La ciudad de Springfield, Massachusetts, saltó a la fama por el debate en CNN entre los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, la demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump. En uno de sus turnos al micrófono, Trump se refirió a los migrantes que radican en Springfield de la siguiente manera: “La gente que ha llegado se está comiendo a los gatos, se está comiendo a los perros, se está comiendo a las mascotas de este lugar”. Estos comentarios los realizó Trump sabiendo el impacto que tendrían en los 60 millones de personas que veían en vivo el debate. De inmediato, la tranquila ciudad de Springfield se convirtió en una tempestad mediática. Todo mundo quería saber si eran ciertas tales afirmaciones. Horas después, las mismas autoridades de Springfield desmintieron dichas barbaridades, a las que Trump agregó días después que haría una deportación masiva de migrantes en caso de ganar las elecciones. Este capítulo que parecía sólo anecdótico dejó la puerta abierta para visibilizar un tema muy importante: ¿de verdad es tan factible una deportación masiva?; y, de ser así, ¿qué tan costoso es deportar a los millones de migrantes indocumentados que, con su trabajo diario, ayudan a que los Estados Unidos sea un país más próspero?
Mientras Kamala Harris y Donald Trump siguen debatiendo sobre sus “ideas” para definir el destino de los millones de migrantes indocumentados que radican en los Estados Unidos, un reporte del American Inmigration Council reveló que los costos de una deportación masiva serían devastadores. En términos generales, este reporte asegura que, de implementar una estrategia que incluya el arresto, detención, procesamiento y deportación de tan sólo un millón de migrantes indocumentados, le costaría al país 88 mil millones de dólares al año. Pero ¿de qué proporciones es esta cantidad de dinero? y, sobre todo, ¿cuál sería el impacto en la economía estadounidense? El mismo reporte afirma que esta cantidad es casi el doble de lo que se asigna al año al Instituto Nacional de Salud, por ejemplo. Pero este no es el único costo de emprender una deportación masiva. En el reporte también se habla de que el gobierno federal y los gobiernos estatales sufrirían una baja en sus ingresos fiscales, al perder los más de 46 mil millones de dólares de impuestos que pagan los migrantes indocumentados cada año. (En este tenor, los estados más afectados serían California, Texas y Florida, todos con un alto índice de migrantes en sus territorios.)
Como hemos visto, los costos económicos para los Estados Unidos ante una posible deportación masiva serían devastadores, aunque no debemos dejar de lado los costos sociales que también se generarían. La narrativa antinmigrante que usan muchos radicales describe a los indocumentados como personas violentas, con problemas de adicciones, de salud mental y con muchos adjetivos negativos que no valen la pena mencionar. No obstante, todos estos comentarios son totalmente equivocados. La mayoría de los migrantes que radican en la Unión Americana aportan no sólo su trabajo, también crean asociaciones de apoyo a la comunidad y son, incluso, portavoces de la paz. Un reporte del FBI indica que las ciudades que reciben a migrantes resultan ser las más seguras, estando muy por debajo de la media nacional en cuanto a asesinatos.
Ahora bien, Trump no es el único que utiliza el tema de los migrantes para elevar sus niveles de popularidad o de repudio, como le ocurrió tras sus declaraciones sobre los migrantes en Springfield o con su amenaza de una deportación masiva. Por su parte, Kamala Harris invitó a su fórmula como candidato a la vicepresidencia al gobernador de Minnesota, Tim Walz, quien se ha destacado por impulsar leyes progresistas para grupos en situación de vulnerabilidad, incluidos los migrantes. No obstante, para muchos especialistas se trata de medidas asistencialistas que no terminan de poner a los migrantes en una verdadera posición para solucionar su situación legal. “Aquel político que regala cosas para que lo sigan, no es un líder, es un comerciante de la política”, comentó en una ocasión el ex presidente de la República Oriental del Uruguay, José Mujica. Esta frase es contundente y refleja, en gran medida, el espíritu “bondadoso” que adoptan de pronto los políticos (sobre todo en tiempos de campañas electorales) y de los cuales los migrantes, penosamente, suelen ser tomados en cuenta únicamente como parte de su demagogia.
Finalmente, una deportación masiva de migrantes indocumentados sería prácticamente imposible por los costos económicos y sociales que implicaría. En contra parte, tampoco es viable un asistencialismo que los deje en el limbo legal, sin una certeza de lograr regularizar su estatus migratorio. Quizás, la única solución sea por la que se ha luchado en las últimas décadas: una reforma migratoria integral. Harris o Trump, dos caras distintas de la moneda, pero con un mismo reto: integrar al país más poderoso del mundo a los millones de migrantes indocumentados que a diario aportan su esfuerzo y corazón.
Dr. Juan Hernández
Analista de temas de migración
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