/ viernes 24 de mayo de 2019

La malaria en aves, ¿un proceso natural o un riesgo ambiental en potencia?

Por Larissa Ortega Guzmán y Patricia Zaldivar Ortega (Ipicyt).

Las aves y la salud del ambiente

Durante el auge de la minería, los obreros entraban en las minas con canarios en pequeñas jaulas para saber si el aire al interior de los túneles era respirable; si el pajarillo moría por intoxicación, los trabajadores sabían que era momento de salir a la superficie. Esto se debe a que las aves poseen un sistema respiratorio completamente distinto al de los mamíferos, muy eficiente para respirar en vuelo, pero que las hace muy vulnerables a la contaminación del aire.


Actualmente, los científicos siguen usando a las aves para conocer la salud de nuestro entorno general. Los biólogos que estudian a las aves saben que ellas reaccionan de manera casi instantánea a los cambios en su ambiente y a enfermedades asociadas, gracias a que su capacidad de vuelo les ha permitido poblar todos los rincones del mundo, lo que además facilita su estudio. Esto significa que también quedan expuestas a peligros originados por las actividades humanas, por lo que conocer la salud de las aves es entender la salud del ambiente.


Es así que el estudio de las aves va más allá de sólo reconocerlas e identificarlas; también aporta el conocimiento necesario para evaluar y conservar nuestro entorno natural. Muchos estudios científicos que se enfocan en las aves nos muestran ahora el daño que le hacemos al planeta, convirtiéndolas en el “canario en la mina” de la humanidad.

El valor de las aves

Las aves cumplen diversos beneficios para el ser humano en la naturaleza, los cuales son denominados “servicios ecosistémicos”. Estos servicios asociados a las aves se refieren a cómo las aprovechamos comercialmente, a su importancia cultural y aquello que aportan al ambiente.

Foto: Especial

La crianza de aves para consumo humano y el aprovechamiento de algunas de sus partes, así como la cacería legal de algunas especies, son buenos ejemplos del aprovechamiento económico que obtenemos de ellas. Su importancia cultural la podemos ver reflejada, entre otras, en la inspiración que proporcionan en las artes, y en el simbolismo religioso que diversas culturas les atribuyen. Además, si bien originalmente la observación de aves sólo se trataba de un ejercicio exclusivamente científico, ahora forma parte del ecoturismo. Por si fuera poco, los aportes que las aves proporcionan al ambiente se relacionan con su capacidad para dispersar semillas, polinizar plantas y controlar plagas, por lo que, si desaparecen las aves, perderemos gran parte de los hábitats naturales del mundo.


No obstante, los múltiples beneficios que generan las aves, actualmente se enfrentan a numerosos desafíos. La contaminación, la deforestación y el cambio climático son sólo algunas de las amenazas más conocidas a las que se enfrentan las aves.


Entre las amenazas menos difundidas se encuentra la malaria aviar, una enfermedad causada por parásitos que infectan directamente las células rojas de la sangre de las aves. El grado de infección de estos parásitos se relaciona con cambios en el ambiente: la pérdida y degradación del hábitat a causa de las actividades humanas (como la tala de bosques, la agricultura, la ganadería, entre otras) incrementa el riesgo de transmisión e infección de la malaria aviar e incluso puede fomentar la aparición de parásitos más virulentos. La malaria aviar llevaría a ciertas especies de aves al borde de la extinción local.

Pero, ¿qué es exactamente la malaria aviar?

Se trata de una enfermedad parasitaria exclusiva a las aves transmitida por insectos que se alimentan de sangre, como los mosquitos y algunas especies de moscas. Se conocen más de 500 especies de parásitos de la malaria aviar, a los cuales se les llama parásitos Hemosporidios (del griego haima = sangre y spora = grano, que hace referencia a la apariencia granulosa de estos parásitos de la sangre), y los más comunes en el continente americano son Plasmodium y Haemoproteus. Su distribución está asociada a la de los mosquitos y moscas que los transmiten, por lo que la malaria aviar es más recurrente en la región tropical, donde la temperatura y humedad son aptas para la presencia, permanencia y proliferación de ambos insectos.

Efectos de la malaria en aves

Luego de ser infectadas por la malaria aviar, las aves pueden presentar los siguientes síntomas: anemia por la destrucción de células rojas, pérdida de apetito y peso, complicaciones respiratorias y debilidad general. Esto se ve reflejado en un aumento del estrés, una reducción de la capacidad reproductiva y, en los casos más severos, la muerte. Las aves que sobreviven mantienen una carga de parásitos “dormidos” en su cuerpo, que despiertan nuevamente cuando las aves comienzan a criar en primavera y verano, las estaciones más calurosas y húmedas del año.


Para saber si un ave está infectada por malaria aviar, basta tomar una pequeña muestra de sangre para tener una visión general de su estado de salud y de estrés, o si presenta alguna inflamación. Al observar la muestra en el microscopio, podemos ver a los parásitos de malaria aviar dentro de las células rojas de la sangre, donde se desarrollan hasta destruirlas. De ahí, pasan al torrente sanguíneo, lugar en que son detectados por las células encargadas de combatir las infecciones, llamadas glóbulos blancos. Si en la muestra se observa una cantidad elevada de glóbulos blancos, nos habla de la presencia de estos parásitos.

Foto: Especial

El estudio de la malaria aviar puede servir como indicador de la calidad de un paisaje, es decir, qué tan afectado se ha visto por las actividades humanas y si ofrece las condiciones que requieren cada una de las especies para su subsistencia, ya que varias de las enfermedades emergentes en fauna y humanos tienen su origen en la destrucción del hábitat natural.

Efectos del cambio climático sobre la malaria en aves

Para las aves y los mosquitos que trasmiten la malaria aviar, el cambio climático incrementa el riesgo de infección. Los parásitos de malaria aviar y sus transmisores son favorecidos por los incrementos de temperatura del cambio climático, ya que se reproducen con mayor éxito. Actualmente, ya podemos ver algunos de sus efectos en distintas partes del mundo: sequías prolongadas, fuertes inundaciones, muerte de plantas y animales, aparición de mareas tóxicas en algunas playas, etcétera.


Sin embargo, algunos efectos del cambio climático no son tan obvios, como el desplazamiento de ciertas especies de plantas o animales hacia los lugares que mantienen las condiciones de temperatura y humedad que les favorecen. Tal es el caso de algunos parásitos de malaria aviar y los insectos que los transmiten, los cuales están colonizando nuevos lugares.


Los incrementos de temperatura favorecen que parásitos de malaria aviar de climas tropicales estén migrando hacia zonas previamente más frías (como bosques de montaña), donde las aves de estas regiones se están viendo en riesgo de ser diezmadas por los mismos. Esto se ha observado en la región amazónica, en las selvas montañosas de Hawái y bosques montanos de Nueva Zelanda, donde la introducción de Plasmodium relictum, una de las especies invasoras de malaria aviar más virulentas del mundo, está amenazando a las aves nativas que antes no habían tenido contacto con este parásito.

Relevancia social de la investigación

No sólo las aves silvestres son propensas a infectarse de malaria aviar: las aves que comemos también se ven afectadas. En algunas partes del mundo se han registrado pérdidas de hasta del ciento por ciento en granjas avícolas por culpa de esta enfermedad. Por lo tanto, un incremento de malaria aviar puede significar no sólo pérdidas de biodiversidad, sino también fuertes mermas monetarias a gran escala en la actividad avícola. Las aves infectadas de malaria aviar mantienen para siempre cierta cantidad pequeña de parásitos en su sangre que pueden reiniciar la enfermedad en momentos posteriores.

Foto: Especial

La mejor manera de mitigar el impacto de esta enfermedad en aves silvestres es conservar los hábitats que les sirven de refugio y mejorar las prácticas de las diversas actividades humanas en el entorno que nos rodea. Reducir la contaminación, exigir que los estudios necesarios antes de modificar un hábitat natural sean éticos y realizados por personal calificado, y mejorar nuestras políticas económicas y ambientales fortalecerán los esfuerzos de conservación. Además, nosotros como sociedad debemos ser conscientes de la importancia de preservar los hábitats donde viven las aves y otras especies, ya que esto nos permitirá disminuir el impacto del cambio climático en la dispersión de enfermedades como la malaria aviar.


En Hawái, la reciente introducción de la malaria aviar está llevando a la extinción a los mieleros hawaianos, especies de aves únicas a estas islas. La disminución de mieleros ha afectado la polinización y dispersión de las semillas de plantas como el arbusto ‘ōhelo ‘ai (Vaccinium reticulatum), que es parte fundamental del hábitat natural de estas islas, y proporciona alimento y refugio a las aves hawaianas.


La conservación de aves en México debería atenderse de manera más seria, puesto que ocupamos uno de los primeros diez lugares en riqueza de aves a nivel mundial. Como lección tenemos la extinción del Carpintero Imperial (Campephilus imperialis), el cual desapareció hace apenas 50 años por haber sido cazado con fines alimenticios, usado como remedio medicinal y convertido en un cotizado trofeo de caza. La pérdida del carpintero más grande que haya existido nos dejó con un hueco de información referente a cómo se vio afectado su hábitat después de su desaparición o el estado de salud de sus poblaciones.


Entonces, factores poco estudiados como la malaria aviar podrían impactar profundamente en las poblaciones de aves. No sólo significa que veremos menos aves; también estaremos perdiendo parte de nuestra cultura, la riqueza ambiental de nuestro país y ocurrirán otras consecuencias que aún no estamos considerando.


*Larissa Ortega Guzmán y Patricia Zaldivar Ortega, son estudiantes del Doctorado de Ciencias Ambientales en el Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (Ipicyt). Contacto: Hector Ulises Tello Balderas, en el correo hector.tello@ipicyt.edu.mx

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Por Larissa Ortega Guzmán y Patricia Zaldivar Ortega (Ipicyt).

Las aves y la salud del ambiente

Durante el auge de la minería, los obreros entraban en las minas con canarios en pequeñas jaulas para saber si el aire al interior de los túneles era respirable; si el pajarillo moría por intoxicación, los trabajadores sabían que era momento de salir a la superficie. Esto se debe a que las aves poseen un sistema respiratorio completamente distinto al de los mamíferos, muy eficiente para respirar en vuelo, pero que las hace muy vulnerables a la contaminación del aire.


Actualmente, los científicos siguen usando a las aves para conocer la salud de nuestro entorno general. Los biólogos que estudian a las aves saben que ellas reaccionan de manera casi instantánea a los cambios en su ambiente y a enfermedades asociadas, gracias a que su capacidad de vuelo les ha permitido poblar todos los rincones del mundo, lo que además facilita su estudio. Esto significa que también quedan expuestas a peligros originados por las actividades humanas, por lo que conocer la salud de las aves es entender la salud del ambiente.


Es así que el estudio de las aves va más allá de sólo reconocerlas e identificarlas; también aporta el conocimiento necesario para evaluar y conservar nuestro entorno natural. Muchos estudios científicos que se enfocan en las aves nos muestran ahora el daño que le hacemos al planeta, convirtiéndolas en el “canario en la mina” de la humanidad.

El valor de las aves

Las aves cumplen diversos beneficios para el ser humano en la naturaleza, los cuales son denominados “servicios ecosistémicos”. Estos servicios asociados a las aves se refieren a cómo las aprovechamos comercialmente, a su importancia cultural y aquello que aportan al ambiente.

Foto: Especial

La crianza de aves para consumo humano y el aprovechamiento de algunas de sus partes, así como la cacería legal de algunas especies, son buenos ejemplos del aprovechamiento económico que obtenemos de ellas. Su importancia cultural la podemos ver reflejada, entre otras, en la inspiración que proporcionan en las artes, y en el simbolismo religioso que diversas culturas les atribuyen. Además, si bien originalmente la observación de aves sólo se trataba de un ejercicio exclusivamente científico, ahora forma parte del ecoturismo. Por si fuera poco, los aportes que las aves proporcionan al ambiente se relacionan con su capacidad para dispersar semillas, polinizar plantas y controlar plagas, por lo que, si desaparecen las aves, perderemos gran parte de los hábitats naturales del mundo.


No obstante, los múltiples beneficios que generan las aves, actualmente se enfrentan a numerosos desafíos. La contaminación, la deforestación y el cambio climático son sólo algunas de las amenazas más conocidas a las que se enfrentan las aves.


Entre las amenazas menos difundidas se encuentra la malaria aviar, una enfermedad causada por parásitos que infectan directamente las células rojas de la sangre de las aves. El grado de infección de estos parásitos se relaciona con cambios en el ambiente: la pérdida y degradación del hábitat a causa de las actividades humanas (como la tala de bosques, la agricultura, la ganadería, entre otras) incrementa el riesgo de transmisión e infección de la malaria aviar e incluso puede fomentar la aparición de parásitos más virulentos. La malaria aviar llevaría a ciertas especies de aves al borde de la extinción local.

Pero, ¿qué es exactamente la malaria aviar?

Se trata de una enfermedad parasitaria exclusiva a las aves transmitida por insectos que se alimentan de sangre, como los mosquitos y algunas especies de moscas. Se conocen más de 500 especies de parásitos de la malaria aviar, a los cuales se les llama parásitos Hemosporidios (del griego haima = sangre y spora = grano, que hace referencia a la apariencia granulosa de estos parásitos de la sangre), y los más comunes en el continente americano son Plasmodium y Haemoproteus. Su distribución está asociada a la de los mosquitos y moscas que los transmiten, por lo que la malaria aviar es más recurrente en la región tropical, donde la temperatura y humedad son aptas para la presencia, permanencia y proliferación de ambos insectos.

Efectos de la malaria en aves

Luego de ser infectadas por la malaria aviar, las aves pueden presentar los siguientes síntomas: anemia por la destrucción de células rojas, pérdida de apetito y peso, complicaciones respiratorias y debilidad general. Esto se ve reflejado en un aumento del estrés, una reducción de la capacidad reproductiva y, en los casos más severos, la muerte. Las aves que sobreviven mantienen una carga de parásitos “dormidos” en su cuerpo, que despiertan nuevamente cuando las aves comienzan a criar en primavera y verano, las estaciones más calurosas y húmedas del año.


Para saber si un ave está infectada por malaria aviar, basta tomar una pequeña muestra de sangre para tener una visión general de su estado de salud y de estrés, o si presenta alguna inflamación. Al observar la muestra en el microscopio, podemos ver a los parásitos de malaria aviar dentro de las células rojas de la sangre, donde se desarrollan hasta destruirlas. De ahí, pasan al torrente sanguíneo, lugar en que son detectados por las células encargadas de combatir las infecciones, llamadas glóbulos blancos. Si en la muestra se observa una cantidad elevada de glóbulos blancos, nos habla de la presencia de estos parásitos.

Foto: Especial

El estudio de la malaria aviar puede servir como indicador de la calidad de un paisaje, es decir, qué tan afectado se ha visto por las actividades humanas y si ofrece las condiciones que requieren cada una de las especies para su subsistencia, ya que varias de las enfermedades emergentes en fauna y humanos tienen su origen en la destrucción del hábitat natural.

Efectos del cambio climático sobre la malaria en aves

Para las aves y los mosquitos que trasmiten la malaria aviar, el cambio climático incrementa el riesgo de infección. Los parásitos de malaria aviar y sus transmisores son favorecidos por los incrementos de temperatura del cambio climático, ya que se reproducen con mayor éxito. Actualmente, ya podemos ver algunos de sus efectos en distintas partes del mundo: sequías prolongadas, fuertes inundaciones, muerte de plantas y animales, aparición de mareas tóxicas en algunas playas, etcétera.


Sin embargo, algunos efectos del cambio climático no son tan obvios, como el desplazamiento de ciertas especies de plantas o animales hacia los lugares que mantienen las condiciones de temperatura y humedad que les favorecen. Tal es el caso de algunos parásitos de malaria aviar y los insectos que los transmiten, los cuales están colonizando nuevos lugares.


Los incrementos de temperatura favorecen que parásitos de malaria aviar de climas tropicales estén migrando hacia zonas previamente más frías (como bosques de montaña), donde las aves de estas regiones se están viendo en riesgo de ser diezmadas por los mismos. Esto se ha observado en la región amazónica, en las selvas montañosas de Hawái y bosques montanos de Nueva Zelanda, donde la introducción de Plasmodium relictum, una de las especies invasoras de malaria aviar más virulentas del mundo, está amenazando a las aves nativas que antes no habían tenido contacto con este parásito.

Relevancia social de la investigación

No sólo las aves silvestres son propensas a infectarse de malaria aviar: las aves que comemos también se ven afectadas. En algunas partes del mundo se han registrado pérdidas de hasta del ciento por ciento en granjas avícolas por culpa de esta enfermedad. Por lo tanto, un incremento de malaria aviar puede significar no sólo pérdidas de biodiversidad, sino también fuertes mermas monetarias a gran escala en la actividad avícola. Las aves infectadas de malaria aviar mantienen para siempre cierta cantidad pequeña de parásitos en su sangre que pueden reiniciar la enfermedad en momentos posteriores.

Foto: Especial

La mejor manera de mitigar el impacto de esta enfermedad en aves silvestres es conservar los hábitats que les sirven de refugio y mejorar las prácticas de las diversas actividades humanas en el entorno que nos rodea. Reducir la contaminación, exigir que los estudios necesarios antes de modificar un hábitat natural sean éticos y realizados por personal calificado, y mejorar nuestras políticas económicas y ambientales fortalecerán los esfuerzos de conservación. Además, nosotros como sociedad debemos ser conscientes de la importancia de preservar los hábitats donde viven las aves y otras especies, ya que esto nos permitirá disminuir el impacto del cambio climático en la dispersión de enfermedades como la malaria aviar.


En Hawái, la reciente introducción de la malaria aviar está llevando a la extinción a los mieleros hawaianos, especies de aves únicas a estas islas. La disminución de mieleros ha afectado la polinización y dispersión de las semillas de plantas como el arbusto ‘ōhelo ‘ai (Vaccinium reticulatum), que es parte fundamental del hábitat natural de estas islas, y proporciona alimento y refugio a las aves hawaianas.


La conservación de aves en México debería atenderse de manera más seria, puesto que ocupamos uno de los primeros diez lugares en riqueza de aves a nivel mundial. Como lección tenemos la extinción del Carpintero Imperial (Campephilus imperialis), el cual desapareció hace apenas 50 años por haber sido cazado con fines alimenticios, usado como remedio medicinal y convertido en un cotizado trofeo de caza. La pérdida del carpintero más grande que haya existido nos dejó con un hueco de información referente a cómo se vio afectado su hábitat después de su desaparición o el estado de salud de sus poblaciones.


Entonces, factores poco estudiados como la malaria aviar podrían impactar profundamente en las poblaciones de aves. No sólo significa que veremos menos aves; también estaremos perdiendo parte de nuestra cultura, la riqueza ambiental de nuestro país y ocurrirán otras consecuencias que aún no estamos considerando.


*Larissa Ortega Guzmán y Patricia Zaldivar Ortega, son estudiantes del Doctorado de Ciencias Ambientales en el Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (Ipicyt). Contacto: Hector Ulises Tello Balderas, en el correo hector.tello@ipicyt.edu.mx

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