El pasado 9 de diciembre se dio a conocer una noticia trascendente para los migrantes residentes de la Ciudad de Nueva York: con 33 votos a favor, 14 en contra y 2 abstenciones, el Concejo Municipal aprobó el “Proyecto de Ley de Derecho al Voto Municipal” que permite justamente el sufragio a cerca de 900 mil personas sin ciudadanía estadounidense, pero con documentos de residencia y trabajo en la ciudad.
Justo en el contexto de la alegría que causó la aprobación de este proyecto, paradójicamente en la frontera sur de México estábamos presenciando una tragedia que nos enseña las profundas desigualdades que viven quienes son obligados por sus propias circunstancias a abandonar sus lugares de origen. Y es que el fenómeno migratorio ocurre precisamente porque hay factores políticos, sociales, económicos o culturales que restan a la calidad de vida y que los migrantes tratan de solucionar desplazándose de su ciudad o país a costa de poner en riesgo su propia vida.
El proyecto, propuesto por el demócrata Ydanis Rodríguez, concejal por el distrito 10 en Manhattan, no es el primero de su tipo, pues actualmente hay más de una decena de localidades en todo el país que otorgan el voto a migrantes legales, en su mayoría latinos. Sin embargo, la medida convierte a Nueva York en la ciudad más grande que permite el sufragio a los no ciudadanos para elegir alcaldes, concejales y funcionarios municipales. Sin duda, una virtud del Partido Demócrata que busca garantizar el derecho que tienen los migrantes para decidir y opinar acerca de las decisiones que les afectan directamente, como elegir quiénes los representan y gobiernan en la ciudad donde viven.
La aprobación del proyecto representa un hecho de justicia social y política para las personas que dejaron sus hogares y migraron hacia los Estados Unidos con la esperanza de empezar una nueva vida. No está de más mencionar que la riqueza económica y el crecimiento social estadounidenses se deben en buena medida a la mano de obra de millones de migrantes procedentes de diferentes partes del mundo.
De acuerdo con datos de la ONU publicados en su informe sobre las Migraciones en el Mundo 2020, Estados Unidos es el principal destino para los migrantes internacionales; además, la cantidad de personas que deciden vivir en ese país se ha cuadruplicado desde los años 70’, pues para 2020 se pudieron contabilizar cerca de 51 millones de migrantes viviendo en aquel país, donde México ocupa el primer lugar como país de origen. Cabe señalar que, durante el siglo pasado y lo que llevamos del presente, el principal flujo migratorio hacia los Estados Unidos proviene de Latinoamérica, a diferencia de lo que ocurrió durante el siglo XIX donde la mayoría de los migrantes provenían de Europa.
Ahora bien, si analizamos los datos, esta aprobación es un paso hacia la dignificación de la labor que los migrantes en general y los latinos en particular desempeñan en la ciudad a través de su trabajo. Un reporte demográfico de la Mayor's Office of Immigrant Affairs de Nueva York, dio a conocer que los latinos contribuyen a la fuerza laboral a una tasa más alta que el resto de los migrantes (67% y 65%, respectivamente), de los cuales, sobresalen mexicanos y guatemaltecos que cuentan con las tasas más altas de trabajo.
Los trabajos realizados por los latinos son los menos remunerados entre la comunidad de migrantes en la ciudad, ya que los latinos, junto con los asiáticos de las Islas del Pacífico, cuentan con la mayor tasa de pobreza de todos los grupos. Asimismo, el 13% de los migrantes no cuenta con seguro médico, siendo los mexicanos los que más carecen de este servicio. No hay que pasar por alto el hecho de que las remesas, procedentes principalmente de los Estados Unidos, representan una fuerte inyección de capital para los países de destino, entre los que se encuentra México, donde para este 2021 recibirá aproximadamente el 42% del total de las remesas de la región, lo que se traduce en más de 50 mil millones de dólares, según datos del Banco Mundial.
Los migrantes en Estados Unidos enfrentan múltiples retos en su cotidianidad para vivir dignamente; se enfrentan a discriminación, malos tratos, explotación laboral y un largo etcétera. Otorgarles el derecho al voto local, aun sin ser ciudadanos, no es más que un reconocimiento a su aportación a una de las economías más grandes del mundo. Particularmente en Nueva York, los migrantes tienen un impacto positivo en las finanzas locales y contribuyen con más de 200 millones de dólares al año. En definitiva, la aprobación de la legislación, también conocida como “Nuestra ciudad, nuestro voto”, representa una iniciativa de avanzada a la que podrían unirse el resto de las principales ciudades norteamericanas en aras de una democracia más incluyente.
Resulta loable que una ciudad tan progresista como lo es Nueva York esté avanzando paulatina pero firmemente en el reconocimiento de los derechos fundamentales de los migrantes sin importar distinciones de origen, raza o género. En contraste, es una pena que en México las autoridades no hayan hecho lo suficiente para evitar las tragedias que día a día viven quienes buscan un mejor futuro para ellos y sus familias. Es imperativo que los gobiernos asuman la responsabilidad de atacar de raíz las causas que originan la migración y, en consecuencia, promuevan políticas públicas que garanticen el sano desarrollo social, económico y cultural de sus ciudadanos.