Por Esperanza Ortega Azar
En México las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas, las MiPymes, enfrentan un problema grave: el acceso a financiamiento. Sobreviven básicamente con sus propios proveedores, con recursos de sus familias. Esto ocurre cuando un sistema bancario bien utilizado podría apoyar el crecimiento a través de métodos que les permitan a las empresas generar empleo, riqueza, bienestar y participar en el desarrollo nacional.
Para poner en perspectiva, le diré estimado lector, que, en nuestro país, existen 4.9 millones de establecimientos, de acuerdo con los Censos Económicos 2019 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). De estos, el 99.8% son micro, pequeñas y medianas empresas, es decir, 99 de cada 100 en el país tienen este perfil.
En medio de todo esto, el uso de la tecnología, desde lo más simple a partir de la creación de grupos de WhatsApp como los que impulsaron “Las Nenis”, en lo más fuerte de la pandemia ofreciendo sus productos y servicios con gran éxito, hasta el uso de otras nuevas tecnologías como las Apps, resultan ser buenas formulas.
Pero hay una vertiente más: hoy día: las nuevas tecnologías han puesto un acento muy particular en la inteligencia artificial, y la buena noticia es que su aplicación ofrece soluciones con un impacto real en favor de las MiPymes.
Por lo que, me atrevo a hacer un llamado a impulsar una agenda de transformación digital dentro del sector privado mexicano que sea incluyente con las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES). Hace falta.
Es imperativo trazar un mapa de las políticas y programas de las PYMES con el fin de evaluar la alineación de las buenas prácticas. De acuerdo con la OCDE, el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas (PYMES) es una prioridad para los responsables de la formulación de políticas públicas en toda América Latina y el Caribe.
Y ello porque las PYMES constituyen el 99.5% de las empresas de la región (casi 9 de cada 10 son microempresas) y generan el 60% del empleo productivo formal.
Sin embargo, pese a que se considere normal que las PYMES muestren niveles de productividad más bajos que las grandes empresas, las PYMES latinoamericanas presentan una brecha de productividad particularmente significativa, ya que son responsables de solo una cuarta parte del valor total de la producción de la región.
En este contexto, la OCDE está colaborando para fortalecer la formulación de políticas relacionadas con las PYMES como instrumento para el crecimiento económico sostenible y el desarrollo productivo, utilizando el Índice de Política para las PYMES y los estudios de países. Y el ingrediente de peso en esto, por supuesto ha sido la utilización y empleo de las tecnologías.
En otra visión el CEPAL considera que las Pymes representan actores claves para incrementar el crecimiento potencial de América Latina. Señala que estas empresas se caracterizan por una gran heterogeneidad en su acceso a mercados, tecnologías y capital humano, así como su vinculación con otras empresas, factores que afectan su productividad, capacidad de exportación y potencial de crecimiento.
Por un lado, constituyen un componente fundamental del entramado productivo en la región: representan alrededor de 99% del total de empresas y dan empleo a cerca de 67% del total de trabajadores.
Así también, su contribución al PIB es relativamente baja, lo que revela deficiencias en los niveles de productividad de estas. Por ejemplo, las empresas grandes en la región tienen niveles de productividad hasta 33 veces la productividad de las microempresas y hasta seis para las pequeñas, mientras que en los países OCDE estas cifras oscilan entre un 1.3 y 2.4 veces. De manera tal que ante ello lo que sí vemos es que hay mucho por hacer…