La palabra etimológicamente significa investigar el origen de las palabras. Por ejemplo, una máscara, un rostro, tener un rol, ser una persona y representar un personaje tienen una unión. Los griegos decían que el rostro era un prosopon, que se refiere a “lo que está delante de la mirada de otros”. Actualmente ese vocablo tiene el mismo significado que una máscara (escénica o ritual). Estudiosos del tema explican que “los griegos carecían de un término específico para diferenciar lingüísticamente la cara de la careta, y tampoco las distinguían iconográficamente —en las representaciones de los vasos griegos no aparece ninguna demarcación entre rostro y máscara—(Frontisi-Ducroux, 1995, citado en la investigación de Belén Altuna de la Universidad del País Vasco).
Se han preguntado ¿Qué pasa cuando el personaje derrota al individuo?, cuando las máscaras superan a los políticos, deportistas, e incluso a actores como Joaquin Phoenix, que protagoniza a The Joker o a Colin Farrell que actúa en The Penguin. La respuesta más sencilla es que se deshumanizan los protagonistas en su vida real. En la década de los 50´ del siglo pasado el sociólogo Erving Goffman (1956), precursor del interaccionismo simbólico de la Escuela de Chicago y Palo Alto, nos advirtió que la sociedad se muestra como una escenificación teatral en que la vieja acepción griega de “persona” recobra plenamente su significado.
Actualmente “hay una comparación entre el teatro y la vida social conceptualizado en enfoque dramático o análisis dramatúrgico de la vida cotidiana”. En fin, el marco teórico anterior sirve para mostrar cómo muchos políticos verbalmente comunican un discurso opuesto al que en realidad profesan en el fondo con sus seguidores. También hay casos opuestos, donde la lengua dice una cosa y la praxis otra. Un buen amigo Consultor Político me dijo “Andrés, es el menos Obradorista, ya que es más pragmático de lo que creen… fue hasta la tercera elección cuando supo que tenía que negociar con sus enemigos para ganar… y ahí están muchos opositores en embajadas y el gobierno”.
Sin embargo, los personajes también nos retratan problemas reales que son erróneamente combatidos por líderes neopopulistas, en temas tan sensibles como la salud. Me explico, en el fondo el personaje, citado en el primer párrafo, Arthur Fleck en The Joker, en el fondo tiene un problema de salud mental, como los casi mil millones de personas en el mundo —entre ellas un 14% de los adolescentes—, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud. Sé que es spoiler, pero para los críticos de la última película, el hecho de que el ser humano al final venciera al personaje, es el punto más negativo para los seguidores del súper villano; porque muestra al personaje como ser humano.
Cuando Joaquin Phoenix se quita la máscara de villano, se ignora que el desenlace del guasón podría ser parte de la estadística de los suicidios que representan una de cada 100 muertes, de los cuales casi el 60 por ciento ocurre antes de los 50 años. Un ejemplo real es la decisión del Presidente de Argentina, Javier Millei, de cerrar el hospital de salud mental Laura Bonaparte, donde los trabajadores siguen atendiendo a los pacientes; y donde se afectará la salud de muchos argentinos.
Ya casi para terminar, no solo las y los tomadores de decisiones, como políticos y empresarios, y personajes de cómics portan máscaras. Ya lo decía el escritor mexicano Octavio Paz: “Viejo o adolescente, criollo o mestizo, general, obrero o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa.”
Comunicólogo político, académico de la FCPyS UNAM y Maestro en Periodismo Político @gersonmecalco