/ sábado 14 de septiembre de 2024

La moviola / “Transformers Uno”, y la omarchaparrización del Ariel. 

@lamoviola

“Transformers Uno” (Josh Cooley, 2024), ha sido hasta el momento, el mayor acto de sensibilidad para la generación que creció con estos personajes desde que aparecieron las figuras de acción de Hasbro y la caricatura allá por la segunda mitad de los ochenta.

El filme, animado, lo cual es un gran acierto, de hecho está más cerca del show original que de las rebuscadas películas que inician en 2007.

Con las voces de Chris Hemmsworth como “OrionPax” / “Optimus Prime” (pues sí, spolier), Scarlett Johansson quien da voz a “Elita-1”, Brian Tyree Henry, que le presta su garganta a “D-16” / “Megatron”, se cuenta o se establecen los motivos de la lucha entre “Autobots” y “Decepticons”, la rivalidad de Prime y Megatron, mientras tratan de sobrevivir, en un inicio, a una vida de esclavitud. Sí, es una historia de origen, que recurre a la tradición –uno de sus grandes aciertos– rescata el mito o vaya, la base, la idea original.

Pensada por un lado, para complacer a un público adulto, es un decir, o sea la generación de niños eternos, que ya merecían (merecíamos) un concepto visual de calidad, con historia sin rebuscamientos que rescata la idea original y para sector infantil también, con un desarrollo simple, que no simplista, “Transformers Uno”, tiene toda la traza de convertirse en una franquicia.

Sin tanto ruido, la película producida por Bay y Spielberg, entre otros, destaca por una animación muy cuidada y sobre todo un guion de Andrew Barrer, Gabriel Ferrari, Steve Desmond, Michael Sherman que va más allá de presentar batallas: los personajes tienen sus motivaciones lo cual ayuda en el desarrollo dramático sin que sea solemne, porque al final es lo que es: una película animada muy bien hecha, que es entremés entre tanta saturación de millones de dólares.

Es verdad que su sinopsis no se aleja mucho de filmes que incluso se encuentran en cartelera –por ahí está presente la opresión al pueblo bueno, que vimos en “Alien: Romulus” (Fede Álvarez, 2024) y que incluso, acción confesa de los guionistas, hasta de “Dune” hayan tomado, el equilibrio que complace a los diferentes públicos se debe a algo que es pilar; la película se toma en serio.

Así es que sí usted tiene entre ocho y digamos 15 años, está en medio o ya le pega a la cincuentena y su guardarropa son playeras de superhéroes aunque ya se le vean las entradas, la va a disfrutar de diferentes maneras, claro.

En corto

Y ahora sí, como dicen los clásicos, en otro orden de ideas: el sábado pasado, se llevó a cabo la premiación 66 del Ariel a lo mejor del cine mexicano. Muchas reflexiones surgen en torno al tema. Por un lado, “Totem” (Lila Avilés, 2023), la ganadora de la gala, ya que se llevó los galardones principales, entre los que destacan Mejor película y Dirección, parece ser el camino correcto de nuestra cinematografía: un cine cuidado y de trasfondo, que también genere interés más allá del circuito festivalero.

Pero del otro lado, está la omarchaparización de la gala es el mensaje que se debe dar de lo que el cine mexicano es, aun dentro de su pluralidad. En el espíritu original de la Academia, justo está la preservación de una identidad muy definida sobre lo que el séptimo arte es para un país y no, no es Omar Chaparro. El asunto resultó contradictorio.

Como también lo fue, el discreto pronunciamiento de preocupación por la cultura en boca de Michelle Rodríguez que sonó a parodia. Más allá de sus méritos como actriz y de que lo hizo bien, vaya, ante un asunto tan serio ¿era la voz indicada? Mientras se cortaba el tiempo de los discursos de los ganadores y el presidente de la Academia Armando Casas, en su mensaje parecía más preocupado por defender al cine argentino que al nacional.

La frivolidad diluyó en un momento fundamental lo que pudo ser un pronunciamiento contundente. ¿Y en verdad el señor Chaparro, con todo el respeto que merece, levantó el rating?

Fue una oportunidad perdida. Lástima en verdad.


@lamoviola

“Transformers Uno” (Josh Cooley, 2024), ha sido hasta el momento, el mayor acto de sensibilidad para la generación que creció con estos personajes desde que aparecieron las figuras de acción de Hasbro y la caricatura allá por la segunda mitad de los ochenta.

El filme, animado, lo cual es un gran acierto, de hecho está más cerca del show original que de las rebuscadas películas que inician en 2007.

Con las voces de Chris Hemmsworth como “OrionPax” / “Optimus Prime” (pues sí, spolier), Scarlett Johansson quien da voz a “Elita-1”, Brian Tyree Henry, que le presta su garganta a “D-16” / “Megatron”, se cuenta o se establecen los motivos de la lucha entre “Autobots” y “Decepticons”, la rivalidad de Prime y Megatron, mientras tratan de sobrevivir, en un inicio, a una vida de esclavitud. Sí, es una historia de origen, que recurre a la tradición –uno de sus grandes aciertos– rescata el mito o vaya, la base, la idea original.

Pensada por un lado, para complacer a un público adulto, es un decir, o sea la generación de niños eternos, que ya merecían (merecíamos) un concepto visual de calidad, con historia sin rebuscamientos que rescata la idea original y para sector infantil también, con un desarrollo simple, que no simplista, “Transformers Uno”, tiene toda la traza de convertirse en una franquicia.

Sin tanto ruido, la película producida por Bay y Spielberg, entre otros, destaca por una animación muy cuidada y sobre todo un guion de Andrew Barrer, Gabriel Ferrari, Steve Desmond, Michael Sherman que va más allá de presentar batallas: los personajes tienen sus motivaciones lo cual ayuda en el desarrollo dramático sin que sea solemne, porque al final es lo que es: una película animada muy bien hecha, que es entremés entre tanta saturación de millones de dólares.

Es verdad que su sinopsis no se aleja mucho de filmes que incluso se encuentran en cartelera –por ahí está presente la opresión al pueblo bueno, que vimos en “Alien: Romulus” (Fede Álvarez, 2024) y que incluso, acción confesa de los guionistas, hasta de “Dune” hayan tomado, el equilibrio que complace a los diferentes públicos se debe a algo que es pilar; la película se toma en serio.

Así es que sí usted tiene entre ocho y digamos 15 años, está en medio o ya le pega a la cincuentena y su guardarropa son playeras de superhéroes aunque ya se le vean las entradas, la va a disfrutar de diferentes maneras, claro.

En corto

Y ahora sí, como dicen los clásicos, en otro orden de ideas: el sábado pasado, se llevó a cabo la premiación 66 del Ariel a lo mejor del cine mexicano. Muchas reflexiones surgen en torno al tema. Por un lado, “Totem” (Lila Avilés, 2023), la ganadora de la gala, ya que se llevó los galardones principales, entre los que destacan Mejor película y Dirección, parece ser el camino correcto de nuestra cinematografía: un cine cuidado y de trasfondo, que también genere interés más allá del circuito festivalero.

Pero del otro lado, está la omarchaparización de la gala es el mensaje que se debe dar de lo que el cine mexicano es, aun dentro de su pluralidad. En el espíritu original de la Academia, justo está la preservación de una identidad muy definida sobre lo que el séptimo arte es para un país y no, no es Omar Chaparro. El asunto resultó contradictorio.

Como también lo fue, el discreto pronunciamiento de preocupación por la cultura en boca de Michelle Rodríguez que sonó a parodia. Más allá de sus méritos como actriz y de que lo hizo bien, vaya, ante un asunto tan serio ¿era la voz indicada? Mientras se cortaba el tiempo de los discursos de los ganadores y el presidente de la Academia Armando Casas, en su mensaje parecía más preocupado por defender al cine argentino que al nacional.

La frivolidad diluyó en un momento fundamental lo que pudo ser un pronunciamiento contundente. ¿Y en verdad el señor Chaparro, con todo el respeto que merece, levantó el rating?

Fue una oportunidad perdida. Lástima en verdad.