La noticia de la muerte de Liam Payne tomó al mundo por sorpresa, dejando una enorme ola de compasión y muestras de amor al igual que una severa intrusión a su paso. Liam fue una de las figuras públicas más famosas de los años 2010 gracias a su papel en One Direction, la banda que en gran parte construyó el modelo de los fandoms contemporáneos.
La banda fue una de las influencias culturales más importantes de su tiempo y ha tenido una presencia importante en la cultura pop incluso casi 10 años después de su separación.
El exmiembro de One Direction que falleció el pasado martes en Argentina a sus 31 años nos dejó ver el espectro completo de un ser humano: desde sus enormes talentos hasta sus notables defectos. Nos dejó ver lo complejo que puede ser el duelo para una persona: cómo podemos lamentarnos por la muerte o ausencia de una persona, incluso cuando la persona que conocimos y amamos quizá dejó de existir muchos años antes de su muerte.
Esto se debe a que durante los años recientes, Liam había dejado ver algunos rasgos diferentes a su personalidad como la conocíamos en sus días con One Direction. Algunas entrevistas dejaron ver declaraciones de soberbia y resentimiento al éxito de sus excompañeros.
Aunado a esto, sus batallas con el alcoholismo también dejaron ver facetas de su personalidad que no se conocían. Y quizá la parte más fuerte de todo esto fue durante las últimas semanas en las que su ex-prometida Maya Henry se sinceró sobre la extrema violencia ejercida por Liam durante su relación y la toxicidad que le siguió a su separación.
Y contrastar estos matices con el adolescente talentoso, sensato y juguetón que alguna vez conocimos es sumamente complicado. Entender que una persona merece compasión por las luchas que ha vivido al mismo tiempo que lo hacemos responsable por sus errores es probablemente una de las dualidades más difíciles que podremos experimentar como seres humanos. Entender que Liam fue una persona que llenó de felicidad la vida de millones de personas a su paso y que al mismo tiempo pudo causar enorme dolor a muchas personas en su círculo cercano es complicado, pero quizá es la muestra más grande de su humanidad que podremos tener.
La figura de un padre dedicado que a su vez es un hombre atormentado; un excelente amigo que a su vez puede ser un novio violento y controlador. La figura de un hombre extremadamente talentoso que ocupó un lugar importante en la vida de millones de fans y cuya fama fue a la vez su sueño realizado y la fuente de sus múltiples traumas. Esos eran algunos de los contrastes que Liam acumulaba, y una de las razones más importantes por las que hoy, después de su muerte, es sumamente difícil encasillarlo en un solo lugar.
Cualquier persona que haya vivido un fandom como el de One Direction puede atestiguar el enorme papel que estas relaciones parasociales ocupan en nuestra vida. Cómo, a pesar de que estas personas no nos conozcan, forman innegablemente una parte de nosotros gracias a cómo nos acompañan en etapas tan importantes. Cómo nos hemos vuelto adultos juntos, cómo hemos atestiguado momentos importantes de sus vidas, incluso de lejos. Cómo, sin duda alguna, han sido una enorme fuente de felicidad (muchas veces, como pocas otras).
La trágica muerte de Liam Payne deja ver de la manera más cruda el espectro completo de su humanidad, esa que muchos no le reconocieron en vida. Deja ver los crueles efectos de la fama y la explotación en las estrellas jóvenes.
Deja ver, al final del día, a un talentosísimo ser humano que no pudo escapar de sus demonios.