AMLO reprochó a los medios el “escándalo” por el retén de Badiguarato, según él, algo sin importancia porque “no pasó nada”. ¿Será que el encontrarte con hombres armados con cuernos de chivo, que te impiden el paso en la carretera y te cuestionan sobre adónde te diriges, mientras exigen que apagues las cámaras, es parte del panorama autóctono?
De mal en peor, el narco ya no se arredra ni con la presencia del que se supone la máxima investidura. Con todo cinismo confirma su propiedad de una región (En este caso es el Triángulo Dorado, asiento de los mafiosos desde su cuna hasta su muerte), al impedir el paso de los comunicadores que acompañarían en su gira al tlatoani. Por algo él se fue en un helicóptero del Ejército.
Han pasado más de dos décadas desde que el líder del 68, Eduardo Valle -El Búho-, utilizó por primera vez los términos de narcopolítica y narcoestado, aplicables a las entonces castas divinas. Con enorme tino, el bravísimo Búho dio en el meollo de una relación que parecía cosa del pasado y que, sin embargo, a partir de la llegada de la 4T, se revela con una desfachatez que ni siquiera en aquellos días se llegó a ver.
La estrategia de los “abrazos y no balazos”, unida a la defensa cotidiana de la delincuencia organizada, desde la sede del supremo Poder en las “mañaneras”, confirma lo que ya era vox populi.
Desde ese púlpito se ha defendido a quienes han segado la vida de miles de mexicanos, a los que provocan el que otras tantas familias tengan que emigrar de sus lugares de origen, que sumen a poblaciones enteras en la angustia de la incertidumbre, a esos sátrapas se les defiende en Palacio Nacional, como si fueran héroes.
El destape del contubernio de este Régimen con los criminales se ha hecho patente en varias ocasiones, desde el saludo del tabasqueño a la mamá del Chapo o la liberación del hijo Ovidio, en Culiacán y en este paseo de fin de semana de AMLO se retrata con toda nitidez el calibre de esa relación.
Fue a demostrarles su incondicionalidad ante la cercanía de las elecciones del próximo domingo, en las que aspira a llevarse carro completo y le urge el apoyo de esta delincuencia organizada para llenar las urnas en Durango, donde la oposición tiene una clara ventaja.
Además del destape de las millonarias propiedades de la candidata morenaca, Marina Vitela, la administración actual de la entidad ha sido lo suficientemente buena como para garantizar el triunfo de las mismas siglas. Pero, su desbocada ambición, cuando no gana, arrebata.
A partir de la llegada de Morena, las elecciones se vuelven cada vez más sucias, sin el mínimo castigo para los transgresores de la voluntad popular. La Fiscalía Especial de Delitos Electorales está en manos de José Agustín Ortíz Pinchetti, al servicio sin reservas de AMLO y de quien jamás se habría esperado semejante servilismo, dada su trayectoria de demócrata. Su señora es la recientemente nombrada ministra de la Suprema Corte, Loretta Ortíz, quien igual ha confirmado el oportunismo y la incondicionalidad más miserables.
Se esperan otros comicios manchados por la podredumbre que se vivió en los últimos, cuando los mafiosos amenazaron a la ciudadanía y cometieron todo tipo de cochinadas, al amparo de sus armas de fuego y su creciente violencia. Están protegidos por el tabasqueño y son intocables, aunque reproche lo que se le dé su gana: A ver quien es el inocente que le cree.
@catalinanq