/ lunes 16 de septiembre de 2024

La noche triste

El 15 de septiembre de 2024 se consumó la destrucción de la Nación. La publicación del decreto que reforma al Poder Judicial, elaborado por el Poder Ejecutivo y legalizado por un Poder Legislativo subordinado al anterior, son solo el preámbulo de lo que será, por varias generaciones, la concentración del poder en una sola persona.

Si esa persona será nuestra flamante presidenta o el que gobierna desde la sombra, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que de ahora en adelante no habrá resquicio al cual acudir cuando se sufra una injusticia.

La larga serie de acciones que nos llevaron a esta noche triste comenzaron hace veinte años con un desacato a una orden judicial que impedía la construcción de una vialidad. Irónicamente, terminaron igual. Desacatando una orden judicial que impedía la publicación del decreto de reforma.

Es público y notorio el desprecio del régimen por el estado de derecho, por la ley y por todo lo que ésta representa en una democracia. Embriagados por el acceso súbito al poder absoluto, los nuevos gobernantes no tendrán ningún pudor en ejercerlo, desmantelando lo que todavía quede de los cimientos de la República.

Las malas decisiones de los partidos de la oposición vinieron a confirmar lo que sospechábamos, que se encuentran debilitados, confundidos e inclusive corrompidos. Nuestra esperanza recae, entonces, en los 17 millones de personas que nos opusimos abiertamente a la continuación del régimen el pasado 2 de junio, en quienes todavía no estamos tan aturdidos por el estruendo que ha sido este sexenio y que todavía ejercemos libremente el hábito de la reflexión.

Por ahora habrá que tomar un poco de distancia para medir lo que viene. Debemos ser sensatos y resilientes, pues habrá que resistir, combatir y construir para que, cuando toquemos fondo, tengamos de nuevo estrategia y rumbo.

No sabemos todavía si en este caminar se deberán canalizar los esfuerzos a la resistencia civil pacífica como desean muchos o si se deberán usar los canales institucionales para dar la batalla en las urnas. Ambas visiones son legítimas y oportunas. Quienes se decantan por la resistencia civil aducen su entendible desconfianza en un sistema electoral controlado por el gobierno. Quienes ven en la acción electoral la mejor vía de acción lo sustentan en la importancia de construir instituciones para las futuras generaciones.

Esta noche se ha escrito una página más de la historia de México, la que documenta el crimen de Estado perfecto, cometido a la luz del día, a la vista de todos y bajo la pretensión de hacerlo por el bien del pueblo. Porque no hay nada que legitime mejor un crimen que hacerlo por una buena causa. Eso lo saben todos los tiranos.

El 15 de septiembre de 2024 se consumó la destrucción de la Nación. La publicación del decreto que reforma al Poder Judicial, elaborado por el Poder Ejecutivo y legalizado por un Poder Legislativo subordinado al anterior, son solo el preámbulo de lo que será, por varias generaciones, la concentración del poder en una sola persona.

Si esa persona será nuestra flamante presidenta o el que gobierna desde la sombra, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que de ahora en adelante no habrá resquicio al cual acudir cuando se sufra una injusticia.

La larga serie de acciones que nos llevaron a esta noche triste comenzaron hace veinte años con un desacato a una orden judicial que impedía la construcción de una vialidad. Irónicamente, terminaron igual. Desacatando una orden judicial que impedía la publicación del decreto de reforma.

Es público y notorio el desprecio del régimen por el estado de derecho, por la ley y por todo lo que ésta representa en una democracia. Embriagados por el acceso súbito al poder absoluto, los nuevos gobernantes no tendrán ningún pudor en ejercerlo, desmantelando lo que todavía quede de los cimientos de la República.

Las malas decisiones de los partidos de la oposición vinieron a confirmar lo que sospechábamos, que se encuentran debilitados, confundidos e inclusive corrompidos. Nuestra esperanza recae, entonces, en los 17 millones de personas que nos opusimos abiertamente a la continuación del régimen el pasado 2 de junio, en quienes todavía no estamos tan aturdidos por el estruendo que ha sido este sexenio y que todavía ejercemos libremente el hábito de la reflexión.

Por ahora habrá que tomar un poco de distancia para medir lo que viene. Debemos ser sensatos y resilientes, pues habrá que resistir, combatir y construir para que, cuando toquemos fondo, tengamos de nuevo estrategia y rumbo.

No sabemos todavía si en este caminar se deberán canalizar los esfuerzos a la resistencia civil pacífica como desean muchos o si se deberán usar los canales institucionales para dar la batalla en las urnas. Ambas visiones son legítimas y oportunas. Quienes se decantan por la resistencia civil aducen su entendible desconfianza en un sistema electoral controlado por el gobierno. Quienes ven en la acción electoral la mejor vía de acción lo sustentan en la importancia de construir instituciones para las futuras generaciones.

Esta noche se ha escrito una página más de la historia de México, la que documenta el crimen de Estado perfecto, cometido a la luz del día, a la vista de todos y bajo la pretensión de hacerlo por el bien del pueblo. Porque no hay nada que legitime mejor un crimen que hacerlo por una buena causa. Eso lo saben todos los tiranos.