Por: Embajador José Luis Bernal
Las relaciones entre México y la República Popular China enfrentan crecientes desafíos en su composición sectorial y en su conducción institucional, derivados del entorno internacional en que se llevan a cabo y de la diversidad de sectores y actores que las configuran. Su entendimiento y conducción requieren de una atención especial, que contemple la integralidad de sus componentes y efectos, y que lleve a plantear nuevos escenarios de acción que permitan aprovechar mejor los beneficios que esta vinculación ofrece al desarrollo nacional y, al mismo tiempo, responder a los retos que derivan de la reconfiguración de las alianzas políticas y las cadenas de valor globales.
Una estrategia de futuro, debe contemplar de manera integral al menos los siguientes seis ejes fundamentales de la relación México-China:
Primer eje: Diálogo político. Desde 2013, México y China han promovido una Asociación Estratégica Integral cuyo motor principal radica en el diálogo político. Los próximos años serán cruciales para fortalecer esta Asociación con un enfoque innovador, que insista en la importancia del beneficio mutuo, redefiniendo prioridades con una visión prospectiva, a la luz de las cambiantes condiciones geopolíticas y los objetivos del desarrollo nacional y la proyección internacional de México.
Segundo eje: una relación económica creciente. China se ha consolidado como el segundo socio comercial de México en el mundo, con intercambios que en 2023 sobrepasaron los $130,000 millones de dólares, que se proyecta podrían seguir creciendo a tasas superiores al 10% por año. Esta relación comercial registra un déficit de 10 a 1 desfavorable a México, lo que ha propiciado opiniones que buscarían imponer restricciones a las importaciones para tratar de reducir el saldo negativo. Sin embargo, al examinar la composición del comercio, se advierte que más del 70% de las importaciones procedentes de China son bienes intermedios que se procesan en la industria mexicana, lo cual tiene beneficios directos en el desarrollo industrial, la absorción de tecnologías, la generación de empleo, la competitividad y el aumento de las exportaciones. Cualquier nueva medida debiera partir del análisis de las distintas cadenas de valor en que se integran estos componentes y procurar ajustes a la balanza comercial pero sin perjudicar sectores productivos. Hay que reconocer que el aumento del comercio está ligado a las crecientes inversiones de empresas chinas, derivado de la relocalización de empresas atraídas por las capacidades competitivas de la economía mexicana. China ocupa ya el 4º lugar entre los países con mayores corrientes de inversión en México, lo que se refleja en la creación de más de 1,500 nuevas empresas los últimos cinco años, en distintos sectores y regiones del país. Se prevé que esta tendencia se mantendrá los próximos años, por lo que es factible proyectar que la inversión china puede llegar a representar de 10 a 20% de la nueva IED anual en México.
Desde luego, para aprovechar mejor estas posibilidades, es fundamental adoptar una estrategia de promoción integral, que impulse las capacidades competitivas de México y profundice sus vinculaciones con las distintas economías del planeta. En el caso de China, la estrategia debe incluir nuevos enfoques para la atracción de inversiones, que integre mejor las cadenas de valor de las que los dos países son parte; que advierta el impacto de las inversiones en el desarrollo local, en las pequeñas y medianas empresas, en la generación de empleos, el acceso a nuevas fuentes de tecnología y la formación de recursos humanos, así como las oportunidades que estas vinculaciones ofrecen para propiciar nuevas alianzas estratégicas y para la diversificación de mercados y capitales. Las oportunidades principales se advierten en sectores como el automotriz (vehículos eléctricos), aeroespacial, médico, farmacéutico, electrodomésticos, energías renovables, comercio electrónico, y en proyectos de infraestructura y de telecomunicaciones. En este contexto, las empresas mexicanas con inversiones en China pueden desempeñar un mayor papel, por lo que se precisa ampliar los apoyos para su expansión.
Al mismo tiempo, se requiere aumentar las exportaciones mexicanas, con una estrategia de expansión comercial que contemple la especialización en productos específicamente dedicados al mercado chino; la ampliación de infraestructura; la expansión del transporte marítimo y aéreo; el impulso de coinversiones para la producción y la distribución, incluyendo la creación de comercializadoras directas y las asociaciones con comercializadoras de terceros países que ya operan en el mercado chino, así como aprovechar más el comercio electrónico y los sistemas de pago electrónicos, entre otras medidas.
Una forma de asegurar el éxito de esta estrategia es aprovechar la circunstancia que deriva de la solicitud presentada por China para incorporarse al Tratado Integral Progresista de Asociación Transpacífico (TIPAT), planteando objetivos de negociación precisos tanto para la ampliación de mercados como para la revisión de disciplinas económicas de parte del país interesado, lo cual deberá hacerse tomando en cuenta desde luego la revisión prevista del TMEC y las nuevas condiciones políticas en Estados Unidos.
El tercer eje de la relación con China son los intercambios sociales, en materia de cultura, educación y turismo. Es fundamental impulsar las tareas de Diplomacia Cultural y ampliar los programas de cooperación educativa, incluyendo intercambios entre universidades, los programas de especialización profesional y las numerosas oportunidades que empresas tecnológicas ofrecen para la formación de recursos humanos. En el caso del turismo, es preciso recuperar las tendencias que se observaban antes de la pandemia, retomando el objetivo de captar en México al menos 1% del turismo emisor chino cada año, con todo lo que ello implica en materia de conectividad aérea, infraestructura, servicios, regulación migratoria, atención consular y programas de promoción. Las nuevas dinámicas de la relación deben también traducirse en el reforzamiento de la presencia consular de México en China, tanto para la promoción de los intercambios como para la protección de mexicanos.
Un cuarto eje de especial potencial es el de la Cooperación para el desarrollo. El avance científico y tecnológico de China y sus estrategias de cooperación internacional nos deben llevar a aprovechar mejor las oportunidades en la agenda de cooperación “tradicional”, incorporando acciones de Cooperación Triangular en América Central y el Caribe; tareas relacionadas con la salud, (equipamiento, vacunas y medicamentos); una agenda conjunta en materia de innovación y el intercambio de experiencias en materia de políticas públicas y mejores prácticas.
El quinto eje está dado por la concertación bilateral en cuestiones multilaterales. México y China mantienen posiciones convergentes en distintos temas de la gobernanza global y en cuestiones regionales; en el Sistema de Naciones Unidas, la OMC, el G-20, APEC y otras instancias de consulta, negociación y coordinación. Asimismo, el Foro Ministerial China-CELAC ha mostrado que México puede desempeñar un papel de interlocutor especial de América Latina y el Caribe con China. En este eje, es importante impulsar la multilateralización de coincidencias bilaterales, así como dar más importancia en la agenda bilateral a las posiciones globales compartidas
Y un sexto eje de alcance transversal es el cada vez más necesario ejercicio de análisis y prospectiva. China es desde hace varios años el nuevo centro de gravedad del crecimiento global, es la potencia ascendente en un mundo crecientemente polarizado, es y seguirá siendo el país con mayor participación en el comercio internacional, fuente permanente de innovación tecnológica, origen creciente de inversiones y un actor cada vez más asertivo en cuestiones regionales y multilaterales. Por ello, es fundamental entender los factores que impulsan su desarrollo y las orientaciones de sus políticas, a fin de derivar las implicaciones geopolíticas, económicas y sociales de estos procesos y, también, para advertir las oportunidades que estas tendencias ofrecen para la conducción misma de nuestro desarrollo, para la expansión de las relaciones económicas y sociales, para la política exterior y para el impulso de nuevas fórmulas de cooperación internacional. Esta es una tarea que no se limita a las instancias gubernamentales, sino que debe involucrar a todos los actores de esta relación. Una Comisión de Expertos de los dos países, que desarrolle escenarios deseables y posibles de esta relación con un enfoque de largo alcance en el tiempo y en su cobertura, sería un paso muy importante para entender mejor esta relación y proyectar su futuro. Todo ello demanda de un fortalecimiento de las capacidades institucionales de la política exterior en general, con atención especial a las relaciones con China y al creciente papel de este país en el mundo, lo que demanda también mejorar la coordinación intersectorial, el rediseño de las políticas de promoción y un impulso especial a las capacidades profesionales que dan forma a la política exterior como Política de Estado en favor del desarrollo nacional.