/ miércoles 23 de octubre de 2024

La moviola / FICM22: “Sujo” y “La Raya” Dolor y optimismo

La infancia y sus contextos, tema fundamental, en esta edición del Festival Internacional de Cine de Morelia dentro de la Selección de Largometraje Mexicano en Competencia. Dos historias de tono muy diferente destacan. En primer lugar “Sujo” (Astrid Rondero, Fernanda Valadez, 2024), que sigue la línea narrativa, en el tono de un mismo universo melodramático de “Sin señas particulares” de la también dupla Valadez-Romero, la primera como directora, la segunda guionista.

En esta ocasión, ambas se colocan al frente. El resultado: un filme con cohesión melodramática. Intenso, conmovedor y a pesar del entorno de dolor que lo enmarca, en el fondo, es una historia de sombras, pero también mucha luz.

Ficción, en los efectos de melodrama, pero de forma desgarradora, real hasta cimbrar al espectador, cuenta la historia de las víctimas de la violencia en este país, pero de aquellas que no se ven de manera tan fácil, aquellas que los discursos oficiales ignoran: la de los herederos, los hijos de quienes son victimarios.

Historia de dolor y redención, que en el fondo guarda un enorme optimismo por la ternura de sus personajes, Valadez y Rondero, eluden cualquier concesión hacia el público, pero esto no evita un ya afinado talento melodramático, presente desde el primer momento, y una dirección de actores que dan rostro a personajes en la penumbra, pero que su trayectoria, su sino será salir o tratar de salir de esta.

“Sujo” (Juan Jesús Varela), es un adolescente que ha crecido con su tía, en una región –que puede ser cualquiera de este país-, en medio de lo que parece ser un destino ineludible y trágico: su padre era un joven sicario que fue asesinado cuando él era muy pequeño.

Ha crecido con dos niños, “Jai” y “Jeremy” (Alexis Varela, Jairo Hernández), que son en los hechos, como sus hermanos. Un día a uno de los chicos, se le ocurre ayudar a un grupo de narcos y “Sujo” parece llamar la atención de los antiguos aliados de su padre. El joven ha heredado un lujoso carro de su progenitor lo cual facilita al principio las cosas. Pero su destino que parece manifiesto, se hará presente.

“Sujo”, es un sólido melodrama de dolor, pero también de una profunda esperanza. “Dedicado a todos los huérfanos de este país en llamas”, la dedicatoria del filme. Va a dar de que hablar.

En contraste con “Sujo”, con un tono más lúdico cercano a un naturalismo mágico, está “La Raya”. Hay un tono juguetón a lo largo de este relato, que se sostiene de una anécdota sencilla, pero de reflexión social profunda, sobre todo en el carisma de sus pequeños protagonistas. Además de la solidez de Mónica del Carmen.

Dos niños encuentran un refrigerador, de manera fortuita en un pueblo abandonado. A partir de ese momento y en medio de la organización del aniversario del lugar: “La Raya”, el universo de los personajes se trastocan.

Los pequeños, “Sotera” y “Érick”, deciden venderlo, pero el propio universo cerrado de los personajes, no hará tan fácil la tarea. “La Raya”, parece una anécdota sencilla, pero en el fondo hay una posición en la empatía que la dirección logra en sus personajes. Es el filme, otra forma de fijar una posición, desde la inocencia de sus protagonistas.

Lo sencillo, en suma es aparente. Detrás de lo lúdico, juguetón de “La Raya” hay toda una posición con la que la directora se compromete.

Dos filmes, de clara vocación social, pero donde pesa un profundo optimismo.

La infancia y sus contextos, tema fundamental, en esta edición del Festival Internacional de Cine de Morelia dentro de la Selección de Largometraje Mexicano en Competencia. Dos historias de tono muy diferente destacan. En primer lugar “Sujo” (Astrid Rondero, Fernanda Valadez, 2024), que sigue la línea narrativa, en el tono de un mismo universo melodramático de “Sin señas particulares” de la también dupla Valadez-Romero, la primera como directora, la segunda guionista.

En esta ocasión, ambas se colocan al frente. El resultado: un filme con cohesión melodramática. Intenso, conmovedor y a pesar del entorno de dolor que lo enmarca, en el fondo, es una historia de sombras, pero también mucha luz.

Ficción, en los efectos de melodrama, pero de forma desgarradora, real hasta cimbrar al espectador, cuenta la historia de las víctimas de la violencia en este país, pero de aquellas que no se ven de manera tan fácil, aquellas que los discursos oficiales ignoran: la de los herederos, los hijos de quienes son victimarios.

Historia de dolor y redención, que en el fondo guarda un enorme optimismo por la ternura de sus personajes, Valadez y Rondero, eluden cualquier concesión hacia el público, pero esto no evita un ya afinado talento melodramático, presente desde el primer momento, y una dirección de actores que dan rostro a personajes en la penumbra, pero que su trayectoria, su sino será salir o tratar de salir de esta.

“Sujo” (Juan Jesús Varela), es un adolescente que ha crecido con su tía, en una región –que puede ser cualquiera de este país-, en medio de lo que parece ser un destino ineludible y trágico: su padre era un joven sicario que fue asesinado cuando él era muy pequeño.

Ha crecido con dos niños, “Jai” y “Jeremy” (Alexis Varela, Jairo Hernández), que son en los hechos, como sus hermanos. Un día a uno de los chicos, se le ocurre ayudar a un grupo de narcos y “Sujo” parece llamar la atención de los antiguos aliados de su padre. El joven ha heredado un lujoso carro de su progenitor lo cual facilita al principio las cosas. Pero su destino que parece manifiesto, se hará presente.

“Sujo”, es un sólido melodrama de dolor, pero también de una profunda esperanza. “Dedicado a todos los huérfanos de este país en llamas”, la dedicatoria del filme. Va a dar de que hablar.

En contraste con “Sujo”, con un tono más lúdico cercano a un naturalismo mágico, está “La Raya”. Hay un tono juguetón a lo largo de este relato, que se sostiene de una anécdota sencilla, pero de reflexión social profunda, sobre todo en el carisma de sus pequeños protagonistas. Además de la solidez de Mónica del Carmen.

Dos niños encuentran un refrigerador, de manera fortuita en un pueblo abandonado. A partir de ese momento y en medio de la organización del aniversario del lugar: “La Raya”, el universo de los personajes se trastocan.

Los pequeños, “Sotera” y “Érick”, deciden venderlo, pero el propio universo cerrado de los personajes, no hará tan fácil la tarea. “La Raya”, parece una anécdota sencilla, pero en el fondo hay una posición en la empatía que la dirección logra en sus personajes. Es el filme, otra forma de fijar una posición, desde la inocencia de sus protagonistas.

Lo sencillo, en suma es aparente. Detrás de lo lúdico, juguetón de “La Raya” hay toda una posición con la que la directora se compromete.

Dos filmes, de clara vocación social, pero donde pesa un profundo optimismo.