/ viernes 11 de octubre de 2024

La urgencia de generar confianza para la inversión y el crecimiento

Se acumulan evidencias de fuerte desaceleración económica en México. Con probable recesión en 2025. Y a largo plazo, de crecimiento inferior al inercial en más de tres décadas previas al sexenio pasado, en el que se prometió duplicarlo y ocurrió opuesto: se le redujo a menos de la mitad.

Por eso resulta urgente, ahora que inicia un nuevo periodo, y en esas condiciones, generar confianza desde la nueva conducción política del país: señales de renovación o al menos de ajuste de las políticas y las actitudes que dejaron ese “legado”, tras el peor desempeño económico en seis sexenios.

Mensajes y políticas que contribuyan a mejorar las expectativas. Para ir sanando, por decirlo de algún modo, la confianza entre inversionistas y agentes económicos, nacionales e internacionales, y despejar el camino a una reactivación de la inversión y el crecimiento.

Señales de realismo, pragmatismo y responsabilidad.

Evitar que se repita en 2025 lo que ocurrió en 2019 por decisiones políticas cuestionables y económicamente irracionales al arranque sexenal, pero ahora, con riesgos de crisis fiscal y de conflicto con los socios del TMEC.

Hace exactamente seis años, un análisis de Citibanamex llamó a la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México por el Gobierno que entraría en funciones en unas semanas como “el error de octubre” que marcaría todo el sexenio, más que por el costo en sí, por el golpe al clima de negocios: el mensaje de discrecionalidad política y populismo que se dejaba.

La referencia era “el error de diciembre” de 1994, sobre la polémica de cómo el Ejecutivo Federal entrante manejó el precario balance macroeconómico que “heredó” el saliente, con un déficit público de 7% del PIB. Pasaron 30 años de estabilidad macro y hoy vuelve un déficit récord, y como hace seis años, con la política partidista haciendo estragos a la confianza económica, esta vez al poner en riesgo la democracia y la certidumbre jurídica.

Como en reedición, un análisis de Citibanamex va al grano sobre los desafíos económicos de corto plazo del nuevo Gobierno. El mayor: precisamente, disminuir la elevada incertidumbre y sus efectos adversos para las inversiones. La necesidad de convencer de que el poder acumulado, con pocos contrapesos institucionales, no implicará políticas hostiles a la economía de libre mercado.

Por lo pronto, proyecta un crecimiento de sólo 0.8% en 2025, suponiendo un recorte no “tan severo” del gasto público para bajar el déficit, el otro gran desafío inmediato.

Para documentar la perspectiva. En la encuesta de Banco de México a economistas del sector privado no sólo baja la expectativa de crecimiento para este y el próximo año, ya en 1.5 y 1.2 por ciento, respectivamente: a inicios de año, apuntaban a 2.2% anual en los próximos 10 años; ahora, 1.90 por ciento. A la pregunta sobre el momento adecuado para invertir, en marzo, 46% pensaba que lo era y 15% que era malo; en septiembre ya sólo 5% veía un buen momento, contra 66% que consideraba lo opuesto.

En septiembre, el Indicador Global Empresarial de Confianza se situó 50.9 puntos, con decremento anual de 5.5 puntos y mensual de 2.8. Tanto a tasa mensual como anual hubo descenso en los cuatro grandes sectores.

Los Indicadores IMEF apuntan ya a un “estancamiento generalizado”, sugiriendo una posible contracción en septiembre. El Manufacturero ya estaba en zona de contracción; el No Manufacturero quedó abajo del umbral de 50 puntos por primera vez desde enero de 2022.

Datos como el de creación de empleos formales confirman esta tendencia.

Como refiere el análisis, los mercados financieros se mantuvieron “tranquilos” hasta las elecciones, pero “los alteró la sorpresiva” facultad de cambiar la Constitución sin contenciones, que se usó para la reforma al sistema judicial: sí, riesgosa para un marco institucional de división de poderes, efectivamente, muy importante para que fluyan adecuadamente las inversiones productivas y financieras.

No puede taparse el sol con un dedo: se afectó abrupta y sensiblemente el clima de inversión.

Para pensar en impactos de esta incertidumbre, los analistas recuerdan el inicio del sexenio pasado, con la referida cancelación del aeropuerto y otras “señales erráticas” que minaron la confianza: siguieron seis trimestres consecutivos de caída en la inversión privada y, en año de expansión global, una contracción del PIB de 0.4% en 2019, tras avanzar 2.2% en 2018.

Respecto al deterioro fiscal, reconocen que el gobierno anterior mantuvo pilares de la estabilidad macro financiera: libre comercio, flotación cambiaria, autonomía del banco central, regulación financiera adecuada. Sin embargo, sobre todo al final, debilitó la disciplina fiscal, llegando a un déficit que estiman cerrará este año en 6.2% del PIB.

Dados los niveles de deuda pública, que puede llegar a 56% del PIB, el mayor en décadas, concluyen que se requiere un mensaje convincente de cómo será enfrentado ese déficit. Lo mismo que están diciendo las calificadoras de crédito.

Efectivamente, no será fácil: un anuncio para bajarlo a 3% en un año podría anticipar una recesión. El análisis no prevé un recorte tan grande: lo anticipa en 4.9% al cierre de 2025. Pero sin un objetivo creíble de baja sustancial, incluyendo de la trayectoria en los siguientes años, las primas de riesgo subirán aún más de lo que lo han hecho en los últimos meses y el grado de inversión de la deuda estará bajo amenaza.

Efectivamente, se requiere un plan viable para asegurar ingresos suficientes, con más crecimiento económico e incluso, principios de una reforma fiscal. Más cuantificación y planificación realista de los egresos y su financiamiento, incluyendo los nuevos programas sociales e infraestructura. Plan de reestructuración de Pemex. Claridad sobre el papel a asignar al sector privado en todo esto.

Paralelamente, como destaca el análisis, habría que “matizar”, en lo posible, los riesgos de la reforma judicial para la inversión en la legislación secundaria. En general, generar confianza.

Se acumulan evidencias de fuerte desaceleración económica en México. Con probable recesión en 2025. Y a largo plazo, de crecimiento inferior al inercial en más de tres décadas previas al sexenio pasado, en el que se prometió duplicarlo y ocurrió opuesto: se le redujo a menos de la mitad.

Por eso resulta urgente, ahora que inicia un nuevo periodo, y en esas condiciones, generar confianza desde la nueva conducción política del país: señales de renovación o al menos de ajuste de las políticas y las actitudes que dejaron ese “legado”, tras el peor desempeño económico en seis sexenios.

Mensajes y políticas que contribuyan a mejorar las expectativas. Para ir sanando, por decirlo de algún modo, la confianza entre inversionistas y agentes económicos, nacionales e internacionales, y despejar el camino a una reactivación de la inversión y el crecimiento.

Señales de realismo, pragmatismo y responsabilidad.

Evitar que se repita en 2025 lo que ocurrió en 2019 por decisiones políticas cuestionables y económicamente irracionales al arranque sexenal, pero ahora, con riesgos de crisis fiscal y de conflicto con los socios del TMEC.

Hace exactamente seis años, un análisis de Citibanamex llamó a la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México por el Gobierno que entraría en funciones en unas semanas como “el error de octubre” que marcaría todo el sexenio, más que por el costo en sí, por el golpe al clima de negocios: el mensaje de discrecionalidad política y populismo que se dejaba.

La referencia era “el error de diciembre” de 1994, sobre la polémica de cómo el Ejecutivo Federal entrante manejó el precario balance macroeconómico que “heredó” el saliente, con un déficit público de 7% del PIB. Pasaron 30 años de estabilidad macro y hoy vuelve un déficit récord, y como hace seis años, con la política partidista haciendo estragos a la confianza económica, esta vez al poner en riesgo la democracia y la certidumbre jurídica.

Como en reedición, un análisis de Citibanamex va al grano sobre los desafíos económicos de corto plazo del nuevo Gobierno. El mayor: precisamente, disminuir la elevada incertidumbre y sus efectos adversos para las inversiones. La necesidad de convencer de que el poder acumulado, con pocos contrapesos institucionales, no implicará políticas hostiles a la economía de libre mercado.

Por lo pronto, proyecta un crecimiento de sólo 0.8% en 2025, suponiendo un recorte no “tan severo” del gasto público para bajar el déficit, el otro gran desafío inmediato.

Para documentar la perspectiva. En la encuesta de Banco de México a economistas del sector privado no sólo baja la expectativa de crecimiento para este y el próximo año, ya en 1.5 y 1.2 por ciento, respectivamente: a inicios de año, apuntaban a 2.2% anual en los próximos 10 años; ahora, 1.90 por ciento. A la pregunta sobre el momento adecuado para invertir, en marzo, 46% pensaba que lo era y 15% que era malo; en septiembre ya sólo 5% veía un buen momento, contra 66% que consideraba lo opuesto.

En septiembre, el Indicador Global Empresarial de Confianza se situó 50.9 puntos, con decremento anual de 5.5 puntos y mensual de 2.8. Tanto a tasa mensual como anual hubo descenso en los cuatro grandes sectores.

Los Indicadores IMEF apuntan ya a un “estancamiento generalizado”, sugiriendo una posible contracción en septiembre. El Manufacturero ya estaba en zona de contracción; el No Manufacturero quedó abajo del umbral de 50 puntos por primera vez desde enero de 2022.

Datos como el de creación de empleos formales confirman esta tendencia.

Como refiere el análisis, los mercados financieros se mantuvieron “tranquilos” hasta las elecciones, pero “los alteró la sorpresiva” facultad de cambiar la Constitución sin contenciones, que se usó para la reforma al sistema judicial: sí, riesgosa para un marco institucional de división de poderes, efectivamente, muy importante para que fluyan adecuadamente las inversiones productivas y financieras.

No puede taparse el sol con un dedo: se afectó abrupta y sensiblemente el clima de inversión.

Para pensar en impactos de esta incertidumbre, los analistas recuerdan el inicio del sexenio pasado, con la referida cancelación del aeropuerto y otras “señales erráticas” que minaron la confianza: siguieron seis trimestres consecutivos de caída en la inversión privada y, en año de expansión global, una contracción del PIB de 0.4% en 2019, tras avanzar 2.2% en 2018.

Respecto al deterioro fiscal, reconocen que el gobierno anterior mantuvo pilares de la estabilidad macro financiera: libre comercio, flotación cambiaria, autonomía del banco central, regulación financiera adecuada. Sin embargo, sobre todo al final, debilitó la disciplina fiscal, llegando a un déficit que estiman cerrará este año en 6.2% del PIB.

Dados los niveles de deuda pública, que puede llegar a 56% del PIB, el mayor en décadas, concluyen que se requiere un mensaje convincente de cómo será enfrentado ese déficit. Lo mismo que están diciendo las calificadoras de crédito.

Efectivamente, no será fácil: un anuncio para bajarlo a 3% en un año podría anticipar una recesión. El análisis no prevé un recorte tan grande: lo anticipa en 4.9% al cierre de 2025. Pero sin un objetivo creíble de baja sustancial, incluyendo de la trayectoria en los siguientes años, las primas de riesgo subirán aún más de lo que lo han hecho en los últimos meses y el grado de inversión de la deuda estará bajo amenaza.

Efectivamente, se requiere un plan viable para asegurar ingresos suficientes, con más crecimiento económico e incluso, principios de una reforma fiscal. Más cuantificación y planificación realista de los egresos y su financiamiento, incluyendo los nuevos programas sociales e infraestructura. Plan de reestructuración de Pemex. Claridad sobre el papel a asignar al sector privado en todo esto.

Paralelamente, como destaca el análisis, habría que “matizar”, en lo posible, los riesgos de la reforma judicial para la inversión en la legislación secundaria. En general, generar confianza.