Entre más lo analizamos, vemos la triste decadencia del instrumento que por mucho tiempo nos ha guiado como país, permitió la democracia y logró alternancia en el gobierno.
Ahora la Ley es víctima de su propia fuerza. Siempre útil para todos, dispuesta a brindar respuesta y solución a problemas sociales. Su función es general, sin importar quien esté al frente del gobierno o que partido represente la mayoría.
Mitigando a veces los cambios que el propio legislador plasmaba, y haciendo frente a Decretos que el Ejecutivo imponía, la Ley confió en la división de poderes y la independencia del poder judicial.
Sin embargo, bastaron un par de voluntades que, por conservar sus privilegios y su posición, inflaron la mayoría que el partido oficialista ganó en las urnas, creando una super mayoría con un control absoluto. Poniendo a la Ley, víctima de la propia Ley.
En un abrir y cerrar de ojos, esa super mayoría se encargó de transformar el sistema judicial. La siguiente instrucción: modificar las facultades de la Guardia Nacional, el “detente” favorito de López Obrador y la presidenta electa Claudia Sheinbaum.
Todo cobra más sentido al recordar que, esa reforma para la militarización del país a través de la Guardia Nacional, la impidió hace un par de años el poder judicial. Sí, el que hoy está desarmado.
Así se construye un autoritarismo, sin poder que haga contrapeso al ejecutivo y sus aliados en el legislativo, cooptado por una mayoría oficialista artificialmente construida, que minimiza su función a oficialía del imaginario presidencial, y le ha perdido el respeto al proceso legislativo.
Sin moral que frene el actuar del legislativo, su motor es agraciar al presidente, dando como tributo cualquier reforma que él ordene.
Muy lejos quedó la frase que sirvió en la persecución política de los detractores de López Obrador: “al margen de la Ley, nada; por encima de la Ley, nadie”,
Hoy se escandaliza si le piden respetar la Constitución, los procedimientos y tiempos para poder hacer reformas, pues dice: “no me vengan con que la ley es la ley”.
Como negar que en su lógica tiene razón, viviendo en un palacio creyó que era Rey, como todo Rey, su palabra es la Ley, por eso es el nuevo enemigo y va contra ella.
Sus operadores en el legislativo federal y Congresos locales, lo hacen sencillo: sí los deseos del presidente y actuar de diputados se viola la ley, entonces se cambia la ley.
Morena prometió transformar el país, acabar la corrupción, el influyentismo y la persecución política.
Hoy 6 años después, poco han cambiado esas cosas, lo único que transformó, es nuestro sistema democrático, cada vez más cerca del autoritarismo que se cimenta en acciones como la militarización de la seguridad nacional, sí, la militarización que ellos mismos repudiaron y criticaron.