/ jueves 6 de junio de 2019

Los migrantes son hermanos

VER.- El presidente Donald Trump la trae contra México y nos quiere obligar a detener a todos los migrantes que pasan por nuestro país, para que no lleguen a Estados Unidos. Y como es un señor que todo lo maneja bajo el signo económico, intenta imponer aranceles a todo lo que exportamos de aquí hacia allá, como un mecanismo coercitivo para que hagamos lo que él quiere.

No tiene una visión humanitaria de la política, sino que todo lo ve, lo juzga y lo decide con criterios monetarios. No le importan las personas y las familias, sino sus intereses económicos. Y como muchos de sus paisanos tienen esa misma visión, economicista y racista, con esto trata de ganarse adeptos para su reelección.

Nuestro país, que ha vivido en carne propia lo que implica la migración de millones de mexicanos al Norte, tiene, en general, una actitud de más apertura y de apoyo a tantos migrantes que pasan por aquí, sobre todo del Triángulo Norte de Centroamérica (Honduras, El Salvador y Guatemala). Sin embargo, ante la llegada masiva de miles de ellos, muchos mexicanos han asumido también actitudes repulsivas.

En las fronteras norte y sur, mucha gente ha abierto su corazón y les ha compartido techo, comida, medicinas y protección. El gobierno, de antes y de ahora, ha implementado medidas para atenderles en cuanto ha sido posible. Pero también es cierto que no se dan abasto a tanta demanda; están rebasados. Nuestros albergues no alcanzan a recibir a tantos que llegan. Algunos los ven como un peligro, una invasión, un abuso de nuestras fronteras abiertas.

Ciertamente no faltan polleros explotadores y criminales que aprovechan el momento para huir de la justicia en su país. Con todo, la inmensa mayoría salen para huir de la violencia, la inseguridad y la falta de oportunidades en su región.

El Papa Francisco, el domingo pasado, durante su visita a Rumanía, se encontró con la comunidad gitana, llamada también rom, o romaní, y les dijo algo que vale también para nuestra actitud ante los migrantes: “En la Iglesia hay lugar para todos. Si no fuera así, no sería la Iglesia de Cristo. El Evangelio de la alegría se transmite en la alegría del encuentro y de saber que tenemos un Padre que nos ama. Mirados por él, entendemos cómo hemos de mirarnos entre nosotros. Con este espíritu, he deseado estrechar vuestras manos, poner mis ojos en los vuestros, haceros entrar en el corazón… Sin embargo, llevo un peso en el corazón. Es el peso de las discriminaciones, de las segregaciones y de los maltratos".

Obispo Emérito de San Cristobal de las Casas

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