerra ha agravado sectores claves de la economía como el turismo, las exportaciones de gas natural y el tránsito por el Canal de Suez.

Por otro lado, los palestinos que lograron escapar a Egipto antes del cierre del cruce de Rafah se encuentran en un limbo, transitando de una prisión al aire libre a otra. En Egipto, carecen de acceso a educación, empleo y atención médica, y su imposibilidad de regresar a Gaza les confiere un estatus irregular.

Así, Egipto se ha convertido en un lugar de inmovilidad, donde la falta de oportunidades y la incertidumbre limitan sus perspectivas. El cierre prolongado de Rafah representa un desafío adicional que amenaza con aumentar las tensiones en ambos lados de la frontera y cuestiona el compromiso del gobierno egipcio con la asistencia humanitaria.

El apoyo a la causa palestina ha sido un pilar constante de la política exterior egipcia, pero enfrenta desafíos internos que limitan su capacidad de acción. Las barreras al refugio, la restricción de asistencia humanitaria, la condena a la inmovilidad y la falta de oportunidades para los refugiados evidencian una desconexión entre la solidaridad declarada y las políticas implementadas.

Las medidas restrictivas, además de responder a preocupaciones de seguridad nacional, también intentan evitar que Israel transfiera la carga de los desplazados palestinos a Egipto, un problema que el país prefiere considerar ajeno.

La guerra en Gaza no solo representa una catástrofe humanitaria de magnitudes inéditas, sino que también constituye un riesgo para la estabilidad y seguridad de Egipto. La prolongación del conflicto amenaza con sumergir al país en una crisis más profunda y comprometer su papel como actor decisivo en la región.


Lic. en Relaciones Internacionales por el ITAM, Especialista en Migración Internacional por el COLEF y Maestra en Derechos Humanos y Democracia por la Universidad de San José de Beirut en el Líbano.

Twitter: @aleramponi