@lamoviola
Los años atemperan. Francis Ford Coppola (Detroit, Michigan, 1939), escucha con paciencia las preguntas que los periodistas le hacen en la conferencia que dio en el marco de la 22 edición del Festival de Cine de Morelia.
Se toma su tiempo para responder e incluso atiende con cortesía al moderador. Es difícil imaginar al octagenario director, de formas suaves, ser el mismo que trató hace cinco décadas con Al Pacino, Robert De Niro o Marlon Brando; o imponerse a la industria hollywoodense y ser uno de los miembros del llamado New Hollywood. Ir a contracorriente de los grandes estudios pero romper estilos y formas desde el mismo sistema.
Pero naturaleza obliga y después de un rato pide firme: hagan directa la pregunta, ante tanta cortesía mexicana de los representantes de los medios mexicanos.
Coppola, se explaya e incluso la carga contra el cine industrial que predomina. Porque “Megalópolis”, su épica que tardó más de cuatro décadas para llegar al cine, al gran cine, no aquel que se ve en plataformas, toca justo el tema de la ruptura, de la decadencia, pero también de la redención.
El filme es en forma y fondo un testamento. El director, no se inmuta a las necesidades de comida plástica de las grandes audiencias y en sus 138 minutos se toma su tiempo. No es una película pues para el público acostumbrado a cortes rápidos y vacio temático. Trasciende el ester egg y eso por supuesto no se lo perdonan quienes van al cine a no sorprenderse. Lo que sí impresiona, es que con 85 años, se atreva a correr riesgos.
“Megalópolis”, es una fábula de la caída o crisis del imperio, pero con un aura de redención. Cargada de diálogos que para un público entrenado a estar y no estar entre el celular y la pantalla grande pueden parecer pesados, frases de doble sentido, que sí, la verdad no ofende pero incomoda, hay que tener referentes culturales para entenderlas en su dimensión, pero sobre todo, una narrativa visual de tiempo y ritmo que encapsula el universo de la ficción en un ámbito diferente, en algún punto parece inaccesible.
Para poner las cosa en contexto, si Jean-Luc Godard, sorprendió también pasada la octava década con “Adieu Au Languaje” en 2014, Coppola, rompe en forma y fondo. Es eso, un asunto de lenguaje y contenido.
Si en la saga “El Padrino” (1972-1974), o bien, “Apocalypse now” en 1979, hacía una radiografía del sistema, en Megalópolis, desde una épica distópica, nos avienta en pantalla con fotografía de Mihai Malaimera Jr., una caída inevitable de profunda decadencia, pero al final de redención: “el cine y el periodismo van a morir, pero van renacer”, dice Coppola en la conferencia mientras sus personajes, luchan por la permanencia de lo establecido o un nuevo mundo.
En “Megalópolis” el idealista artista y creador “César Catilina” (Adam Driver, a veces perdido en la inmensidad de la imagen), lucha contra el poderoso alcalde “Cicero” (Giancarlo Esposito), entre establecer una utopía o mantener lo establecido. Pero la decadencia ha llegado y en medio de una obra coral, como una suerte de teatro clásico de millones de dólares, presenciamos una reedición pesimista en lo inmediato y optimista en un futuro de los tiempos que corren.
Pululan con algo más que dignidad, pero también agobiados por el entorno visual Jon Voight, Laurance Fishburne, el decadente pero renacido Shia LaBeouf, Talia Shire y pues sí, un gran elenco.