/ viernes 3 de mayo de 2024

La seguridad nacional como un concepto geopolítico

Desde hace por lo menos quince años, las estructuras del poder internacional atraviesan por un severo proceso de fragmentación y reconfiguración. Vemos, por ejemplo, una creciente multipolaridad –cada vez con mayores dinámicas de bipolaridad–, el debilitamiento de los regímenes internacionales y fisuras en el sistema de alianzas. La reconfiguración del sistema internacional quizás resulta menos abstracta al analizar lo que sucede en el Hemisferio Occidental actualmente.

Frente a un sistema internacional y regional definido por cambios de gran calado –mismos que influirán directamente en la viabilidad, o debilitamiento, de los Estados nacionales en todo el mundo–, resulta necesario revisar la doctrina de seguridad nacional del Estado mexicano. Es de especial importancia darle preeminencia a la multiplicidad de tendencias, eventos y actores internacionales que podrían incidir sobre los intereses y objetivos nacionales de México, así como afectar directamente las condiciones para el desarrollo social y económico de nuestro pueblo.

Conscientes del entorno estratégico en el que México se desenvuelve en pleno siglo XXI, se requiere robustecer un enfoque geopolítico y prospectivo al momento de entender la seguridad nacional. Darle mayor prioridad a una dimensión internacional permitirá monitorear, analizar y anticipar las condiciones globales que impactan, hoy más que nunca, a la seguridad nacional de México –y que, por ende, tendrían que ser abordadas en el diseño, implementación y evaluación de una política en la materia.

Más aún, la seguridad nacional tendría que estar íntimamente ligada de otro concepto fundamental para la viabilidad del Estado mexicano, a saber, la gran estrategia. Es decir, a la dirección y el uso que México haga de cualquiera o todos los activos de poder nacional disponibles, sea en el ámbito diplomático, económico, social, militar o tecnológico, para fines de política (policy) y según lo decidido por la política (politics) –se entiende, por supuesto, que acorde a los objetivos e intereses nacionales.

Raymond Aron decía no sin desasosiego e impaciencia que el pensamiento estratégico “se inspira cada siglo, o más bien cada momento de la historia, a partir de los problemas que los eventos en sí mismos plantean”. Y es que pareciera que el ímpetu político y la doctrina de seguridad nacional en México han estado profundamente arraigados en la experiencia que hemos tenido como país en los últimos 18 años; específicamente, en lo que se refiere al combate al crimen organizado. Entendible, sí. Pero no suficiente.

Es necesario reconocer explícitamente a nivel doctrinal –pero también a nivel jurídico y de política pública– que hoy los intereses y aspiraciones del Estado mexicano deberán ser tutelados en medio de un escenario internacional crecientemente volátil, incierto, complejo y ambiguo. De este tipo de concepciones de seguridad nacional dependerá que México afiance su posición geoestratégica, al tiempo que se fortalecen la gobernabilidad democrática, los derechos humanos y la seguridad interior en todo el territorio nacional.

Más aún, una doctrina de seguridad nacional que considere imprescindible a la geopolítica será, además, crucial para que nuestro país sea un factor de estabilidad y paz en un hemisferio que ha demostrado ser por demás inestable. Es en este contexto de transición geopolítica global en el que México se mueve y, más importante aún, en el que puede prosperar.

Desde hace por lo menos quince años, las estructuras del poder internacional atraviesan por un severo proceso de fragmentación y reconfiguración. Vemos, por ejemplo, una creciente multipolaridad –cada vez con mayores dinámicas de bipolaridad–, el debilitamiento de los regímenes internacionales y fisuras en el sistema de alianzas. La reconfiguración del sistema internacional quizás resulta menos abstracta al analizar lo que sucede en el Hemisferio Occidental actualmente.

Frente a un sistema internacional y regional definido por cambios de gran calado –mismos que influirán directamente en la viabilidad, o debilitamiento, de los Estados nacionales en todo el mundo–, resulta necesario revisar la doctrina de seguridad nacional del Estado mexicano. Es de especial importancia darle preeminencia a la multiplicidad de tendencias, eventos y actores internacionales que podrían incidir sobre los intereses y objetivos nacionales de México, así como afectar directamente las condiciones para el desarrollo social y económico de nuestro pueblo.

Conscientes del entorno estratégico en el que México se desenvuelve en pleno siglo XXI, se requiere robustecer un enfoque geopolítico y prospectivo al momento de entender la seguridad nacional. Darle mayor prioridad a una dimensión internacional permitirá monitorear, analizar y anticipar las condiciones globales que impactan, hoy más que nunca, a la seguridad nacional de México –y que, por ende, tendrían que ser abordadas en el diseño, implementación y evaluación de una política en la materia.

Más aún, la seguridad nacional tendría que estar íntimamente ligada de otro concepto fundamental para la viabilidad del Estado mexicano, a saber, la gran estrategia. Es decir, a la dirección y el uso que México haga de cualquiera o todos los activos de poder nacional disponibles, sea en el ámbito diplomático, económico, social, militar o tecnológico, para fines de política (policy) y según lo decidido por la política (politics) –se entiende, por supuesto, que acorde a los objetivos e intereses nacionales.

Raymond Aron decía no sin desasosiego e impaciencia que el pensamiento estratégico “se inspira cada siglo, o más bien cada momento de la historia, a partir de los problemas que los eventos en sí mismos plantean”. Y es que pareciera que el ímpetu político y la doctrina de seguridad nacional en México han estado profundamente arraigados en la experiencia que hemos tenido como país en los últimos 18 años; específicamente, en lo que se refiere al combate al crimen organizado. Entendible, sí. Pero no suficiente.

Es necesario reconocer explícitamente a nivel doctrinal –pero también a nivel jurídico y de política pública– que hoy los intereses y aspiraciones del Estado mexicano deberán ser tutelados en medio de un escenario internacional crecientemente volátil, incierto, complejo y ambiguo. De este tipo de concepciones de seguridad nacional dependerá que México afiance su posición geoestratégica, al tiempo que se fortalecen la gobernabilidad democrática, los derechos humanos y la seguridad interior en todo el territorio nacional.

Más aún, una doctrina de seguridad nacional que considere imprescindible a la geopolítica será, además, crucial para que nuestro país sea un factor de estabilidad y paz en un hemisferio que ha demostrado ser por demás inestable. Es en este contexto de transición geopolítica global en el que México se mueve y, más importante aún, en el que puede prosperar.