/ sábado 16 de noviembre de 2024

La moviola / Gladiador II y Pasitos a la fama

@lamoviola

Dos filmes que contrastan en muchos sentidos comparten espacio en la cartelera. Por un lado fuerza y brutalidad, por el otro ternura y algo de agridulce búsqueda de triunfo. En el primer caso, más de dos décadas después, llega la secuela de “Gladiador”, bajo el mando también de Ridley Scott, quien toma un segundo aire, para algunos renovador y para otros artificial. En cualquier caso, resulta en su conjunto una película, aún con sus bemoles, de una narrativa con mayor integridad que cualquier “Guasón” de pretensiones fallidas y cara lavada.

Hace más de dos décadas, la primera entrega recibió una muy respetable cantidad de premios, incluido sendas estatuillas Oscar, entre las que destacan película y actor a Russell Crowe, quien luego se durmió en sus laureles. El asunto es que a principios de milenio se vivía una buena época de filmes que con el tiempo se convirtieron en clásicos. Era un tiempo remoto en que se podía hacer cine antes de la oscuridad del predominio de las franquicias.

Y en este punto, más allá de sus méritos cinematográficos es donde entra uno de los puntos principales de la secuela, del péplum actual que nos ocupa: ir en contra de las huecas disposiciones de la industria, sin dejar de ser un gran espectáculo fílmico. Porque en “Gladiador II”, Ridley Scott, muy en apariencia quitado de la pena de lo que se diga de él, luego de críticas sobre todo por “Napoleón”, se atreve a romper esquemas desde lo clásico.

Fiel a su estilo, el director no tiene miedo para tomarse su tiempo en la narrativa, y contar una historia desde un género en desuso – aunque la voracidad de la industria tiene a casi todos los géneros en desuso como no sea el atragantado superhéroe ya en vías de la derrota- y se da el lujo de administrar cortes rápidos y darle sentido y tiempo a la historia. Que camine, que respire, que se entienda, sin que le importe el circo romano de fanáticos consumidores de palomitas, que quieren bajar el pulgar porque el león no devora al soldado desde el primer momento.

Personajes de capas, motivaciones no implícitas, pero complejidades y heroísmos, que se colocan por encima de lo evidente , que no dejan de tener su aire edificante como dicta y manda el buen cine clásico. Una historia, pues de venganza clásica, redención, que crea un universo propio, sobre todo por su fidelidad pero a la vez actualización del género, sin miedo a los melindres de un coliseo que busca lo rápido y efímero. Scott es un soldado que en ocasiones parece librar una batalla que parece por momentos perdida. “Gladiador II”, es una muestra.

“Lucio” (Paul Mescal), debe recuperar el esplendor de Roma, de la tiranía, obvio, en medio de muy buenas escenas de batalla y actuaciones de primer nivel, entre las que está Pedro Pascal, a tres segundos de entrar en la vorágine del cómic y Denzel Washington. Breve sinopsis que define como se hace cine: una premisa fuerte y una mano de hierro en la dirección. Pero además, va en contrasentido de la industria. Veremos que pasa en la temporada de premios, aunque ese asunto, luego tampoco dice mucho.

Como remate, está el documental, “Pasitos a la fama”, dirigido por Carlos Carrera, en el que cuentan las peripecias de varios niños que luchan por estar en la dura y cruel industria del espectáculo. Un coliseo cruel que nunca alcanza, nos dice el relato, vulnerar la inocencia, pero no los exenta del dolor y decepción a la que son expuestos, aunque tampoco la satisfacción y alegría.

El chico que quiere un papel estelar en teatro, el que trabaja en fiestas y ya hace las veces de galancito de tardeada, la que tuvo una buena participación en un reality y lucha ya de adolescente por seguir en el medio. La que no tiene las mismas condiciones económicas de sus compañeros. Todos, con padres por supuesto incluidos, siguen la misma meta.

“Pasitos a la fama”, matiza, de alguna forma, el tema de la explotación infantil, y su transito es melancólico y dulce. Pero a decir verdad, el recurso funciona, conmueve y convence, por la mano de Carrera, una muy buena edición y sobre todo, el carisma de sus jóvenes protagonistas.

Hay en verdad, momentos muy bien logrados, que revelan el sentir de los pequeños y pre adolescentes en algunos casos en busca de lo efímero y en otros, del dolor del arte. Del que se enteran, a lo largo de su tránsito, pero con amor, se aferran. Vale la pena darle una oportunidad.

@lamoviola

Dos filmes que contrastan en muchos sentidos comparten espacio en la cartelera. Por un lado fuerza y brutalidad, por el otro ternura y algo de agridulce búsqueda de triunfo. En el primer caso, más de dos décadas después, llega la secuela de “Gladiador”, bajo el mando también de Ridley Scott, quien toma un segundo aire, para algunos renovador y para otros artificial. En cualquier caso, resulta en su conjunto una película, aún con sus bemoles, de una narrativa con mayor integridad que cualquier “Guasón” de pretensiones fallidas y cara lavada.

Hace más de dos décadas, la primera entrega recibió una muy respetable cantidad de premios, incluido sendas estatuillas Oscar, entre las que destacan película y actor a Russell Crowe, quien luego se durmió en sus laureles. El asunto es que a principios de milenio se vivía una buena época de filmes que con el tiempo se convirtieron en clásicos. Era un tiempo remoto en que se podía hacer cine antes de la oscuridad del predominio de las franquicias.

Y en este punto, más allá de sus méritos cinematográficos es donde entra uno de los puntos principales de la secuela, del péplum actual que nos ocupa: ir en contra de las huecas disposiciones de la industria, sin dejar de ser un gran espectáculo fílmico. Porque en “Gladiador II”, Ridley Scott, muy en apariencia quitado de la pena de lo que se diga de él, luego de críticas sobre todo por “Napoleón”, se atreve a romper esquemas desde lo clásico.

Fiel a su estilo, el director no tiene miedo para tomarse su tiempo en la narrativa, y contar una historia desde un género en desuso – aunque la voracidad de la industria tiene a casi todos los géneros en desuso como no sea el atragantado superhéroe ya en vías de la derrota- y se da el lujo de administrar cortes rápidos y darle sentido y tiempo a la historia. Que camine, que respire, que se entienda, sin que le importe el circo romano de fanáticos consumidores de palomitas, que quieren bajar el pulgar porque el león no devora al soldado desde el primer momento.

Personajes de capas, motivaciones no implícitas, pero complejidades y heroísmos, que se colocan por encima de lo evidente , que no dejan de tener su aire edificante como dicta y manda el buen cine clásico. Una historia, pues de venganza clásica, redención, que crea un universo propio, sobre todo por su fidelidad pero a la vez actualización del género, sin miedo a los melindres de un coliseo que busca lo rápido y efímero. Scott es un soldado que en ocasiones parece librar una batalla que parece por momentos perdida. “Gladiador II”, es una muestra.

“Lucio” (Paul Mescal), debe recuperar el esplendor de Roma, de la tiranía, obvio, en medio de muy buenas escenas de batalla y actuaciones de primer nivel, entre las que está Pedro Pascal, a tres segundos de entrar en la vorágine del cómic y Denzel Washington. Breve sinopsis que define como se hace cine: una premisa fuerte y una mano de hierro en la dirección. Pero además, va en contrasentido de la industria. Veremos que pasa en la temporada de premios, aunque ese asunto, luego tampoco dice mucho.

Como remate, está el documental, “Pasitos a la fama”, dirigido por Carlos Carrera, en el que cuentan las peripecias de varios niños que luchan por estar en la dura y cruel industria del espectáculo. Un coliseo cruel que nunca alcanza, nos dice el relato, vulnerar la inocencia, pero no los exenta del dolor y decepción a la que son expuestos, aunque tampoco la satisfacción y alegría.

El chico que quiere un papel estelar en teatro, el que trabaja en fiestas y ya hace las veces de galancito de tardeada, la que tuvo una buena participación en un reality y lucha ya de adolescente por seguir en el medio. La que no tiene las mismas condiciones económicas de sus compañeros. Todos, con padres por supuesto incluidos, siguen la misma meta.

“Pasitos a la fama”, matiza, de alguna forma, el tema de la explotación infantil, y su transito es melancólico y dulce. Pero a decir verdad, el recurso funciona, conmueve y convence, por la mano de Carrera, una muy buena edición y sobre todo, el carisma de sus jóvenes protagonistas.

Hay en verdad, momentos muy bien logrados, que revelan el sentir de los pequeños y pre adolescentes en algunos casos en busca de lo efímero y en otros, del dolor del arte. Del que se enteran, a lo largo de su tránsito, pero con amor, se aferran. Vale la pena darle una oportunidad.