/ martes 18 de junio de 2024

La salud de Mr. President

Por Juan San Cristóbal Lizama / Periodista

La imagen habla por sí sola: está el presidente de Francia, el primer ministro británico y la mandataria italiana, la créme europea en la inauguración de la cumbre G7, cuando el presidente de los Estados Unidos pierde su orientación y se aleja del grupo. Giorgia Meloni, -anfitriona-, lo conmina con disimulo. No obstante, la pregunta queda instalada sobre ¿qué ocurre con la salud del (próximo) gobernante de la primera potencia occidental?

Días antes, la gira europea ya instaló este tema cuando Biden se confunde y da la espalda a los asistentes en el acto de conmemoración en Normandía. Lo espontáneo viene después, con Emmanuel Macron imitando a su homólogo para salir del paso. Se veían un poco cómicos, pero lo serio es que si camina hacia un lado, si mira hacia otro o si pierde la mirada, si se equivoca o si se le olvida, son verbos que lentamente van describiendo el comportamiento de Joe Biden, presidente y candidato a la reelección en Estados Unidos.

Tal como en el boxeo, tenemos en una esquina al actual mandatario, candidato a la reelección a sus 81 años, con su edad como el principal flanco de desaprobación (entre los electores propios del sector demócrata), además de un factor de baja popularidad (entre los electores más jóvenes) y un foco de bloopers para la televisión (entre los medios proclives a la otra candidatura). Su postura es directa, “soy la persona más cualificada para el cargo y voy a terminar el trabajo que comencé”, dice, una conclusión que no convence ni a su propio sector y lo complica para alcanzar la mayoría en noviembre próximo.

Desde esa frase, el análisis escapa de la persona y se plantea sobre su entorno. La falta de consenso detrás de su reelección deja ver la imposibilidad de encontrar otro candidato que pudiera continuar. No hubo capacidad de la coalición gobernante por encontrar un sucesor en el poder, un factor que puede costarle a los demócratas el retiro de la Casa Blanca.

En la otra esquina, el contendor no se queda atrás, con Donald Trump en su apogeo de regreso, luego de ser condenado por los tribunales, cerrando una temporada de juicios y campaña electoral. La sola exposición judicial lo hace ver como una persona agresiva, ofensiva y reaccionaria, esto tiene una doble consecuencia y puede ser una mala publicidad (pero publicidad al fin) al endosar esos adjetivos al ejercicio presidencial.

A sus 77 años, el candidato republicano ha instalado el número como un punto a favor de su campaña, con apenas cuatro años de diferencia con su opositor. El estilo empresarial lo expone como un líder enérgico y decidido, pero la edad aquí también es un flanco interno. Nikki Haley, su última contendora por la nominación republicana, ha cuestionado que el magnate cumpla 80 años en el cargo, en caso de ganar la elección. Los lapsus de discurso, el control de sus expresiones por internet y la falta de tacto diplomático son algunas características de la persona que son sombras del candidato.

El análisis escapa de la persona y se plantea sobre el entorno. La falta de transparencia en torno a las fichas de salud de ambos candidatos se traduce en una postura de omisión, hermética, pero esto es también un tópico de la Historia. La comunicación política detrás de ambas candidaturas tampoco exhibe muestras de un liderazgo fresco, en un momento en que Estados Unidos pierde terreno en la dinámica internacional.

A nivel social, la salud mental se plantea como algo representativo de esta era, una época en que Estados Unidos impone su imperialismo cultural, donde la salud cognitiva de su mandatario se devuelve casi como una lectura de los tiempos. Si todas las personas son examinadas al postular a un trabajo, ¿qué ocurre con el principal cargo político del mundo?

Lo sabremos en el debate a finales de junio, con el cruce entre Biden y Trump como el próximo round en la contienda por el Sillón Oval en Estados Unidos. Lejos de la elección de noviembre, el momento apenas permitirá ver si son capaces de terminar el desafío. Por ahora, es un tema de pasillo, curiosamente no es un punto del debate nacional, pero es necesario anticiparse a un problema de Estado: la salud de Mr. President.

Por Juan San Cristóbal Lizama / Periodista

La imagen habla por sí sola: está el presidente de Francia, el primer ministro británico y la mandataria italiana, la créme europea en la inauguración de la cumbre G7, cuando el presidente de los Estados Unidos pierde su orientación y se aleja del grupo. Giorgia Meloni, -anfitriona-, lo conmina con disimulo. No obstante, la pregunta queda instalada sobre ¿qué ocurre con la salud del (próximo) gobernante de la primera potencia occidental?

Días antes, la gira europea ya instaló este tema cuando Biden se confunde y da la espalda a los asistentes en el acto de conmemoración en Normandía. Lo espontáneo viene después, con Emmanuel Macron imitando a su homólogo para salir del paso. Se veían un poco cómicos, pero lo serio es que si camina hacia un lado, si mira hacia otro o si pierde la mirada, si se equivoca o si se le olvida, son verbos que lentamente van describiendo el comportamiento de Joe Biden, presidente y candidato a la reelección en Estados Unidos.

Tal como en el boxeo, tenemos en una esquina al actual mandatario, candidato a la reelección a sus 81 años, con su edad como el principal flanco de desaprobación (entre los electores propios del sector demócrata), además de un factor de baja popularidad (entre los electores más jóvenes) y un foco de bloopers para la televisión (entre los medios proclives a la otra candidatura). Su postura es directa, “soy la persona más cualificada para el cargo y voy a terminar el trabajo que comencé”, dice, una conclusión que no convence ni a su propio sector y lo complica para alcanzar la mayoría en noviembre próximo.

Desde esa frase, el análisis escapa de la persona y se plantea sobre su entorno. La falta de consenso detrás de su reelección deja ver la imposibilidad de encontrar otro candidato que pudiera continuar. No hubo capacidad de la coalición gobernante por encontrar un sucesor en el poder, un factor que puede costarle a los demócratas el retiro de la Casa Blanca.

En la otra esquina, el contendor no se queda atrás, con Donald Trump en su apogeo de regreso, luego de ser condenado por los tribunales, cerrando una temporada de juicios y campaña electoral. La sola exposición judicial lo hace ver como una persona agresiva, ofensiva y reaccionaria, esto tiene una doble consecuencia y puede ser una mala publicidad (pero publicidad al fin) al endosar esos adjetivos al ejercicio presidencial.

A sus 77 años, el candidato republicano ha instalado el número como un punto a favor de su campaña, con apenas cuatro años de diferencia con su opositor. El estilo empresarial lo expone como un líder enérgico y decidido, pero la edad aquí también es un flanco interno. Nikki Haley, su última contendora por la nominación republicana, ha cuestionado que el magnate cumpla 80 años en el cargo, en caso de ganar la elección. Los lapsus de discurso, el control de sus expresiones por internet y la falta de tacto diplomático son algunas características de la persona que son sombras del candidato.

El análisis escapa de la persona y se plantea sobre el entorno. La falta de transparencia en torno a las fichas de salud de ambos candidatos se traduce en una postura de omisión, hermética, pero esto es también un tópico de la Historia. La comunicación política detrás de ambas candidaturas tampoco exhibe muestras de un liderazgo fresco, en un momento en que Estados Unidos pierde terreno en la dinámica internacional.

A nivel social, la salud mental se plantea como algo representativo de esta era, una época en que Estados Unidos impone su imperialismo cultural, donde la salud cognitiva de su mandatario se devuelve casi como una lectura de los tiempos. Si todas las personas son examinadas al postular a un trabajo, ¿qué ocurre con el principal cargo político del mundo?

Lo sabremos en el debate a finales de junio, con el cruce entre Biden y Trump como el próximo round en la contienda por el Sillón Oval en Estados Unidos. Lejos de la elección de noviembre, el momento apenas permitirá ver si son capaces de terminar el desafío. Por ahora, es un tema de pasillo, curiosamente no es un punto del debate nacional, pero es necesario anticiparse a un problema de Estado: la salud de Mr. President.

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