/ viernes 27 de septiembre de 2024

La mendicidad como forma de gobierno

La mentira como método de gobierno, la utilizan las izquierdas y derechas, los Republicanos y Demócratas ¿Cómo un político puede ganar a través del engaño y lograr que más de un millón de personas asistan a su toma de protesta? Esa fue una hazaña de Donald Trump, tal vez como una respuesta al discurso de su antecesor Barack Obama, donde el primero cuestionó la validez del acta de nacimiento del primer mandatario afroamericano.

En ese país Trump no es el único que miente, lo que pasa es que sus mensajes de manipulación son tan constantes; que hacen que su descaro logre cegarnos del hecho de que sus oponentes también mienten. En un extraordinario artículo en The New York Times, James Kirchick, egresado de la Universidad de Yale, muestra cómo la candidata demócrata “Kamala Harris no se adhirió estrictamente a la verdad en el debate presidencial a principios de este mes (quien) afirmó engañosamente que Trump había dicho que habría un “baño de sangre” si no era elegido, cuando la referencia original era a una pérdida de empleos en la industria automotriz estadounidense”.

Nos recuerda que en agosto pasado el director ejecutivo de Meta, Mark Zuckerberg, dijo al Comité Judicial de la Cámara de Representantes que la administración Joe Biden “presionó constantemente a nuestros equipos durante meses para que censuraran ciertos contenidos sobre el Covid-19, incluido el humor y la sátira”. Lo anterior, tal vez, fue causado con el objetivo de combatir las Fake News ocasionadas por la pandemia.

Sin embargo, el tratar de callar Internet, es intentar tapar el sol con un dedo; en la red no toda la información es falsa y para bien, y también para mal, este espacio es una “una plétora de oportunidades para que nuevas voces cuestionen a las instituciones tradicionales, ya sean los gobiernos, las burocracias de la salud pública o los medios de información tradicionales. La obsesión de las élites actuales con la desinformación puede interpretarse en gran medida como un pánico ante este desafío”. Aunque la información firmada por periodistas es de mejor calidad.

A todo esto, recordemos el anuncio por parte de Mick Antoniw, Fiscal General del Gobierno de Gales, quien propuso que los candidatos sean descalificados de la elección si se les encuentra culpables de engaño deliberado. En otras palabras, el proyecto de ley prohibiría a los políticos mentir. Incluso la sátira ha criticado la iniciativa “¿Cómo se llama a un político que no puede mentir? Un mudo”.

Para James Kirchick, es muy peligroso que un gobierno como el de Gales, o el de cualquier país intente, moralmente, prohibir las mentiras, ya que ese grupo de personas que encarnan el poder, en el fondo practicará la censura y “persecución penal de quienes promuevan cualquier idea que el gobierno de turno considere dañina y odiosa. La mentira es una característica inerradicable de la humanidad (en particular de la política) y los intentos de eliminarla por decreto inevitablemente resultarán en una asfixia de la libertad de expresión. Ninguna persona, partido o autoridad gubernamental tiene el monopolio de la verdad”. Pero tampoco los mentirosos deberían tener las riendas de un país, por más que brillen y cacareen su popularidad.

Comunicólogo político, académico de la FCPyS UNAM y Maestro en Periodismo Político @gersonmecalco

La mentira como método de gobierno, la utilizan las izquierdas y derechas, los Republicanos y Demócratas ¿Cómo un político puede ganar a través del engaño y lograr que más de un millón de personas asistan a su toma de protesta? Esa fue una hazaña de Donald Trump, tal vez como una respuesta al discurso de su antecesor Barack Obama, donde el primero cuestionó la validez del acta de nacimiento del primer mandatario afroamericano.

En ese país Trump no es el único que miente, lo que pasa es que sus mensajes de manipulación son tan constantes; que hacen que su descaro logre cegarnos del hecho de que sus oponentes también mienten. En un extraordinario artículo en The New York Times, James Kirchick, egresado de la Universidad de Yale, muestra cómo la candidata demócrata “Kamala Harris no se adhirió estrictamente a la verdad en el debate presidencial a principios de este mes (quien) afirmó engañosamente que Trump había dicho que habría un “baño de sangre” si no era elegido, cuando la referencia original era a una pérdida de empleos en la industria automotriz estadounidense”.

Nos recuerda que en agosto pasado el director ejecutivo de Meta, Mark Zuckerberg, dijo al Comité Judicial de la Cámara de Representantes que la administración Joe Biden “presionó constantemente a nuestros equipos durante meses para que censuraran ciertos contenidos sobre el Covid-19, incluido el humor y la sátira”. Lo anterior, tal vez, fue causado con el objetivo de combatir las Fake News ocasionadas por la pandemia.

Sin embargo, el tratar de callar Internet, es intentar tapar el sol con un dedo; en la red no toda la información es falsa y para bien, y también para mal, este espacio es una “una plétora de oportunidades para que nuevas voces cuestionen a las instituciones tradicionales, ya sean los gobiernos, las burocracias de la salud pública o los medios de información tradicionales. La obsesión de las élites actuales con la desinformación puede interpretarse en gran medida como un pánico ante este desafío”. Aunque la información firmada por periodistas es de mejor calidad.

A todo esto, recordemos el anuncio por parte de Mick Antoniw, Fiscal General del Gobierno de Gales, quien propuso que los candidatos sean descalificados de la elección si se les encuentra culpables de engaño deliberado. En otras palabras, el proyecto de ley prohibiría a los políticos mentir. Incluso la sátira ha criticado la iniciativa “¿Cómo se llama a un político que no puede mentir? Un mudo”.

Para James Kirchick, es muy peligroso que un gobierno como el de Gales, o el de cualquier país intente, moralmente, prohibir las mentiras, ya que ese grupo de personas que encarnan el poder, en el fondo practicará la censura y “persecución penal de quienes promuevan cualquier idea que el gobierno de turno considere dañina y odiosa. La mentira es una característica inerradicable de la humanidad (en particular de la política) y los intentos de eliminarla por decreto inevitablemente resultarán en una asfixia de la libertad de expresión. Ninguna persona, partido o autoridad gubernamental tiene el monopolio de la verdad”. Pero tampoco los mentirosos deberían tener las riendas de un país, por más que brillen y cacareen su popularidad.

Comunicólogo político, académico de la FCPyS UNAM y Maestro en Periodismo Político @gersonmecalco