Recientemente salta a la vista un hecho interesante, el de que algunos periodistas e intelectuales que se habían manifestado con frecuencia en favor de las políticas y decisiones de la 4a transformación, ahora se han declarado abiertamente en contra de la reforma judicial y algunas otras decisiones tomadas en este final del sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador. Ante ello me parece que vale la pena hacer algunas reflexiones que siguen en la línea de la propuesta de comunicación, que también he venido haciendo a lo largo de algunas entregas anteriores.
El gobierno actual se ha posicionado con un énfasis profundo en favor de quienes se manifiestan completamente a favor de las propuestas y políticas públicas del régimen actual de esta transformación. Del lado contrario, ha sido también muy enfático en señalar a ese grupo de corporativos de medios de comunicación tradicionales y sus respectivos periodistas y opinadores, que de manera sistemática han volcado todos sus esfuerzos en contra absoluta del gobierno actual. Es así como la mayoría de los medios y comunicadores han quedado fácilmente ubicados en alguna de las dos posturas antes expuestas: o totalmente a favor del gobierno o bien en contra del presidente y las políticas de la transformación. Estas dos posturas encontradas son fácilmente detectables por cualquier audiencia que esto lee.
Pero hay un problema con otro tipo de comunicadores como sería el caso de Gómez Bruera, Sabina Berman, Pérez Ricart, Ernesto Ledezma o Julio Astillero y algunos otros. Periodistas que con frecuencia manifiestan también su postura en contra de algunas de las decisiones del gobierno; que se mantienen en una especie de término medio y se toman en serio la libertad de expresión que el gobierno obradorista ha demostrado respetar y que, en sus mañaneras, ejerce incansablemente y de buen humor su derecho propio e indiscutible de réplica, dedicado primordialmente a sus detractores y calumniadores más furibundos.
A este grupo de periodistas se le ha dado poca atención y un exceso de críticas y agresiones que en mi opinión no son necesariamente merecidas. El nuevo gobierno tendría que considerar que en esta franja intermedia también hay gente de mucho valor e importancia para mantener la crítica y la observación de un régimen que realmente aspira a la democracia y a la pluralidad informativa.
Una manera de enfrentar este problema sería que en un Nuevo Sistema Público de Comunicación Social, el gobierno de Claudia Sheinbaum podría articular --a falta de un presidente que impuso prácticamente toda la agenda desde “las mañaneras”--, la incorporación formal en los medios de comunicación a esas voces que en realidad pueden ser muy útiles para formular un debate profundo, eficaz y también crítico --cuando sea necesario- de las decisiones y políticas del gobierno entrante.
Gente como Gómez Bruera, Ricart o Ledezma han sido periodistas y comunicadores con buenas intenciones y mejores análisis sobre la realidad, aunque no estén de acuerdo en algunas cosas. No se les puede juzgar por ejercer una crítica razonable. La democracia a la que aspiramos también conlleva el sello de la pluralidad, la tolerancia y el debate.
Es de esperarse que en la necesaria renovación y reestructura de un Nuevo Sistema de Comunicación Pública, se amplíen todos los espacios que hoy son tan restringidos y con frecuencia mal utilizados.