Por Rosario Alfaro
Desde hace varias semanas un tema ha acaparado parte de la conversación pública en México: la denuncia en redes sociales de Sasha Sokol sobre el abuso vivido en su adolescencia (14 años), por parte del productor Luis de Llano (39 años), lo que ha provocado un intenso debate sobre las relaciones entre adultos y niñas o niños menores de edad, lo que evidentemente no debería ocurrir.
¿Por qué? porque más allá de la legalidad o ilegalidad del hecho, de si se llama estupro o si le llamamos grooming, (el término grooming se usa sólo cuando la violencia sexual se da a través de un medio digital), el problema con este tipo de relaciones es que están basadas en la manipulación, el abuso de confianza y el abuso de poder cuando, como en este caso, vienen de parte de un tutor, un guía, un mentor.
Porque cuando el adulto tiene más experiencia en el campo afectivo y sexual y no permite que la o el adolescente descubra de forma natural su vida afectiva y su mundo erótico, daña su desarrollo psicoemocional; porque aún cuando el agresor pudiera decir que la o el adolescente dieron su consentimiento hay que recordar que ese "consentimiento" se obtuvo con manipulación emocional, chantaje, aprovechándose de la inexperiencia y/o las necesidades emocionales del otro; porque estas son relaciones que vienen envueltas en un paquete que parece buen trato, cariño o amor, cuando en realidad es violencia. Porque violencia no es solamente golpear o maltratar fisicamente.
Las consecuencias en la salud emocional, física y sexual de quien sufre abuso en la infancia van desde malas relaciones de pareja, abuso de sustancias, depresión, ansiedad, trastornos alimenticios y pueden durar décadas ya que generalmente las víctimas hablan de este tema cuando han pasado 20, 30 o 40 años. En primer lugar porque las víctimas no hablan cuando quieren, hablan cuando pueden, y no lo hacen buscando popularidad ni compasión, ni siquiera justicia o ser entendidas. Hablan muchos años después, cuando el delito incluso esta prescrito, como consecuencia de haber desarrollado dos mecanismos de defensa: la disociación (desconectar nuestro cuerpo de nuestra mente) y la amnesia (las principales emociones de una relación abusiva, son rabia, vergüenza, culpa, dolor emocional, y para sobrevivir a esta experiencia olvidamos de forma inconsciente).
Y es que tenemos que recordar que en toda situación de abuso sexual la escena del crimen es el cuerpo de la víctima, a nadie nos gusta volver a visitar el lugar a donde fuimos humillados, maltratados o violentados.
Como defensora de los derechos de niñas, niños y adolescentes y dedicándome por veinte años a la prevención de la violencia sexual en la infancia, me duele que estas situaciones sigan ocurriendo, sin embargo el que el tema esté en la mesa y que como sociedad nos abramos a esta realidad por dura que sea, me llena de esperanza.
Debemos hablar de manera crítica, pero sobre todo informada, sobre cómo tratar socialmente y jurídicamente estos casos. Atender con urgencia las iniciativas que buscan la NO prescripción del delito, pero sobretodo debemos avanzar en la restitución de derechos y en la reparación del daño. No basta con saber que estas relaciones entre adultos y adolescentes están mal, no basta con modificar nuestras leyes, debemos hacer todo lo posible porque no vuelvan a ocurrir y porque aquellas víctimas, que ya vivieron esta experiencia puedan, en su horizonte, ver un camino de restauración y de esperanza.
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Directora Ejecutiva de Guardianes