/ domingo 8 de octubre de 2023

La UNAM y el perfil rectoral

El próximo jueves la Junta de Gobierno de nuestra máxima Casa de Estudios habrá de dar a conocer los nombres del selecto grupo de candidatos universitarios de entre los que habrá de ser designado(a) el próximo(a) rector(a) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para el periodo 2023-2027. Decisión que, como pocas veces en la historia contemporánea de nuestro México, es de la mayor trascendencia ante los tiempos en extremo aciagos por los que atraviesa nuestra Nación: hoy escindida, confrontada, vilipendiada, depauperada, expoliada, secuestrada, hollada, ensangrentada, mutilada, en medio del ríspido y descarnado clima de creciente convulsión política que no es sino el preludio inminente de los álgidos comicios electorales que tendrán lugar en el 2024. Y es que, bien sabemos, una elección de esta envergadura, como lo es la rectoral, no es ajena a los embates de las fuerzas que interactúan tanto en el contexto nacional como en el internacional.

De ahí la delicada encomienda en manos del supremo órgano colegiado universitario y de ahí que en lo personal y como universitaria por estirpe al haberlo sido aún antes de nacer gracias a mis padres, me veo impelida a manifestar cuál considero que debería ser ese perfil de quien habrá de ocupar el mayor honor que un universitario pudiera recibir de su Alma Mater: ser Rector de la UNAM, la más antigua universidad mexicana y la más importante de Latinoamérica. Ante todo, comienzo por describir el no perfil rectoral. Yo creo en los hombres, en sus obras y en las comunidades que hacen, que dan sentido y que dan vida a las instituciones. Sería execrable que llegara a la UNAM quien hiciera de ella un avieso reducto neoporril para servirse de ella en beneficio de una(s) camarilla(s), facciosa(s) y ambiciosa(s), y a quien la magna obra educativa que le ha sido conferida a la Universidad no sólo le tuviera sin cuidado sino que sin miramiento ni pudor algunos no temiera en distorsionar o destruir. Qué mejor muestra lo que está sucediendo con nuestra Nación. Por eso mismo, no puede permitirse que la UNAM sea trampolín de intereses políticos partidistas ni botín para que, de manera impía, se formen grupos que sólo se dediquen a medrar y expoliar los recursos universitarios como prebendas personales y para el tráfico de influencias con miras a nuevos cotos de mayor poder.

La UNAM fue concebida como un espacio inmarcesible en el que el saber crítico y plural debe desarrollarse con total libertad, equidad, integridad y respeto. En consecuencia, en el perfil del nuevo rector se esperaría experiencia, visión de futuro, conciliación, compromiso, no atropello a los derechos universitarios y, mucho menos, humanos; que tenga el conocimiento, la prudencia y humildad necesarios para escuchar a las voces de los sectores vulnerables -particularmente de las mujeres- que en muchas entidades han sido desoídos y que atienda sus demandas. La UNAM no puede tener un rectorado cuyo titular promueva la vulneración del Estado de Derecho de la Nación y del universitario. Requiere de un rector(a) que sea humano(a), sensible y bondadoso(a), porque serlo no significa que carezca de energía y rigor. Al contrario, se requiere de una voluntad rectoral guiada por la disciplina e inspirada por el respeto, consciente de que su deber será gobernar a una muy amplia y heterogénea comunidad universitaria integrada por académicos, estudiantes y trabajadores de todos los niveles, de todos los sectores, de todas las ideologías, de múltiples orígenes étnicos, de todas las edades, teniendo proscrito recurrir al uso del amedrentamiento, la amenaza, la persecución y la extorsión.

Por ello la UNAM requiere que la designación recaiga en un rector(a) con alta calidad humana, incuestionable autoridad moral y profunda solvencia profesional para que pueda hacer frente no sólo a los retos presentes y futuros sino ante todo a los ataques que desde el sitial más alto del poder provendrán. Sería imperdonable permitir que una institución de su talla pudiera ser resquebrajada y más lo sería que en un futuro próximo algún nuevo rector al tomar posesión volviera a decir, como en 1920 declaró José Vasconcelos al ser nombrado rector de la Universidad Nacional de México: “Llego con tristeza a este montón de ruinas de lo que antes fuera un Ministerio que comenzaba a encauzar la educación publica por los senderos de la cultura moderna. La más estupenda de las ignorancias ha pasado por aquí asolando y destruyendo, corrompiendo y deformando”.

De ahí las admonitorias palabras a su vez de Pablo González Casanova: “no se espere nunca que nuestra universidad renuncie a sus decisiones autónomas en la designación de las autoridades… tenemos la confianza plena en los universitarios, y lo que es más, tenemos la confianza plena en el futuro de la nación y de la humanidad”.

Sí, como nunca antes en su historia, la UNAM debe salir fortalecida de este nuevo proceso. Nosotros la necesitamos pero ella también nos necesita a nosotros.

“POR MI RAZA HABLARÁ EL ESPÍRITU”.


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@BettyZanolli