Fernando Sánchez Argomedo / Presidente de la Comisión Nacional de Innovación de Coparmex
Como si fuera un partido entre dos equipos, estaban los que jugaban por uno y por otro, y en las gradas, el público cargado hacia un bando u otro. El resultado del juego: una verdadera goliza, pero llena de irregularidades. El árbitro no permitió un juego limpio, y las condiciones de los dos equipos no eran las mismas: un equipo pudo entrenar con mayor anticipación que el otro.
Si solo se tratara de un juego deportivo entre dos contendientes, hoy estaríamos mucho más tranquilos, pero no. La realidad es que el triunfo le dio al actual régimen gobernante la posibilidad de obtener la mayoría calificada en las cámaras para hacer los cambios constitucionales que les permitirá realizar de forma unilateral, bajo la bandera de “el pueblo”.
Algunos de ellos, porque he de decir que no todos piensan igual, sienten que representan la voz del pueblo, y también, cual “anillo del poder”, se sienten con la libertad de hacer y deshacer, porque la mayoría obtenida les otorga el permiso de “el pueblo” para hacer lo que corresponde solo a su forma de ver la realidad: su ideología.
Su ideología está basada en una premisa muy antigua de la oposición de ideas llamada “dialéctica hegeliana-marxista”, que en términos coloquiales se llama polarización, y responde a que, frente a una idea, se propone otra opuesta, y de esa confrontación surge la síntesis.
Ahora, hagamos un ejercicio serio de esos planteamientos que están en el nivel de las ideas, que residen en la mente de las personas. Por eso el Papa Francisco insiste, a través de su magisterio social plasmado en la exhortación Evangelii Gaudium, que la realidad es superior a la idea.
En este orden de ideas, quisiera que reflexionemos sobre el concepto de pueblo. “El pueblo”, ¿quién es el pueblo? En muchos libros, incluida la Biblia, podemos ver muchas referencias al pueblo, y todas se refieren a un grupo de personas, a una comunidad que camina junta, que vive y que interactúa cotidianamente, ya sea con un fin común o simplemente porque comparte un territorio que tiene una historia y también tendrá un destino.
En ese sentido, TODOS los mexicanos, sin exclusión, somos pueblo. Ninguna persona, partido, movimiento, organización o entidad puede vanagloriarse diciendo que ellos son el pueblo.
Por otra parte, dividir a la población entre los buenos de la 4T y los malos que son todos los demás es también una idea falsa, que es superada por la realidad.
Lo que acaba de pasar en México es que, técnicamente, hemos perdido la democracia, y estamos en grave peligro de perder la libertad. ¿Qué sigue?
Muy contrario a lo que esperaría el actual régimen, lo que sigue es que ahora el pueblo, fiel a su bandera, a su gran historia, a su territorio, a su democracia y a la libertad ganada, la vuelva a construir. Porque lo que olvidan los de la 4T es que todos somos pueblo. Somos, como lo dijo alguna vez Vasconcelos, “la raza cósmica”. Somos grandes, y como grandes ya estamos empezando a construir de nuevo una nación libre y democrática, en donde quepan todas las ideas.
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@fsargomedo