Qué bueno que, después de la llamada telefónica entre Claudia Sheinbaum y Donald Trump, haya cambiado, al menos en apariencia, su guerra de declaraciones que mantenía a Estados Unidos y a México en una total incertidumbre.
Ahora, y de súbito, el ambiente entre la presidenta de nuestro país y el presidente electo de la Unión Americana es de cordialidad e, incluso, de cooperación. “Fue muy productiva”, comentó Trump en sus redes sociales, asegurando que Sheinbaum aceptó controlar la migración y el tráfico de fentanilo.
Para muchos especialistas, lo que sigue quedando claro es que Trump es un especialista en generar problemas que luego él mismo soluciona, para quedar ante los ojos de sus seguidores (que cada vez son más, dicho sea de paso) como el “salvador”. Bastaron unos minutos al teléfono para que, de manera instantánea, se resolviera la tensión entre Sheinbaum y Trump. Pero, siento decirles, que no todo es lo que parece.
Por ejemplo, a pesar de este supuesto entendimiento, Trump no sólo mantiene sus amenazas en materia económica, ahora también estos golpes sobre la mesa comercial han alcanzado a países como Canadá y a China, amagando con también aplicarles aranceles mucho más severos. Si nos enfocamos en el caso de México, de cumplir Trump con sus amenazas, pondría en vilo el intercambio comercial entre ambos países, y no olvidemos que más del 80% de nuestras exportaciones van dirigidas a Estados Unidos.
Y ni qué decir del tema migratorio y del narcotráfico, ya que sigue siendo la llave principal que Trump y su equipo de colaboradores más cercano usa para abrir más puertas a las negociaciones con México. Sólo por citar un ejemplo, después de la llamada entre Sheinbaum y Trump, parecía que habría acciones conjuntas para resolver el tema de la migración desde sus orígenes, además de que se atendería de manera conjunta el tema del narcotráfico.
Sin embargo, esta semana llamó poderosamente la atención una publicación de la revista Rolling Stone, en la que mencionan una posible “invasión suave”, la cual consistiría en que las fuerzas especiales estadounidenses serían enviadas de manera encubierta para asesinar a los líderes de los cárteles. Es decir, mientras parece ser que lo acordado entre Sheinbaum y Trump era tener un control compartido, el próximo gobierno norteamericano ya planea entrar a nuestro país a solucionar lo que nuestras autoridades no han podido hacer.
Ahora bien, ¿qué es lo que realmente cambió con esta llamada? ¿Acaso la incertidumbre económica previa a la renegociación del T-MEC disminuirá? ¿La tensión en ambas fronteras de México cederá sólo por los minutos que intercambiaron palabras Sheinbaum y Trump? ¿El tráfico de fentanilo a Estados Unidos bajará sustancialmente? Para los especialistas, esta puede ser sólo una tensa calma antes de la calamidad que se espera a partir del 20 de enero de 2025, cuando Trump vuelva a despachar desde la Casa Blanca. La cuenta regresiva no se detiene y los pronósticos siguen reservados.
Finalmente, me es imposible dejar de mencionar que, mientras escribía este artículo, recibí la grata noticia de la publicación de mi libro No Malinche’s son / Ningún hijo de Malinche por Círculo de Poesía Ediciones. Menciono esto por dos cosas.
La primera, porque se trata, como bien escribió mi estimada Martha Cerda en el resumen del libro, de un compendio de poemas en el que trato de entender al mexicoamericano que soy: un equilibrista de la existencia y depositario de la fe y la incertidumbre de dos pueblos a los que pertenezco. (Situación que viven miles de migrantes mexicanos en Estados Unidos y que, con la tensión entre los mandatarios de ambos países, se avivan los sentimientos encontrados).
Segundo, porque, como hemos visto en este artículo, mientras unos llaman por teléfono prometiendo lo imposible, otros escribimos poesía para acercarnos de corazón.
Analista de temas de migración
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